por Ignacio de la Rosa Ferrer
El problema de la fijación de términos entre las poblaciones de San Clemente y El Provencio era un asunto antiguo. No tanto porque el contencioso, después de la belicosa experiencia de 1500, se reanudase en 1525 durante dieciséis años, sino porque las raíces del conflicto se remontaban a los primeros tiempos de la Reconquista. Los términos de El Provencio, y la misma aldea surgida en ellos, habían pertenecido a la Tierra de la ciudad de Alcaraz en un principio. Así lo reconocía el procurador de la villa de San Clemente Antón Fernández en 1537:
porque el dicho lugar del Provençio fue aldea de la çiudad de Alcaraz e paresçe que la villa de Alarcón en cuyo derecho susçedió tenya e poseya los dichos términos
El catorce de mayo de 1537, la villa de El Provencio daba poder a Julián Grimaldos para que fuera a la ciudad de Alcaraz a sacar traslado de los viejos amojonamientos de esta Tierra, de la que El Provencio era parte integrante. Dos días después se muestra al procurador provenciano un libro con cubiertas de cuero colorado, escrito en pergamino y con sello de plomo pendiente en cuerdas de seda de colores. El privilegio conservado era el original de los reyes Alfonso y Berenguela, sin datar, con una fecha correspondiente a la confirmación del Rey Fernando IV en noviembre de 1308, aunque con confirmación anterior de los reyes Alfonso X y su mujer Violante.
que viemos fuero e previllegios del muy noble e muncho alto e muncho Rrey don Alfonso mi visagüelo e del muy noble e muncho alto e muncho honrrado rrey don Fernando mi padre en que dieron e otorgaron al qonçejo de Alcaraz para syenpre la villa e sus aldeas con todos sus términos sobre los quales términos ayan y grandes contiendas con las hórdenes de Santiago e de San Juan e con los conçejos de Alarcón e de Chinchilla
Alfonso X hizo romancear el fuero de Alcaraz, al tiempo que fijaba los términos para garantizar la paz con la villa de Alarcón y la ciudad de Chinchilla: porque he muy gran sabor que los de Alarcón ayan paz e avenencia entre sy con todas sus vezindades. La fijación de términos definitiva habría de esperar a la sentencia dictada en 1318 en la villa de San Clemente. La delimitación de términos de Alcaraz incluía el suelo sobre el que se asentaría la futura puebla del El Provencio:
e dende adelante al rrío de Záncara ençima de las lavores del Quebrado término de Alcaraz e dende adelante al Atalayuelas de Majara Helín (Hollín) e en su derecho como va al Pozo del Arenal a el Pozo Mojón e dende adelante al Pozo Seco en el villar de Guillamón e dende adelante va por el camino derecho al Pozo Minaya mojón e dende adelante anda enderredor todo el llano e va a la cabeça de la Espartosa que dizen la Coscoja e dende adelante a la Espartosilla
El Provencio sacado así de la ciudad de Alcaraz, iniciaría una nueva andadura histórica. El Provencio sería comprado por el infante don Juan Manuel que lo dotaría de una carta puebla el 29 de marzo de 1319, confirmada posteriormente por Blanca, la nieta de don Juan Manuel. La carta puebla de don Juan Manuel eximía al lugar de El Provencio de las leyes del fuero de Alarcón, siendo regida, sin alcanzar el título de villa, por la el Libro de las Leyes o Fuero Juzgo. El Provencio evitó presentar dicha carta puebla en el pleito, en cuanto declaraba la exención de pechos y tributos a todos los que fuesen a poblar el lugar, salvo el diezmo de los frutos que se cogiesen. O al menos eso decía la carta puebla, pues a la altura de 1530, los vecinos decían estar exentos de pagar, a diferencia de sus vecinos de San Clemente o Las Pedroñeras, el cahiz del trigo y cebada a las iglesias de Alarcón, siendo presumible que en principio lo pagaran a Alcaraz, a cuya división religiosa seguían perteneciendo. Con el tiempo El Provencio acabaría integrándose en la diócesis de Cuenca con un gobierno eclesiástico diferenciado propio y separado del arciprestazgo de Alarcón. En el siglo XVI nos aparece dotado de una vicaría y jurisdicción eclesiástica de por sí. Ejercía de vicario a mediados de siglo Juan del Pozo. La dotación de dicha vicaría a Juan del Pozo fue otorgada por el obispado de Cuenca Diego Ramírez de Villaescusa en las primeras décadas del siglo XVI. Juan del Pozo no ejerció nunca la vicaría, cuya tenencia llevaba en su lugar Francisco de Huerta. No obstante, la separación eclesiástica de El Provencio de Alcaraz, en 1457, conocemos una donación de un vecino de Vara de Rey a favor del cura y vicario Alonso Ferrera, que nos lleva a pensar que el vicariato ya se había establecido antes.
