En mayo de 2006 terminamos un curso en el C.E.P. de Belmonte, cuando estos centro de profesores existían aún. El curso se titulaba "Conocer y valorar nuestro patrimonio". Durante el mismo recuerdo que visitamos Belmonte, Mota de Cuervo o Villaescusa de Haro. Era uno de esos cursillos amables, de los que se agradecían, pues no se limitaban tan solo a la teoría, y en esas visitas en amor y compaña uno aprendía cosas interesantes que no sabía. ¡Qué poco conocemos de nuestro patrimonio local y comarcal!, ese que tenemos tan a mano y del que hacemos el caso justo (para pasar el día). Planeamos habitualmente nuestras vacaciones a lugares lejanos, foráneos, para conocer lo que los habitantes de aquel lugar seguro que no se han preocupado en conocer. Las gentes de otras latitudes nos visitan para saber de cosas que ni nosotros mismos sabemos ni somos capaces, por tanto, de explicárselo. Somos así. Nos tira lo exótico. Es como una tendencia que parece implantada en nuestras neuronas o bebemos en la leche materna. Esto está por investigar.
En fin, es el caso que había que entregar para culminar el curso un trabajillo y yo, aprovechando que trabajaba en el estudio de nuestro patrimonio rural, pues entregué esto que os dejo a continuación. No es ningún sesudo estudio de investigación, pero para salir del paso servía, y creo que sienta de alguna manera las bases sobre lo que puede considerarse objeto de estudio patrimonial en el ámbito de lo rural en nuestros campos, aquello de lo que partir tanto en su estudio como en su puesta en valor. Ahí es nada.
UN PRIMER ACERCAMIENTO AL CATÁLOGO DE LOS BIENES
PATRIMONIALES EN EL ÁMBITO RURAL
1. INTRODUCCIÓN:
La ampliación de la definición de patrimonio que se ha venido haciendo en
las distintas leyes que sobre él se han ido sucediendo desde 1985 (a nivel
nacional y comunitario) ha permitido la identificación de bien patrimonial
(B.I.C.: bien de interés cultural) con determinadas realidades que hasta
tiempos muy recientes no habían sido consideradas: de índole natural,
etnológica, antropológica, bibliográfica...
Con este pequeño trabajo pretendo
elaborar un catálogo de lo que entiendo ha de contemplar el listado de todos
aquellos bienes pretendidamente patrimoniales y, por ende, objeto de ser
conservados, cuidados, restaurados, etc. Pero también, explotados a nivel
cultural, y, por lo tanto, analizados, estudiados y difundidos mediante
catálogos, libros y trípticos que lleguen al público en general, cuyo interés
por ellos siempre estará sujeto a lo que se les “vende” (y no me gusta la
palabra, por eso la entrecomillo) como cultural e históricamente significativo.
Yo me voy a ceñir a elaborar un
catálogo de lo rural (pues de lo urbano creo que ya está suficientemente
concretado históricamente). Entiendo que en el campo existen bienes tanto
muebles como inmuebles que han de ser objeto de conservación y, para ello, antes
de nada necesitan de un reconocimiento que ha de partir en primer término de su
catalogación como bien cultural o patrimonial. Esto último permitiría una
protección “oficial” y evitaría algunos desmanes de los que podríamos dar
cuenta suficiente. Me refiero no ya a los yacimientos arqueológicos (iberos,
celtíberos, romanos, visigodos...) catalogados o no, sobre los que no existe
sombra alguna de duda de que son bienes culturales y patrimoniales, sino, entre
otros, a los que han formado parte de una cultura más reciente, pero ya
obsoleta, perdida, debido ante todo a los avances de la técnica y los medios de
explotación: la de lo rural.
2.
LA ELABORACIÓN DEL CATÁLOGO:
Creo que pueden ofrecerse varias líneas
de investigación y rastreo que den lugar a la catalogación total de los bienes
rurales. Pero quizá se podría seguir una dirección integradora que recoja tanto
bienes naturales (y luego se verá a lo que me refiero) como arquitectónicos, es
decir, aquéllos fabricados por la propia naturaleza y los hechos estrictamente
por la mano del hombre. A ello hay que añadir –y creo que esto sí que ha
sufrido un descuido o desatención generalizada- un bien que forma parte en gran
medida del patrimonio oral, como es la toponimia, es decir, el nombre de
lugares, parajes, que nombran las distintas realidades que forman el ámbito o
espacio rural.
Para la elaboración de este catálogo
hace falta la inspección ocular del terreno delimitado, la consulta de mapas y
será imprescindible la información oral.
3.
EL CATÁLOGO:
Junto al nombre de la referencia
manifestaremos algunas opiniones o haremos las aclaraciones que encontremos
pertinentes.
3.1.
Los bienes de orden natural:
a)
Pinares:
Es algo que ha definido a nuestra zona, las grandes o
pequeñas extensiones de pinar que han ido disminuyendo con el paso del tiempo.
