Se suelen camuflar habitualmente, pegadas a las ramas o troncos de los chopos y otros árboles, pero ayer, estando en la huerta comencé a escuchar un ruido raro apenas a unos metros. Algo se movía por el suelo. Al acercarme, vi que era una chicharra (lo que más extendidamente se conoce como cigarra). Estaba moribunda. Se ve que había llegado su hora. Pero aún se movía y decidimos tirarle unas fotos y grabarla. Mientras, el resto de sus compañeras movían sus hélitros para proporcionarnos ese "canto" continuo mientras el sol pegaba a lo bruto a esas horas de la tarde. Decía el cantarcillo popular:
Cuando canta la chicharra,
¡madre mía, qué calor!
Estoy a la sombra y sudo,
¡qué será mi amante al sol!
Os dejo por aquí los tres vídeos y el reportaje fotográfico
(todo es obra de Pilar Martínez)
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