FELIPÓN en SAN JULIÁN (Capítulo 28 de las historias de Felipón, su chico de la Felipa) | Las Pedroñeras

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sábado, 19 de febrero de 2022

FELIPÓN en SAN JULIÁN (Capítulo 28 de las historias de Felipón, su chico de la Felipa)

 

por Vicente Sotos Parra


Paisanos y paisanas, que ha pasado para que una fiesta como era la de San Julián se ha dejado de celebrar con la ilusión y el fervor de antes. Ya sé que los tiempos cambian y que tenemos que adaptarnos a ellos.  Pienso que al paso que avanzamos nos dejemos en el camino lo mejor de nuestras tradiciones y costumbres que nuestros abuelos llevaron siempre al paso por sus vidas, no siendo estas más fáciles de lo que lo son en nuestros días.

Esto lo cuenta con todo lujo de detalles en su libro Ángel Carrasco Sotos en “GUIA SECRETA DE LAS PEDROÑERAS” 2    LAS  TRADICIONES  allí lo cuenta mejor que nadie. (“San Julián, noviero y calabacero”, se decía, pues era un día apropiado para pedir salir  a una chica y eran estas  las que te aceptaban  o te despreciaban dándote calabazas). 

Poco se le puede añadir a lo dicho en este completo y documentado libro.

Como contador de historietas de nuestro paisano Felipón, pasaré a contar lo que le pasó aquel año a nuestro paisano, en aquellos tiempos en el que el día de San Julián. Era fiesta de guardar.

Corría  los años 1950  y el tío de Felipón, Raimundo, fue el sargento de la cofradía de San Julián. Ya conocemos a Raimundo en los asuntos de ostentación de cara a los demás vecinos. Siendo este cargo en la cofradía en tercero en relevancia y estaba obligado a dar el puñao. Y portaba igualmente insignia (palo que en su extremo lleva un pequeño santo) 

Aquel año, Raimundo quería superar al del año anterior en el mismo cargo por lo que no paró en gastos en sacar el mejor puñao y los escriños no paraban de salir. Así como las lebrillas de cuervas que desaparecían en un abrir y cerrar de ojos. Los cofrades, músicos y chiquetees que sedientos, y hambrientos de todo lo que no cuesta, vaciaban los escriños y las lebrillas en un abrir y cerrar los ojos. Incluso  hubo quien hacía acopio y aprovechaba para llevarse a su casa los bolsillos llenos de puñao. Al estilo pobre: ¡Antes reventar que sobre!

Dijo el porrero que se encargaba de hacer el puñao y las cuervas:

"Madre del amor hermoso, ¿de ánde sale todo este gentío?… Raimundo, que no doy a basto a hacer puñaoo…ni cuervas … la mitad de ellos nunca van a misa son todos unos “gorrominos”. ¡Que no tienen otra cosa mejor que hacer!

Por la mañana del día 28, la paloma y unas almendras, con la paloma, pasaba lo mismo que con la cuerva algunos cargaban el cuerpo del líquido elemento, y al no poder hacer acopio de esta se llenaban hasta el copete, motivo por el que luego no podían llevar las abarcas en la procesión.



Casi aquel año el alcalde deja de estar entre los vivos. El hombre ya mayor y con los achaques de la edad, no se perdía una que tuviese puñao, paloma o cuerva. No, no, no pasaba ni hambre ni sed, solo que le gustaba hacer parroquianos y alternar de forma y manera que no saliese de su bolsillos las perras.  Hombre de presencia grande de comer bien y beber mejor. Digamos que alternaba con don José María Mendizábal y con el párroco de aquel entonces, haciendo sus comilonas y partidas de cartas por las tarde. Y por las noches, si se terciaba, se dejaba los huesos del pollo enteros en el plato. A las cuervas siempre les encontraba unas faltas: "¡Está floja la cuerva! Ponme otro vasete" Y así hasta que el paladar le decía que no estaba mala, siendo el primero en llegar y el último en dejar de comer puñao, beber cuerva o paloma. Y cuanto más bebía, mejor le parecía. Y como ya le conocían, a la pregunta cómo estaba la cuerva, él contestaba "¡Hoy no tenía ganas yo!" Y lo mismo con el puñao.

Después de harto de cuerva, de puñao y paloma soltaba lo de "¡Hoy no tenía ganas yo!"

Fijaos que el mayordomo hacía cuervas y puñao, el capitán, el sargento lo mismo, y el alcalde era el cargo honorifico, bebía y comía de todos, pero no estaba para de su bolsillo poner una perra gorda… Esto sí que sigue igual. 

Lo del reparto del panecillo  fue  para enmarcar.

 Las madres llevaban a los recién nacidos a recoger el panecillo de San Julián.

--- ¡El chiquitín no puede comer pan, que no tiene ni un mes la criatura!

 Le dijo el alcalde a la mujer del pernoseño.  

---No come pan, pero si se lo mojo con la leche del pecho no dice que no.

Le contestó la buena mujer.

 Dando media vuelta, se lo metió el pan en la faldiquera.

Era pequeño el pan… pero grande para ella.

Los más necesitados de dinero y no de salud le metían una perra gorda porque se creía que así no faltara dinero en la casa en todo el año.

Ese día se acudieron a tomar la paloma en casa del mayordomo, los de siempre, y el señor alcalde le cogió sin ganas y, después de unos cuantos vasos de paloma y almendras, se empezó a poner blanco como una pared recién bloqueá de cal. 

Justo a su lado se encontraba Felipón.

 ---- ¿Hermano, que le pasa?

  ----Hermoso mío, corre y tráete otro vasete de paloma que tengo una almendra en el galillo atascá.     

Llamó Felipón a su tío.

---¡Chacheee, el hermano alcalde se muere!  

Allí tienes al cura suspendiendo la misa y todo el mundo preocupao por el gorromino del alcalde, que a punto estuvo de que en la misa del día veintinueve su nombre  estuviese entre los difuntos. 



(CHASCARRILLO)


El día de San Julián 

el  alcalde casi se muere.

Fue culpa de la paloma,

o de las almendras verdes.


El día de San Julián.

paloma, cuerva y puñao.

Después la procesión, el que

cargó el barco… no la acabó.


San Julián patrón de Cuenca,

te pedimos un favor:

Deja que viva nuestro alcalde,

no sea que el que venga… sea peor.


Sin ganas se bebió la paloma.

Sin ganas se bebió la cuerva. 

Sin ganas se comió el puñao.

Felipón de ahogarse… lo salvó.

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Sobre todas las cosas,

respétate a ti mismo.

(Pitágoras) 


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