Tampoco pagaban el derecho de borra a la villa de Alarcón. Sin embargo, la reciente puebla se colocaba en la órbita de Alarcón que empezó a tratarla como una aldea propia, exigiéndole derechos de molinos. Don Juan Manuel renovaría los privilegios a sus pobladores por nueva carta puebla de 12 de abril de 1335, que impedía a los vecinos de Alarcón entrar en sus términos y a los moradores de la puebla vender sus propiedades a caballeros o clérigos. Y es que a las pueblas les costaba despegar: la donación de Minaya en 1330 a favor de Diego Fernández de Cuenca, tuvo que ser ratificada por don Juan Manuel el 12 de abril de 1335, dos meses antes de la que tratamos, a favor del mencionado, con el derecho de poblar Minaya con cincuenta moradores; reteniendo la justicia para el infante. Pero en el caso de El Provencio, sí que, reproduciendo el gobierno de Alarcón, menciona alcaldes y un juez, que recibían las penas (y en este caso, es pena que supera los sesenta maravedíes de la jurisdicción que tenían reservada la justicia de las aldeas de Alarcón) compartidas con su señor don Juan Manuel. Pero dicho documento sigue hablando de puebla, no de villa. En 1372, la puebla, aunque solo tenemos constatación del calificativo de villa en 1408, pasaría a los señores de Calatayud. La singularidad del Provencio que, de aldea de Alcaraz, pasó al infante don Juan Manuel para acabar en señorío de la familia Calatayud, quedó reflejada en las numerosas confirmaciones que los reyes hicieron de los privilegios concedidos por el infante don Juan Manuel. Las mercedes hechas por los Calatayud fueron pocas, entre ellas se conservaba en el archivo municipal la cesión por los señores de la villa de un molino en el sitio de Masegarejo en el año de 1486 a un hortelano llamado Alfonso López. La cesión se convertiría con el tiempo en un hito más en la fijación de términos.
El legado de don Juan Manuel acabaría pasando en 1366 al infante don Pedro de Aragón, que años después sería recordado en la memoria oral como el Marqués viejo. Su hijo, Alonso de Aragón, en premio a los servicios prestados, daría la villa de El Provencio a su mayordomo Luis Sánchez Zapata de Calatayud el año de 1372. La villa, su jurisdicción y términos, serían heredados por sus hijos y sucesores. Con la salvedad de que el título de villa, y la consiguiente jurisdicción propia no sería concedida hasta décadas después. Con los Manuel y los infantes de Aragón los provencianos se aprovecharon, aun perteneciendo en origen al suelo de Alcaraz, de los usos comunes de la Tierra de Alarcón. Pero cuando el Marquesado de Villena cayó en manos del maestre don Juan Pacheco, los provencianos vieron negados esos derechos. Especialmente, y tal como sabemos por el amojonamiento de El Provencio y Las Pedroñeras, este último pueblo y los vecinos de Las Mesas y El Pedernoso negaron el acceso a sus montes, aguas y yerbas, a la roturación de tierras o a la caza a los vecinos y ganados de El Provencio. Los caballeros de sierra de Belmonte, bajo cuya jurisdicción habían caído las tres aldeas citadas, comenzaron a multar y prendar a los provencianos.
