FELIPÓN Y EL HERMANO PUCHERETE: Una historia de misterio (capítulo 54) | Las Pedroñeras

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miércoles, 19 de julio de 2023

FELIPÓN Y EL HERMANO PUCHERETE: Una historia de misterio (capítulo 54)

 

por Vicente Sotos Parra


Aunque me llaméis oscurantista, hemos de reconocer que en el globo terráqueo ocurren todavía cosas sobrenaturales, esto es, cosas que no caben en la cuadricula de la razón, de la ciencia ni de la filosofía, tal y como hoy se entienden o no se entienden, semejante hechos.


Siendo el hermano “Pucherete” pastor de una de las casas con más ovejas del lugar, tenía ya casi 70 años bien cumplidos, y desde que su madre lo destetó, fue siempre pastor. Se conocía como la palma de su mano las tierras donde pastoreaba las ovejas. Pedrizas, lindes, pinares lo guardaba todo en su prodigiosa memoria como si todo lo que ocurrió antaño, hubiese pasado ayer. Lo que sigue es lo que le contó a Felipón. Los hechos narrados rozan lo inverosímil, por no decir el puro y simple delirio. Sin embargo, hay que admitir que no teniendo ningún tipo de documentación para corroborar esta historia, pero por su calidad no parece  que sea fruto de ninguna mistificación del hermano “Pucherete”.

Vivía el hermano cerca de la casa del abuelo de Felipón y era conocedor de la penuria de la familia, por lo que acudió hablar con Felipa para que se fuera el chiquete de rochano* a la casa donde él estaba de pastor. Allí fue donde el hermano “Pucherete” le contó toda esta historia.

De ser cierto lo que le cuenta a Felipón, se trata de la revelación del secreto más asombroso y tenebroso que pasó en nuestro lugar, y la gesta poco contada del pastor. Y quizás más asombrosa aún por la conjura de silencio guardado el secreto, como si el hecho de compartirlo le fuera a quitar la importancia de ser el único testigo de lo ocurrido. Así  las deducciones hechas a partir de frases oídas en los bares, cuando la noche y el cansancio comienza hacer mella en la obstinación de los hombres, el encuentro con el superviviente, que en el delirio de su agonía sin parar, revelando el terrible secreto, ¡al fin! Y, por último, tratando de interpretar el último acto del drama que pese a todas sus fuerzas, permanece envuelto en un halo sobrenatural y exige de nosotros un verdadero acto de fe.

Difícilmente habrá existido otra persona como el amo de las tierras y ganado, ni existirá en el futuro. De él se decía que almorzaba con el Señor y cenaba con el Diablo. De él se decía que antes de su nacimiento en los sueños de su señora madre había aparecido el demonio, y más tarde el Señor, lo que prueba que desde el comienzo de su vida le estuvo concedido ser muy diferente al común de las personas. Cada uno de sus actos siempre lo antecedía la polémica, a favor, o en contra, no sé si llamarla imponente o suntuosa, pero tiene algo realmente extraordinario, que escapa al criterio de la gentes comunes como nosotros. Como es de suponer, había quien lo calumniaba, y lo calificaban de deplorable la conducta de amo; otros lo ensalzaban a los altares. 

Pero aunque  nos cueste creerlo, ¿acaso una ventura tan descabellada podía tener un final menos absurdo? ¿Sería realmente un prodigio que fascinado por una locura tan pura, los poderes de las tinieblas, de los que a veces se oyó hablar en tiempos pasados, salieran  de los abismos australes para responder al desafío dignamente?

El hermano “Pucherete” hablaba poco con la gente. A veces tuvo la impresión de que en el lugar sabían más que él, pero prefería evitar el tema. Como si se tratara de uno de esos secretos que es mejor no conocer porque el miedo a dejar escapar una palabra, a cometer una indiscreción por pequeña que sea, se convierte  para los iniciados en una posible pesadilla (tan grave es lo que está en juego), uno rehúye hablar incluso a los amigos y no se relaja nunca, y vive en familia, se despierta sobresaltado por la noche con el miedo de haber hablado en sueños y que su mujer lo haya oído.

El hermano “Pucherete” era un hombre  muy puntilloso y cumplidor, pero sin la menor creencia en la fe católica. Su temor, no del todo simulado, era tener que dejar la finca donde tantos años llevaba y daba de comer a su mujer y a sus cinco hijos. Por mucho que agudizara el oído, y estuviera con los ojos bien abiertos, no logró descubrir el menor  indicio,  una palabra, una alusión, ni un gesto, ni una mirada nada que de algún modo tuviese algo que ver con el inquietante enigma.

