por Vicente Sotos Parra
Como venía siendo costumbre, se solían reunir estos cinco mozos en las fiestas patronales de cada lugar de cada uno de ellos. Esta vez le tocó a Pedro “Mangones” hacer de anfitrión. De buena mañana llegaron Felipón, el “Jabato pedroñero" y Aurelio, el “Mudo” provenciano, cada uno en su bicicleta: uno en una BH, el otro en la Orbea, mientras Abundio el meseño “Ratón Colorao” se encargó de recoger al de El Pedernoso, “el Galgo”, con su SEAT 600 sobrándoles coche, pues entre los dos no pesaban más de 70 Kg., teniendo un sable más carne que los dos juntos.
Llegaron a las portás de la casa de “ Mangones” tocando el claxon de forma continuada, en el momento que hacía su paso un gitano con cinco mulas y tres borricas. La casa se encontraba a la subida al castillo y a las eras, que era lugar de tratos de estos animales, soltándose dos mulas y una borrica. El gitano se fue cara al “Ratón” y le asestó: "¡Mal dolor de barriga tengaaaas y del corral no salgas en toa la semana, payoo!" Al alboroto hizo que el vecindario saliese a la calle entre ellos los amigos de los recién llegados. Se dirigió “Mangones” al gitano diciéndole… "No me toque los co…..es, Nazario, que ya me conoces y sabes cómo las gasto si me los tocas… Estos son mis hermanicos. Hale, al castillo a cagar.
La casa de “Mangones” fue en algún tiempo de alguien que pertenecía a la nobleza, de ahí su enclave, con su fachada blasonada, su patio de columnas y el pozo en el centro. Con el suelo enguijarrado dándole el toque de tener muchos años.
No pudiendo entrar el coche ya que las piedras de su entrada estaban a una altura superior a la altura de los bajos, estaban las rodás de los carros y las galeras que tantas veces pasaron por ellas.
La madre los recibió dándoles un abrazo. El padre murió cuando Pedro tenía diez años y tres hermanos, siendo el mayor, por lo que tuvo que ayudarle a su madre a sacar aquellas tierras adelante no teniendo ni tiempo de ir a la escuela. Lo poco que sabía se lo enseñó la hermana por las noches.
En el tiempo de la mili, los dos hermanos, la madre y hermana siguieron cuidando de que no se quedaran iriales las tierras.
Esta vez no fue paloma, fue una cuerva que el mismo “Mangones” se encargó de hacer saliéndole, un poco fuerte… ¡Coño! “Mangones” te has pasao con la gaseosa… esta buena… un poco floja! ---aquí el flojo eres tú “ratón”, la cuerva está hecha con el mejor vino que hay en Belmonte …,no me jodas “ratón”--- no entendiendo este que andaba fuerte. El “Galgo” acachó la cabeza, se llenó la mano de rolletes y se fue llenando el buche entre tragos y rolletes.
El rancho fue un pisto con mucha chicha y poco tomate. Fue la madre de “Mangones” la que le dio el punto, pues ya se sabe que las mujeres de esa edad tienen buena maña para los ranchos. El pisto estaba gloria bendita hermana---dijo el Jabato pedroñero. ¡Si es que nos está to gloria!---dijo el “Galgo”.
Saliendo a mientes lo del boleo de nuestro lugar…aquí lo que tenemos es echar una barra, pero a estos dos les gano sin despeinarme, refiriéndose al “Galgo” y al “Ratón” ¿Jabato, tú te atreves a echar una barra mano a mano?…No jodáis que nosotros no pintamos “na”. Copón tú le llevas la barra al Jabato y el “Galgo” llevara la mía y el “Mudo” a lo suyo de repartir justicia. ¡Ten cudiaoo, y no se te vayan a hacer los sesos agua Copón!... le dijo el “ratón”.
