por Vicente Sotos Parra
Ya lo cuenta Ángel Carrasco Sotos que es un juego de mancebos y mayores casi extinto que se juega en los caminos que sirven de pista donde se hace rodar las bolas de hierro lanzadas por los competidores. Aún se celebran competiciones en época de fiestas patronales. GUIA SECRETA DE LAS PEDROÑERAS 2.
Tenía Felipón amigos y compañeros de la mili que cada año, con motivo de las fiestas de los pueblos de cada uno de ellos, se juntaban para hacer un rancho, en este caso una caldereta, dando lugar a recordar y mantener viva la amistad nacida fuera de sus lugares.
Ya conocimos al meseño en el capítulo 23 “ratón colorao” cuando tuvo que pagar la patente. Listo y avispado, al cual le sobró un centímetro para ir a la mili.
El del Provencio se llamaba Aurelio Conde, pero entre ellos le apodaron “el Mudo” de mote, pues era parco en palabras, de complexión media de mirada dulce con mueca de sonrisa en su boca, y pintando canas dándole un aire de bondad la vez que sus palabras fueran tu sentencia de muerte, con esa media sonrisa hacía que pareciese más llevadera. Ante cualquier duda entre ellos acudían para que hiciese de juez. Si lo dice el “Mudo” es verdad. Llegó con su bicicleta Orbea casi nueva llevando el bajo del pantalón atado con una goma para que no se le manchase en su pedalear, así de pulcro era el “mudo” del Provencio.
Al del Pedernoso le sobraron dos centímetros para no ir a la mili. Patricio Mercadillo, pero todos los amigos de mote le llamaban el “Galgo” pues todo lo que tenía que ver con lo dulce le gustaba más que a los chiquetes un aro. Pertenecía a una familia de trabajadores del yeso, que repartía con su padre por los pueblos del alrededor con su carro este material, tan apreciado y necesario para hacer la casas.
El cuarto amigo era de Belmonte y se llamaba Pedro Mangones, pues al parecer su abuelo siempre llevaba la camisa tapándole las uñas de las manos. De complexión casi a la altura de Felipón quedándose a unos centímetros de su altura, de hablar tosco y a veces rozando lo obsceno.
En la casa de Raimundo en el barrio del Pozo Nuevo, a las seis de mañana, Felipón, Raimundo, Luisa y Felipa se dispusieron a preparar el avío para la vianda, para la caldereta. Del horno de la hermana Plácida cinco panes y un escriño de rolletes. Raimundo preparó la cuerva, mientras Felipón se acercó a recoger los panes y los rolletes.
La llegada del belmonteño y el pernoseño fue un poco más tarde ya que acudieron en el carro del de Belmonte que recogió al del Pedernoso tirado por una mula torda con las fuerzas justas para llegar al lugar. Bajándose del carro “Mangones” dando tres puñetazos a las portás ¡Felipón…Jabato abre las portas, hermosoo!, acudiendo los tres amigos fundiéndose en un abrazo, pasando el carro y la mula al corral…”Mangones” llamó al pernoseño, el “Galgo”, que se fue derecho a la paloma y a los rolletes… le contestó: ¡espera una pizca, que tengo las manos enfoscás!---tenía en una mano el vaso de paloma y en la otra tres rolletes.
¡La Virgen…el Dios!...no me jodáis que estáis sin echar la lumbre…zánganos…que sois uno zánganos. ¡Hermana, quítese usted la zapatilla y empiece a soltar zapatillazos a esta cuadrilla de zánganos! Disfrutar, hermosones, que la vida es muy corta, y se pasa muy de prisa. Los cinco mozos la rodearon dándole un fuerte abrazo a Felipa.
Sarmientos y cepas no les faltó, tenía una buena tiná Raimundo.
Cuando ya solo quedaba una poca caldereta en la perola… el de Belmonte soltó… ¡estilo pobre: antes reventar que sobre! Dando cuenta de unos porrones de vino tinto y blanco, dos melones de postre. Así llegaron a la sobremesa del almuerzo, saliendo a mientes los juegos que solían antaño hacer, los abuelos en aquellos tiempos, entre ellos el “boleo”. Se incorporó Raimundo a la tertulia, y les dijo que él guardaba en la cámara cuatro bolas, dos de hierro, y dos de acero, de distinto peso, las de tres libras pesaban 1.380 Kg cada una, mientras que las de dos libras pesan 0.920 Kg. En la provincia de Cuenca una libra equivale 0.460 Kg. Decidieron jugar con la de menor peso, a regañadientes de "Mangones” que aquella bola al igual que en la mano de Felipón le parecían canicas de jugar al gua, en aquellas manos que parecían abanicos.