La protección contra la roturación, el peligro de incendio, el vertido de
basura o el hecho de acampar sin permiso, se ve necesaria.
b)
Encinas y otros árboles singulares:
La conservación de estos árboles,
objeto de protección ya sea por su singularidad en la zona, sus dimensiones o
su edad, muchas veces de ha dejado al albur de la propiedad privada, y el
interés porque, en muchos casos, desaparezcan para poder sembrar en su
emplazamiento ha dado lugar a su desatención.
c)
Arroyos y acequias naturales:
Han sufrido lo indecible debido a la
escasez de lluvias en los últimos tiempos. De ahí que los propietarios próximos
a ellos no han dudado en apropiárselos y pasarles el arado, precisamente a unos
cauces que, aunque reducidos, ha ido formándolos la naturaleza a costa de
muchos siglos.
d)
Lagunas y humedales:
Creo que son aplicables las palabras
citadas con anterioridad.
e)
Fuentes naturales:
La sequía ha disminuido su número y
caudal, pero no por ello se ha de acabar con ellas. Se hace precisa su
catalogación y protección.
f)
Cuevas:
Las hay naturales, junto con otras
hechas por la mano del hombre como resultado de la extracción de piedra, arena
o material para hacer yeso.
g)
Calderones y morteros:
Son pilas naturales aprovechadas antaño
para dar agua a los animales.
3.2.
Los bienes de orden arquitectónico y de
intervención humana:
a)
Pozos y pozatas:
Se distinguen normalmente por su tamaño
y su fábrica. El abandono en este caso ha venido favorecido por la desaparición
de los animales en las tareas del campo, así como de las huertas.
Mención aparte requieren los brocales,
que desaparecen de manos de los más desalmados, víctimas del pillaje.
b)
Casas:
Nuestros campos están diseminados de
casas de labor, algunas de las cuales fueron construidas junto a una huerta.
Cuando esto último ocurre puede haber en sus inmediaciones: balsas, pozos con
noria, pilas o bebederos...
d)
Cruces:
Ocupan lugares casi siempre al borde de
un camino, y suelen dar cuenta de una muerte trágica en ese lugar.
e)
Molinos de agua:
Puede aún verse algunos restos en las
orillas de los ríos. Es necesaria su conservación como bienes arquitectónicos y
antropológicos.
Junto a los edificios creo que hay que
indicar también la necesidad de conservación de los caces por los que discurría
el agua hasta llegar a ellos, así como las presas.
f)
Rodillos:
Usados antiguamente para allanar la
era, aparecen dispersos casi siempre en las inmediaciones de los pueblos.
Han sufrido también el pillaje y
latrocinio.
g)
Caminos, carriles y sendas:
Casi siempre son de propiedad común,
pero el abandono de algunos parajes o el apropiamiento por grandes propiedades
han favorecido su desaparición o desvío. Se precisa la consulta de mapas para
señalar debidamente su ubicación y reivindicar estas vías, como se está
haciendo con las distintas cañadas, veredas y cordeles de nuestra geografía.
h)
Chozos:
Estas construcciones han sido
abandonadas a su suerte al dejarse de utilizar. La fábrica y diseño de estas
construcciones es algo definidor de nuestro entorno rural y merecen su
conservación y restauración, para lo cual muchas veces no se necesita apenas
sino la mano de obra (y ciertos conocimientos), pues los materiales se suelen
encontrar casi en el mismo terreno donde se levantaron.
i)
Corrales:
En muchos casos aparecen aledaños a los
chozos referidos y otros aislados normalmente en cerros. Su fábrica es
sencilla, pero el paso del tiempo y su abandono los ha convertido en muchos
casos en simples montones de piedras.
j)
Pedrizas:
Son abrigos elaborados con piedras para
refugiarse a la hora de la comida del viento helado.
Creo que tienen cierto valor
antropológico.
k)
Majanos:
Son producto de descantar una tierra,
pero su forma cúbica peculiar creo que les otorga un lugar en nuestro catálogo.
k)
Chozas:
Me refiero a aquéllas en las que se ha
usado la piedra en las paredes y el ramaje u otros elementos naturales en la
elaboración del tejado. Debido a esto, en muchos casos tan sólo han pervivido
las paredes.
l)
Caleras:
Son construcciones peculiares de las
que quedan aún un buen número en nuestros campos y montes.
m)
Hornos:
Me refiero ahora a los exclusivamente
usados para la elaboración del yeso, abandonados a la erosión incluso en
pueblos que han dependido de ellos durante siglos.
n)
Palomares:
Conservan también una forma peculiar,
pero están siendo abandonados igualmente, dada su poca rentabilidad.
ñ)
Canteras:
Me refiero a aquéllas que
históricamente sirvieron para extraer de ellas la piedra con que en su día se
fabricaron la iglesia y otras edificaciones en las distintas localidades.
o)
Bodegas:
Las había también en el campo,
normalmente junto a caseríos o aldeas.
p)
Puentes:
Los hay con cierto ornato junto a otros
más rudimentarios, pero igualmente han de ser objeto de conservación.
Junto a ellos me gustaría señalar los
vados.
q)
Tejares:
Eran los lugares donde se elaboraban
las tejas. Solían tener un emplazamiento cercano a los pueblos.
l)
Ermitas:
Las hay incluso de mucha antigüedad,
pero pese a ello abandonadas en nuestros campos.
m)
Hitos y mojones:
Suelen delimitar los términos
municipales y a veces las fincas de gran extensión. Si bien alguno son meras
piedras de grandes dimensiones, en otros casos tiene forma cúbica alargada,
fruto de un proceso de talla.
Por supuesto, también los distintos
rollos o picotas colocados antes junto a algún camino a la salida de los
pueblos.
©Ángel Carrasco Sotos
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