Había en el baúl otros libros del conde de Colombí y de la condesa. Los que todavía quedaban después de que Don Miguel, el párroco del pueblo entonces y administrador responsable de las obras, es de suponer que previamente había expurgado alguno que pudiera interesarle y había dado permiso al maestro albañil para que cogiéramos lo que nos llamara la atención, puesto que todo aquello iba a ir al vertedero. Don Miguel fue un cura fuera de lo común y de él vino la iniciativa, quizás con el acuerdo con el Ayuntamiento, de reparar esta casa señorial y convertirla en convento y escuela poco después y, años más tarde, llegar a ser lo que es: Casa de la Cultura, con biblioteca, salón de actos y un gran patio y otras dependencias interiores en las que también estuvimos trabajando. Sin duda, Don Miguel, que murió en accidente todavía joven, si hubiera dejado escritas sus memorias serían muy dignas de un libro del que podría aprenderse mucho.
Durante el tiempo que trabajé en aquellas reformas, no olvido la admirable impresión que me causó la madre Paz, toda simpatía, dulzura y ligereza, una joven monja que trabajaba en la cocina que estábamos acondicionando.
Pero volviendo al baúl y a la postal, recuerdo que además también había ojeado un libro de poesía titulado Sal y sol de Andalucía, escrito por el José María Gutierrez Ballesteros, Conde de Colombí, que luego leí y del que memoricé algunos refranes y poemillas que también habían llamado mi atención especialmente.
La remitente decía en la postal lo siguiente:
«Muy queridas amigas Asunción y Esperanza: No escribo más porque estamos ocupadísimas visitando esta grandiosa exposición, que no deben dejar de ver, pues es realmente grandiosa. Hemos venido en el Chevrolet, sin avería ni pinchazo alguno. Mamá, muy delicada, pero sostenida, quedó en Madrid. Besos a Pepillo; y afectos al Papá y para Vs. dos, el verdadero cariño de vuestra Concha»
Rubrica seguidamente y añade después la posdata:
«De Ramón afectos»
En la parte inferior, junto al pie de foto, donde leemos “EXPOSICIÓN INTERNACIONAL DE BARCELONA 1929”, la remitente escribe con la misma pluma y tinta «- 9 - octubre.»
Como destinataria de la postal vemos escrito: «Sra. Doña Asunción de Zea-Bermúdez é hijos. Por Socuéllamos: Las Pedroñeras.» (P. De Cuenca)
Al leer los nombres a quienes iba dirigida y las señas, había recordado en el momento el artículo que escribió Ángel Carrasco sobre esta mujer, en el que indicaba su cualidad de escritora y ensayista. Asimismo, recordaba el texto que Asunción había redactado como prólogo para el trabajo que había firmado Julián Escudero Picazo, titulado Vidas manchegas. «Sainete original y en prosa, “escrito expresamente para representarlo en el Ideal Cinema de Pedroñeras el 1 y 2 de septiembre de 1929”». Era curioso, pero solo mediaba un mes y 7 días entre la fecha de la postal y la de esta representación teatral, por lo que, sin duda, a Julián y Asunción le unía una cordial amistad a través de las letras y la literatura, a pesar de su diferencia de edad y situación social; ella había nacido en 1862 y él en 1900. Ella estaba en la onda de los condes y marqueses y él era un funcionario del ministerio de hacienda, como supimos tiempo después, si bien su ideal y mayor deseo pasara por ser escritor aunque al final se viera truncado por la Guerra Civil.
Julián también era natural de Pedroñeras, aunque vivía desde muy joven en Madrid. Por lo que estaba comprobado, el vínculo de Escudero Picazo con el pueblo era fuerte, a pesar de vivir en la capital. De hecho, la citada pieza teatral que yo leí muchos años después, en 2010, en la Biblioteca Nacional, junto con el prólogo de Asunción, trataba un tema rural en clave de comedia que emparentaba a personajes de Pedroñeras y el Provencio. En aquellas fechas leí también el trabajo que hizo Asunción en «abril de 1916 que presentó al certamen literario celebrado en Albacete, por el que recibió un accésit: Post Núbila: sobre la verdadera cuna de Cervantes.», como relata Ángel Carrasco en su entrada de 2012 sobre la vida y obra de Asunción.
Naturalmente, el nombre de la remitente de la postal y el contenido de su escrito suscita el deseo de saber más sobre la vida de quien escribe, sobre su amistad con Asunción y su hermana, sus señas en Madrid y dónde tenía casa también ella. E indagar, ¡cómo no!, en otra cuestión: pues tenía relación con Julián Escudero, dada esa pasión compartida por las letras, quizá también conocía a Juliana Izquierdo Moya, paisana pedroñera, entonces ya profesora de Filosofía y Letras en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid.
Por todo lo anterior y por las muchas preguntas e ideas que la postal me ha sugerido, es por los que me ha parecido que podría tener algún sentido publicar estas líneas. Espero que a alguien le sirvan para avivar viejos recuerdos y conocer detalles que podrían ser ampliados. Si ese alguien quiere aportar lo que sepa al respecto, sería muy de agradecer.
Reciban aquellas personas que lean esto, mi saludo más cordial y sincero.
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