Mi madre (nieta de Tomás) con el viejo palo de la bandera de las ánimas
(es la que hemos usado siempre para secar los chorizos).
Tras la primera entrega, en la que mi tío Pedro Sotos nos narraba unas primeras anécdotas en torno a la figura de mi bisabuelo Tomás Sotos Molina, viene ahora esta segunda andanada y aún vendrá otra más para cerrar la publicación. Estoy ahora metido en un árbol genealógico de la familia de los Santanos y pronto estará listo también para publicarlo por aquí y cualquier familiar descendiente de Tomás pueda consultar los datos que quiera (un árbol con nombre, no con fechas; ya se podrá ir completando más tarde). Os recuerdo por aquí, por aportar algún dato más sobre su vida, que Tomás Sotos Molina fue mayordomo de la cofradía de las Benditas Ánimas antes de la Guerra Civil, y todavía se conserva en casa el palo de la bandera de aquella época (en la foto podéis verlo).
por Pedro Sotos Gabaldón
HACER HOYOS DE VIÑA
En una ocasión, llegó a sus oídos el rumor de que se hallaba en el lugar un socuellamino que había venido a hacer hoyos para plantar vides.
Los trabajadores del pueblo querían igualarle e incluso salir vencedores a la hora de hacer hoyos, pero les fue imposible.
Tomás Sotos "Santano", en esos días, se encontraba enfermo y con fiebre, pero no quiso dejar pasar la ocasión de comprobar lo que a sus oídos llegaba.
Ni corto ni perezoso le dijo a su esposa Lucía:
-Mujer, lléname un saco de naranjas que mañana me voy a hacer hoyos de viña.
Su mujer (según cuentan, una mujer valiente donde las haya), ante su insistencia, le contestó:
-Pero... ¿tú estás loco? ¡Ánde vas tú, con la fiebre que tienes?
En fin... Que no hubo manera de convencerlo y al día siguiente cogió el saco de naranjas y se marchó con su azadón al hombro. Cuando llegó al tajo, el de Socuéllamos ya estaba allí. El terreno era un erial, de tantos años sin haber sido labrado. Los del pueblo le comentaron que este hombre se hacía unos cien hoyos al día (cantidad muy importante, teniendo en cuenta que el terreno era muy duro y, además, el hoyo tenía que medir un metro de largo por medio de ancho y con una profundidad a la altura de las rodillas). Total, que Tomás se arremangó, agarró la azada y ... ¡PIN, PAN, PUN! Haciendo hoyos. Y... daaaale que te pego, comiendo naranjas.
Al terminar el día hicieron el recuento de hoyos. Y comprobaron que Tomás había hecho 196 hoyos, frente a los 100 diarios que solía realizar el socuellamino. Y sin decir palabra, Tomás Sotos cogió su azadón y se volvió al pueblo. Los demás le miraron con estupor al ver que se marchaba sin decir ni pío.
Ni corto ni perezoso le dijo a su esposa Lucía:
-Mujer, lléname un saco de naranjas que mañana me voy a hacer hoyos de viña.
Su mujer (según cuentan, una mujer valiente donde las haya), ante su insistencia, le contestó:
-Pero... ¿tú estás loco? ¡Ánde vas tú, con la fiebre que tienes?
En fin... Que no hubo manera de convencerlo y al día siguiente cogió el saco de naranjas y se marchó con su azadón al hombro. Cuando llegó al tajo, el de Socuéllamos ya estaba allí. El terreno era un erial, de tantos años sin haber sido labrado. Los del pueblo le comentaron que este hombre se hacía unos cien hoyos al día (cantidad muy importante, teniendo en cuenta que el terreno era muy duro y, además, el hoyo tenía que medir un metro de largo por medio de ancho y con una profundidad a la altura de las rodillas). Total, que Tomás se arremangó, agarró la azada y ... ¡PIN, PAN, PUN! Haciendo hoyos. Y... daaaale que te pego, comiendo naranjas.