El señor a la sazón de la villa de El Provencio elevó sus quejas al maestre don Juan Pacheco, que nombró como juez de comisión a su criado Rodrigo de Mula, o Melgarejo, para entender en el caso. Se trataba de mantener la situación privilegiada de El Provencio, tal como había sido otorgada por la primera carta puebla por el infante don Juan Manuel: reserva de los términos de El Provencio a sus moradores y, por contra, libre acceso a los aprovechamientos del suelo de Alarcón, excepto con las consabidas cosas vedadas, a saber, tierras de pan y vino, dehesas y respeto al marco de Alarcón en la corta de leña. La práctica de aldeas como El Pedernoso, Las Pedroñeras y Las Mesas, una vez reducidas a la jurisdicción de Belmonte, era negar el acceso a sus montes a los vecinos de El Provencio, salvo para cortar romeros, aliagas, atochas y matas rubias.
LOS CONFLICTOS CON LAS PEDROÑERAS
Rodrigo Mula acabaría pronunciándose a favor de los vecinos de El Provencio el 16 de noviembre de 1471. El uso comunal de los montes de los pueblos vecinos duró hasta los años noventa (aunque los testigos ampliaban el momento hasta 1510). En los años ochenta, el concejo de Las Pedroñeras, con el apoyo del gobernador del Marquesado Ruy Gómez de Ayala, que sentenció a su favor, cerró sus términos y colocó mojones desde la cañada del Pozo Duz hasta el río Záncara. Las referencias fueron sin duda los mojones que don Juan Pacheco ya había puesto cuando Las Pedroñeras y Las Mesas pasaron a ser aldeas de Belmonte y antes de la sentencia rectificadora de su criado Rodrigo Mula. Los mojones serían contestados por la villa de El Provencio, que litigó con Las Pedroñeras. Se nos ha conservado las probanzas de 1490; los provencianos como Juan Lucas reconocían ir a cazar a los montes de Las Pedroñeras, a cortar sus árboles, respetando el marco, o rompían sus tierras para labrarlas y poseerlas en propiedad. Las relaciones entre Las Pedroñeras y El Provencio fueron también tensas en las lindes de términos. El derecho al aprovechamiento de los frutos del suelo de Alarcón ya dio lugar a disputas a mediados del siglo XIV. De 1352 conocemos una carta de avenencia del alcalde Andrés Martínez, al servicio de doña Blanca, nieta de don Juan Manuel, que obligaba a ambas villas a compartir sus montes y, como nota anecdótica, obligaba a los provencianos a pedir permiso al concejo vecino, sin que se les pudiera negar para cortar madera para la construcción de las casas; por el contrario, había libertad de cortas para los arados. La tensión entre ambas villas fue creciendo a finales de los años ochenta, en enero de 1489, los provencianos derribaron los mojones que había puesto el concejo de Las Pedroñeras para cerrar sus términos. Esta última villa tras ser eximida de Alarcón había hechos suyos los mojones que separaban a las villas de Alarcón y Belmonte, obviando los territorios que los provencianos tenían como propios. Por carta de 12 de agosto de 1489, el concejo de El Provencio fue forzado a levantar por sí mismos los mojones que habían derribado en el plazo de siete días bajo multa de cien doblas de oro.
Para resolver las disputas y acabar con la excesiva parcialidad de Ruy Gómez de Ayala a favor de Las Pedroñeras, los Reyes Católicos mandaron como juez pesquisidor al alcalde mayor del marquesado de Villena, el bachiller Alfonso Ortiz, que acompañado de vecinos con experiencia y el propio mosén Luis de Calatayud visitaron los términos y levantaron los mojones. La visita se hizo el día 16 de septiembre de 1489; Las Pedroñeras, treinta y cinco años después, solo conservaba una copia simple en el archivo concejil. Se debió ir a oficio de escribano a sacar copia del original. El pozo de Agua Dulce o La Camarilla eran los hitos que fijaban los mojones entre las dos villas. Siguieron siendo mojones impuestos a El Provencio, cuyos representantes se vieron obligados a jurar respetar en el mismo campo, mientras los procuradores de Las Pedroñeras juraban ser correctos los lugares donde se colocaban los mojones, Ruy Gómez de Ayala ordenaba levantar el 21 de octubre mojones de cal y canto. Dos vecinos de Las Mesas, Juan Marín y su hijo Pedro ratificaron bajo juramento los mojones.
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