La venganza de la Pepa - Vicente Vega (Buen Humor, 1923) | Las Pedroñeras

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miércoles, 20 de marzo de 2013

La venganza de la Pepa - Vicente Vega (Buen Humor, 1923)

 


Escarbando en unos corrales y en otros, a veces el que esto escribe se encuentra con sorpresas agradecidas, como lo ha sido el toparme con este cuento publicado en el semanario madrileño Buen Humor (1921-1931), del 15 de julio de 1923. Se trata de una cosita escrita por Vicente Vega que, si a nosotros nos interesa, es porque se cita a unos señores "de Pedroñeras", que aparecen como personajes del breve relato humorístico. Lean lean, que se cita nuestro pueblo, hombre.  


La venganza de la Pepa


Los señores de Pedroñeras han concedido permiso a Pepa, su criada, para que vaya a pasar un mes en casa de sus padres, allá en el pueblo. 
— ¡Vaya, chica, que te diviertas! 
— Eso pienso, señoritos... Pero quisiera que ustedes me prometieran una cosa. 
— ¿Cuál? 
— Que en el tiempo que yo esté allí han de ir a verme y estarse algunos días conmigo. 
— ¿Nosotros?... ¿Pero dónde nos ibas a meter, chiquilla? 
— No se preocupen por eso. Estarán como en su casa. La cuestión es que vayan ustedes. 
— Anda, anda, no se te escape el tren. 
— ¿Me prometen ir?... Miren que estarán como en su casa. 
— Bueno, sí; vete tranquila. ¡Iremos! 
— ¡Ay, qué gusto! Ya verán, ¡como en su casa!.. 
— Vete, mujer, anda... 
— ¡Que les espero!... 
— ¡Adiós!... 

Han pasado ocho días. La señora de Pedroñeras, doña Paca, dice a su marido. 
— ¿Qué hacemos, Ramón?... ¿Vamos? 
— ¿Adónde? 
— A ver a la Pepa. Ya sabes lo que nos dijo y el empeño que puso: «Que vayan ustedes, que les espero, que estarán como en su casa...» 
— Es muy buena chica la Pepa. 
— De lo poco bueno que hay en el servicio. Conque ¿vamos o no? 
— ¿Y tú sabes hacia dónde cae su pueblo? — Verás... Se toma el tren en la estación de Goya, y cerca de Morata tiene el padre de la Pepa unas tierras y una casita... 
— Pues ¡qué demonio!... ¿No es ella quien nos ha convidado?... No es cosa de despreciarla. 
— Eso; y que diría que éramos unos orgullosos. 
— No hay más que hablar. Mañana mismo nos vamos a pegar la gorra a casa de la chica. 

Los señores de Pedroñeras acaban de llegar a la casita del padre de la Pepa. 
— ¡Ah!... ¿Ustedes por aquí?... Ya creíamos que no venían. 
— Después de habértelo prometido, no podíamos faltar. 
— ¡Si vieran ustedes lo que me alegro!... Vengan, vengan a su cuarto. 
— Vamos allá.
— Miren... Esta es la habitación que les teníamos preparada, por si venían. Estarán como en su casa. 

Y la Pepa se va, dejando solo al matrimonio. Al día siguiente los señores de Pedroñeras conferencian en voz baja. 
— Esto es una verdadera infamia, ¿no te parece? 
— Un crimen de lesa hospitalidad, una burla espantosa, una encerrona... 
— Pero yo no estoy dispuesto a tolerarlo. Formularé una reclamación en toda regla. 
— ¡Claro!... Y el que no tiene medios para albergar a un forastero, que no convide. 
— ¡Exacto! 

El señor de Pedroñeras interpela a su criada: 
— Oye, Pepa, ¿sabes que nos has engañado miserablemente?... Tú, al marchar, nos dijiste un montón de veces: «Que vengan, que vengan, que estarán como en su casa...» 
— Es verdad; sí, señor. 
— Entonces, ¿cómo es que nos das este cuarto húmedo, oscuro y sin ventilación? ¿Por qué en la mesa no tenemos vino? ¿Por qué nos escatimas el pan? Pepa suelta la carcajada. 
— Francamente, no se de qué se quejan ustedes. 
— ¿No? 
— No, señor. A mí, ¿no me hacían dormir ustedes en un cuarto oscuro?... Pues aquí están... como en su casa. ¿No me escatimaban el pan? Pues aquí, como en su casa. ¿No me prohibían beber vino?... Lo mismo sucede aquí que en casa de ustedes. 
— De todas maneras, nosotros tenemos el derecho de... 
— ¿De quejarse?... ¡Quéjense ustedes! Pero nadie les hará caso... ¡Lo mismo que en su casa! 

El señor de Pedroñeras se muerde los labios. Doña Paca piensa si morder a su criada. Pero, anonadados, sólo don Ramón tiene alientos para preguntar: 
— El primer tren que va hacia Madrid, ¿a qué hora pasa? 

Vicente Vega

[Por cierto, "Pedroñeras" como apellido (que es el valor que aquí cobra) ya lo vimos empleado en esa obra de José López Silva titulada Migajas: AQUÍ podéis comprobarlo].

©Ángel Carrasco Sotos

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