Al terminar el día hicieron el recuento de hoyos. Y comprobaron que Tomás había hecho 196 hoyos, frente a los 100 diarios que solía realizar el socuellamino. Y sin decir palabra, Tomás Sotos cogió su azadón y se volvió al pueblo. Los demás le miraron con estupor al ver que se marchaba sin decir ni pío.
Tomás Sotos Molina.
EL TORO DEL NAVAZO
Pasó lo siguiente:
En la trashumancia, los rebaños de ovejas, vacas y toros pasaban por la vereda, y en una ocasión, un toro se quedó extraviado en la vega del Navazo. La gente, no se atrevía a pasar por allí para trabajar sus hortalizas, por temor al toro ya que se había instalado allí.
A Tomás Sotos "Santano", que también tenía una parcela por es zona, le dijeron que era peligroso acercarse hasta allí y, por lo tanto, no podía ir a la vega a regar a consecuencia del nuevo inquilino.
Sin pensárselo dos veces se dijo: "Pues mañana voy p'allá".
Y eso hizo. Al día siguiente cogió su azadón y colocándoselo al hombro se dirigió al Navazo.
Cuando llegó, el toro estaba tumbado y se acercó a él.
El toro, al verlo se levantó para arremeter contra él.
Pero... Tomás Sotos "Santano", cuando vio que el toro tenía la cabeza bajada, le asestó con el azadón entre los cuernos quedando el toro espatarrado por el golpe.
Entonces, aprovechó para agarrarlo por los cuernos y lanzarlo al arroyo, quedándose patas arriba, entre los costones del arroyo y rematándolo posteriormente.
Volvió al pueblo y les comunicó a todos que ya podían ir al Navazo, porque el peligro había desaparecido.
[Así se ha contado siempre en mi familia, pero una segunda versión (me la cuenta Emilia Sotos) viene a asegurar que fueron a por el toro Tomás y su hermano José. Engañándolo, hicieron caer al toro a la acequia, y allí, el toro patas arriba, pudieron dar fin a sus días].
LA SIEGA EN EL CUARTO
En cierta ocasión, Tomás Sotos "Santano" fue a segar trigo, que tenía en el paraje del Cuarto. Dio la casualidad de que un vecino poseía una parcela (cerca de donde él estaba) con las dimensiones del terreno semejantes a las
de Tomás.
Se pusieron a segar al mismo tiempo e iban al mismo compás. La besana, era de la misma longitud y las vueltas las daban al mismo tiempo.
El de al lado, se mostraba contentísimo porque hacía las mismas vueltas y se decía: "¡Bah! No es el león tan fiero como lo pintan".
Pero a la hora de comer (pues se juntaron ambos para hacerlo al mismo tiempo) se dio cuenta de que él tenía cuatro gavilleros segados y Tomás Sotos "Santano" tenía ocho.
-¡Cómo es posible que lleves tú ocho gavilleros y yo cuatro? ¡Si hemos dao las mismas vueltas!
A lo que Tomás le contestó:
-Yo es que segando, siempre llevo dos lomos al tiempo.
Entonces comprendió que mientras él llevaba un lomo, Tomás "Santano" había llevado dos. Y sí, parece que el león sí que era fiero en este caso.
Pero a la hora de comer (pues se juntaron ambos para hacerlo al mismo tiempo) se dio cuenta de que él tenía cuatro gavilleros segados y Tomás Sotos "Santano" tenía ocho.
-¡Cómo es posible que lleves tú ocho gavilleros y yo cuatro? ¡Si hemos dao las mismas vueltas!
A lo que Tomás le contestó:
-Yo es que segando, siempre llevo dos lomos al tiempo.
Entonces comprendió que mientras él llevaba un lomo, Tomás "Santano" había llevado dos. Y sí, parece que el león sí que era fiero en este caso.
(Continuará)
Y no te olvides de este
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(617 567 183 - acasotos@gmail.com - Messenger).
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