Se formaron dos equipos de pareja, tocándole a Felipón con el “Ratón Colorao”, mientras que la otra pareja la formaba “Mangones” y el “Galgo”, quedándose el del Provencio de non, el “Mudo”. Toda competición tiene que tener un juez para impartir justicia siempre acudían a escuchar su veredicto, y coincidían todos en que si lo dice el “Mudo” es verdad. A las doce y media de la mañana los gladiadores se dispuestos a dejarse la piel, a cambio de la honrilla de ganar. Llegando al punto de salida el “Mudo” con un palote marcó en el suelo una raya de la cual no se podía traspasar sin haber soltado la bola de la mano. “Esbarre” ¡ Estos no van hacer ni las de Pedrete! ---dijo el “Ratón” que empezó tirando el primer tiro --- a lo que “Mangones” le dijo ¡Que pocos bríos tienes, copón!... Le tocó al “Galgo” el pernoseño. Que estando empatados en altura y peso con el “Ratón” su tiro quedó unos centímetros por delante de la bola de “Ratón”. Llegando a la altura de las bolas le tocaba tirar al que estaba por detrás en este caso al Jabato pedroñero Felipón. Buscó en su lanzamiento que la bola diese en una zona dura o en una piedra plana para que esta fuese por el aire el mayor tiempo posible, pues de caer por el suelo podía tropezar con las piedras sueltas, o bien caer en un bache y no podría salir, y lo consiguió haciendo un buen tiro--- dijo “Mangones “---buen tiro, Jabato, tendré que tirar de riñones para ganarte, o igualarlo ---a lo que el “Ratón” le dijo a “Mangones”--- ¡de riñones y co……nes!
Así fue que “mangones” tirando de fuerza y suerte se puso un palmo por delante de la bola del Jabato pedroñero. Siguiendo el turno le tocó tirar al meseño “Ratón”. Que esta vez su bola corría por las rodás de los carros sin encontrar piedras que le impidieran seguir rulando y ganar algún metro más--- a lo que “mangones” le dijo… ¡ese tiro no te lo crees ni harto de paloma!---déjate de monsergas--- ¡Copón, que me paice que te está entrando el canguelo hermosón!---le contestó “Ratón”---estos dos se van a quedar a la zarria…soltó el “Galgo”… que le tocaba tirar. Lanzó el “Galgo” la bola y fue a caer en un bache del camino que le impidió seguir rulando, quedándose a unos metros de la de “Raton”--- a lo que “Mangones” le dijo… ¿Cómo vacías el costal de trigo en un charco, hermoson?... Tocándole a “Mangones” hacer la última tirada de su equipo, teniendo que recuperar los metros que iban por atrás.
Tirando de riñones y dando todo lo que le quedaba de fuerzas, fue tan largo la bola que la vista no la alcanzaron a ver su ubicación en el camino. Fue Felipón, el Jabato pedroñero, en hacer el último lanzamiento, sabedor que lo tenía difícil, salió de su mano la bola y se perdió en la distancia sin que nadie pudiera adivinar si llegaría a la altura de la de “Mangones”. Se quedaron pasmaos al llegar y ver la bola de Felipón estaba un palmo más delante que la de “Mangones”.
El “Mudo” llegó y no sacó el metro,…¡ esto está como cuando hemos empezao empate!...les dio a las bolas con el pie, dejando en empate la contienda. Todos sin rechistar… ¡Si lo dice el mudo es verdad!
(CHASCARRILLO)
La ganadora es la amistad.
Somos todos ganadores, paisanos.
Que siempre podamos estar juntos
para recoger lo que hemos sembrado.
Su amistad duró muchos años;
hijos y nietos los honraron.
Dejaron de bolear, pero nunca
de estos cinco mozos se olvidaron.
Si quieres vivir mucho guarda un poco de vino rancio y un amigo viejo.
(Pitágoras)
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