Llegué del instituto, comimos y, después, medio vi la película que me suelo poner ("medio" porque casi siempre me quedo un rato sopa). Cuando terminó, le digo a la mujer: "¿Quieres que nos vayamos un ratejo a dar una vuelteceja por el campo?". Enganchamos la carretera La Alberca y en cinco minutos estábamos ya pingaos en una loma por la zona de Navalcaballo, en las "estribaciones" del cerro la Pila. No hacía mala tarde, pero íbamos bien abriguicos, que lo peor es refriate en esta época por la tontá de un berrunto.
Y fíjate que, cuando uno menos se lo espera, y en cualquier sitio del campo donde pares el coche y te des una vuelta por los alrededores, puedes descubrir lugares preciosos si uno sabe o quiere apreciar la hermosura de las cosas del campo, de los campos de nuestro Lugar. Yo, después de una hora o así pateando por allí me vine como niño con zapatos nuevos (y mi santa, que al principio se mostraba remisa, también). Uno no es que pueda decir que sea más de campo que las liebres, pero, no os voy a engañar, me encanta patear las lomas y andar entre los tomillos, casi siempre con la cámara al hombro por si sale algo al paso que uno considere digno de guardarse como un cromo más de su colección: un árbol, un animalejo, un hierbajo que me llama la atención, una pedriza o, en fin, cualquier cosilla que me llena el ojo. Por tal motivo, creo que el libro que más disfruté haciendo fue el de Mapa de Las Pedroñeras. Toponimia histórica comentada (el de los dos tomos rojos) con nuestro campo fotografiado y sus explicaciones históricas pertinentes. ¡Cuántas fotografías ahí mostradas ya no pueden hacerse! ¡Y qué pena dan esas pérdidas!
Por aquí os dejo una muestra de las fotejas que sacamos la mujer y yo andando por el cerro de la Pila. Espero que os gusten (no es que sean para exponer, pero... son nuestras fotejas).
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