Era muy pocos, se puede decir que más bien nadie. Elucubraciones gratuitas, que quizás fueron el fruto de alucinaciones, agrandadas por la gente, o incluso puras invenciones. Parecía que nadie tenía idea, que nunca habían oído hablar de aquel encuentro del hermano “Pucherete”

Pero ahora solo queda un páramo pedregoso y abandonado por donde no pasa nadie, con esa concavidad en medio que ya no tiene sentido, y sobre él unos cuantos pájaros parecidos a cuervos que dan vueltas tendenciosamente emitiendo graznidos quejumbrosos bajo el cielo gris, cada vez más lejos, hasta un remotísimo horizonte completamente deshabitado.

El misterio se hacía así aún más verdadero e inquietante. El  hermano “Pucherete “ya no podía echarse atrás ni aunque lo intentara con todas sus fuerzas; tenía que llegar hasta el final, incluso a costa de perder lo que le quedaba de  vida.




Los hechos

Corría el mes de mayo de 1956. De pronto ese enigma tan difícil y oscuro se resolvió prácticamente por sí solo. En un periódico de Cuenca se publicó una noticia sobre un intento de suicidio del dueño de la finca. Habían encontrado al dueño sin sentido y ensangrentado con una herida grave en la cabeza. Todavía llevaba la escopeta en las manos. El hermano "Pucherete" se lo encontró con la cabeza casi separada de los hombros y hablando sin parar. De vez en cuando, se despertaba y volvía a hablar, diciendo cosas sin sentido aparente, por lo que todos estaban convencidos de que deliraba. La herida –según los médicos– era grave, había pocas posibilidades de que el hombre sobreviviera.

No contando lo que le estaba pasando, siempre taciturno y reservado más que nunca, no había contado casi nada de lo que le había ocurrido. ¿Reconoció el señorito a "Pucherete" cuando este entró en la pequeña habitación del hospital? Parece, en todo caso, que el señorito respondía casi siempre a las preguntas que le hizo el hermano, pocas a decir verdad, porque los médicos habían prohibido interrogarle. Ya hablaba demasiado, como si tuviese dentro un espantoso atasco de cosas reprimidas que ahora trataban de liberarse de todo lo que en él fermentaba con dolor desde hacía demasiado tiempo.

En esa verborrea interminable que solo cesó una hora antes de su muerte, el amo nunca mantuvo un discurso coherente. Los recuerdos surgían de aquí y de allá sin ningún orden, de modo que un episodio le seguía a otro, que a lo mejor había tenido lugar varios meses antes. 

Por eso, la historia que el Jabato Felipón escuchaba del hermano "Pucherete" y pudo reconstruir  presenta numerosas lagunas e incoherencias. Pese  a todo, Felipón creyó que nada de lo que salió de los labios del hermano "Pucherete" era fruto del delirio. La narración, aunque fragmentaria, está siempre motivada, y, sobre todo, despeja de un modo exhaustivo las principales incógnitas que había planteado. Sea como fuese, se trata del único testimonio directo y digno de fe de uno de los acontecimientos más maravillosos de nuestro lugar. Que Dios se apiadara de los que estuviesen cerca porque ni siquiera tendrían tiempo de dirigir una oración al todopoderoso. Al fin y a la postre, cada lector habrá de juzgar el caso según sus propias sensaciones y creencias. Prefiero por consiguiente, poner punto final a esta historia.

--¡Ave María Santísima! …¡Ave María  Santísima!

-No importa el lugar, jóvenes o viejos, cielo o infierno... Yo estará siempre entre ellos.

El cielo, como testigo, solo algunos jirones de nubes alquitranadas.  Y en el horrible silencio que abrió en sus corazones como una tumba vacía e inmensa.  Mientras el viento rezumbaba…, rezumbaba…, rítmicamente.



(CHASCARRILLO)

Nadie supo lo que pasó ese día:

unos, que fue el diablo el que hizo justicia,

disparándole a la cabeza a aquel que se lo merecía;

otros, que la Virgen le dejó vivir unos cuantos días.


El  hermano “Pucherete” se fue a la otra vida,

dejando esta historia a Felipón contada.

 Si es verdad o mentira, aquella visión Mariana,

como no quedan testigos que cada uno piense lo que le venga en gana.

………………………………………………………………………..

El espacio que vivimos,

no es vida sino tiempo.

La brevedad de la vida.

¿Por qué nos quejamos

de la naturaleza, y no de nosotros?

Seneca

*Rochano: Joven auxiliar del pastor, que se cedía por la manutención y cobijo.

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