por Vicente Sotos Parra
Así se explica que pedroñeros/as viejos de aquellos años lleguen a quedarse encorvados, hasta tal punto, que casi se den con las rodillas en la cara. Es la postura en que han pasado toda su noble vida, la clara consecuencia de que su bisagra ha sido dañada en el tiempo en el que sembraron, escardaron, espalotaron, y recogieron ajos.
La cifra de esos años sesenta era de 20.000 toneladas de ellos sin otro mecanismo que doblar la bisagra. Si esto no es motivo para acabar doblado/a que baje el que está en el cielo y haga justicia.
Vayamos al lío con el desafío, que resolvió el Jabato Felipón.
Aquel año había criado una buena cosecha de ajos el tío del Jabato Filipón Raimundo. Cortaron la tierra para el sembrado en Las Mesas, junto a tres paisanos del lugar. Llegando a coincidir algunos días en el sitio donde los tres plantarían sus dos fanegas de tierra de ajos. Cada cual a la suya, sin demasiadas confianzas.
Llegó el día de su recolección, y como el año se dio bien, y a la tierra no le faltó agua en todo el año, y para colmo tres días antes de su arranque le cayó una nube, se embarró la tierra, por lo que cada cabeza era acompañada con medio kilo de tierra. Decidió Raimundo llevarlos a secar a las eras del Charco y dejarlos unos días hasta que los pudiera llevar al corral para sacar la simiente, o venderlos.
El último día se les quedaron veinte haces en la era. Cuál no sería su sorpresa, cuando el tío y el sobrino acudieron al día siguiente y los ajos habían volado. Con las manos en los ijares mirando al cielo decía Raimundo.
-¡Si yo lo encuentro...! ¡Si yo lo encuentro...!
-¡El copón bendito y adorao!
- ¡Yo le rompo la crisma!
Le dijo Felipón: "Tío demos parte a la Guardia Civil". Así fueron al cuartel a denunciar el hecho. El sargento los interrogó para saber si ellos tenían algún indicio del delito de quien podría estar detrás del robo. No tenemos sospechosos, pero el chiquete dice que los reconocerá nada más los vea.-- Joder y parece que tiene trazas de zote, y lerdo, pero la ley no se contenta con que el mozo reconozca sus ajos. Es menester que la autoridad se convenza al mismo tiempo de la preexistencia de la prueba, y que se identifique con prueba fehaciente. ¡Así será mi sargento!-- Mi sobrino viéndolos le dará la prueba que usted necesita.-- Esto no me lo pierdo yo. Así el sargento con un guardia de apoyo iniciaron la investigación ocular para encontrar los ajos. Ya tenían más de diez visitas realizadas, y nada. Conforme entraban viendo las cinas y cogiendo un haz en cada mano Felipón los volvía a dejar en el sitio, otros ni los tocaba y daba un… ¡ No!…¡No! estos no son. Bien por no tener el calibre que él sabía que tenían o por tener las raíces limpias de barro.-- No me estaréis jodiendo con tantas visitas…-dijo el sargento. Si no los encontramos pronto, yo me marcharé al cuartel y ya seguiremos otro día, ¡Vete tú; a saber dónde leches estarán!... Además, como no tengamos pruebas...
Así, con los ánimos alterados, llegaron a la casa del fulano vecino de la tierra. Nada más llegar se le puso la cara amarilla como de cera… diciendo que lo estaba su mujer esperando, dando a entender que no quería que pasasen a su corral… No, quédese que estoy hasta las pelotas de recorrer este dichoso pueblo.-- ¿Todos estos ajos son tuyos? ¡SÍ! -Contestó el fulano- ¡Hale, muchacho, le haces la prueba. Sacó dos haces del fondo que formaba la media luna y los dejó delante del sargento, diciéndole: ¡Este es de mi tío, y este, no! Furioso, montando en cólera el fulano, juraba y perjuraba que eso era mentira.
--¡Que no!
--¡Que sí!
--¡Tío ladrón!
--¡Tío tunante!
--¡Hablen ustedes con más educación, son indecentes! Los hombres no deben faltarse de esa forma, de esa manera. -Dijo el sargento, dando un puñetazo en el pecho a cada uno.
Cuando iban a llegar a las manos, el sargento llamó a Felipón.
--¡Dime cómo sabes que estos ajos son los de tu tío… y estos no!
--Muy fácil, todos los haces están atados por mí, y tienen tres nudos. Esto requiere tener fuerza en los riñones, y unas buenas manos para tirar de la cordeta, y tengo por costumbre hacer tres nudos a los haces, y si no me cree usted, le ruego lo compruebe cómo los demás haces tienen dos nudos y este que es de mi tío tiene tres,
Cogiendo un haz del fondo de la tiná, lo dejó en tierra, luego cogió un haz de los que estaban formando a cara vista. Lo miró el sargento y se quedó pasmado de lo cierto que era lo que según él, zote y lerdo del muchacho le decía.
--Dentro de una hora te espero en el cuartel, después de llevarle los veinte haces a tu vecino.
El pueblo entero se enteró de lo que hizo aquel fulano.
Felipón fue primero zote, lerdo, y luego sabio.
(CHASCARRILLO)
De cordetas y de nudos,
supo de quién eran los ajos.
No he cambiado el nombre
porque sigue habiendo fulanos.
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No es pobre el que tiene poco,
sino el que mucho desea.
(SENECA)
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