El “echar una barra” era una expresión de hombría y de ser buen mozo. Partía casi siempre de un reto entre mozos del mismo lugar o de pueblos vecinos, y en donde las apuestas surgían con frecuencia. La barra elegida fue la de 11Kg y 90 cts. de largo. Ya que la de 5Kg y 70 cts. les pareció pequeña. Los dos estuvieron de acuerdo. Tenía en Belmonte fama “Mangones” de ser un buen tirador, es por eso que las barras las tenía en el lugar donde se guardaban los arreos de los animales.
Otra vez en armoniosa compañía, los cinco mozos se dirigieron a la era de “Mangones” para trazar el campo y las líneas de las cuales debería caer la barra en punta, nunca de plano ni de la parte trasera de esta. Se encontraron que la era estaba ocupada con los animales del gitano Nazario que la tenía todos los años como puesto de venta y cambio de los animales. La era parecía un corral de gallinas, pero en vez de gallinazas eran cajones de las mulas y burras. Se puso con las manos en jarras, llamó al gitano Nazario diciéndole: ¡Tienes diez minutos para limpiar la era si no quieres que te suba hasta el castillo dándote pescozones! --- El gitano lejos de ponerse a barrer la era hizo correr la voz de que “Mangones” le quería pegar. Toda la comunidad gitana, que no eran pocos, a los cinco minutos estaban rodeando a lo cinco amigos en actitud desafiante. Allí se iba a liar gorda, recibiendo todo tipo de insultos al cual más grosero y obsceno. Se pusieron en guardia “el Jabato pedroñero” ---les dijo…, Hacemos un corro con los culos tos pegaos para verlos venir . El “Ratón” y el “ Galgo” con las barras y nosotros dos a pescozones, que manos nos sobran y fuerza también. Así juntaron los culos apretaos teniendo las espaldas cubiertas siempre por uno de ellos, pues los gitanos tenían fama de ser traicioneros a la hora de reñir y por menos de na te metían la navaja por la espalda y luego nadie sabía nada.
Fueron rodeados de forma amenazante, el primero que se acercó a “Mangones” era primo de Nazario le dijo…: Vosotross, payoss sos vais de aquí que la era es de mi primoo…no estando al alcance de que se le pudiera alcanzar…,sousvais de aquí ahora mesmo si no queréis que los pinchemos como a un pincho morunoo… Había dado un paso adelante poniéndose a la distancia para que “Mangones” le soltase con la abarca con suela de cubierta de neumático una patá en sus pelendengues, partes nobles dejándolo dolorido, a la vez que se le puso al alcance de su mano le arreo un pescozón en la cepa de la oreja que lo levantó del suelo, a dos metros de donde estaban dejándole la cabeza como un sonajero en las manos de un niño pequeño, y la entrepierna con los huevos a punto para hacer una tortilla, saliéndole por los ojos unas lágrimas como puños. Fue un milagro que las lágrimas no fueran de sangre, quedándose con el cuerpo descoyuntao, y sin las ansias de seguir diciendo que se fueran de la era, al resto también perdieron la ganas. Fue digno de ver aquellos cinco amigos, con los culos apegaos uno junto al otro. No sabiendo por dónde meterles mano los gitanos, si atacaban a los pequeños tenían las barras, y los grandes podían darte un pescozón y saltar por los aires. Habló el “Mudo”--- y les dijo…¡Todos fuera de la era! Se presentó el patriarca con su gran panza, su garrota, bigote y sombrero para calmar la pelea… No queremos grescas, payoss, vosotros sus quedáis en la era, mi familia me la llevo a otro lugar, payoss… Sí, pero mande que limpien la era de cajones ---dijo “Mangones”--- Juanilloo …,y tú, Pacracioo, le ayudas a dejar en condiciones la era, y estooh se a acabaoo---dijo el Patriarca.
Ya no pudieron celebrar el desafío del tiro de la barra. La era se quedó limpia de cajones, y gitanos… hasta el próximo año.
(Chascarrillo)
Estos cinco amigos manchegos
se juntaron para pasar el rato.
No pudieron tirar a la barra,
pero sií se guardaron las espaldas.
“La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre nada sobre la mentira como el aceite sobre el agua”.
(Miguel de Cervantes Saavedra)
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