FELIPÓN, SU AMIGO ABUNDIO Y EL PAGO DE "LA PATENTE" (cap. 24º) | Las Pedroñeras

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jueves, 9 de diciembre de 2021

FELIPÓN, SU AMIGO ABUNDIO Y EL PAGO DE "LA PATENTE" (cap. 24º)

Y si no pagabas la patente.. ¡al pilón!

por Vicente Sotos Parra



El pago de la patente, aunque ya ha pasado de moda, en los años sesenta se llevaba a  cabo con más o menos asiduidad, y consistía en que aquel forastero que se echara novia en el lugar tenía que pagar, a modo de peaje, un  canon o tasa, al que se le dio en llamar “patente” por esto de ser forastero y ponerse a hablar, que así se llamaba a tener novia.


Fue lo que le sucedió al meseño Abundio “Ratón colorao”, amigo de la mili de Felipón.  Visitaba con frecuencia el lugar pues se dedicaba a los negocios de la compra y venta de todo aquello que se pudiera hacer negocio, que para eso hacía honor a su mote de saber más que un “ratón colorao”.

En una de esas visitas al lugar un domingo paseando por la carretera, frente a la Alcantarilla estaba Felipón con su prima Lupe y se la presentó a Abundio. 

Fue el principio de una relación entre ellos, que parecían ser el uno para el otro. Si Abundio fue a la mili por un centímetro más del mínimo exigible, Lupe medía cinco centímetros menos que él. Más lista que el hambre, avispada, dicharachera, siempre con una sonrisa en la boca, lo que venía a ser una pizpireta.

Juntos parecían dos muñecos descolgados de la tómbola. Ella con su pelo hasta la cintura negro como el carbón, sus rasgos finos y redondos, ojos negros, pestañas grandes y rizadas. Él con su pelo hippie tipo melena que le tapaba las orejas, un pantalón acampanado y jersey rojo de cuello redondo, camisa blanca que dejaba ver dos picos grandes que sobresalían por el cuello del jersey, que de haber tenido la altura de uno ochenta, ríete tú de los dandis de aquellos tiempos. A todo esto le añades el Seat 600 que por aquellos tiempos era tan deseado como imposible de conseguir para gente de su clase social. Parece ser que el coche se lo quedó en un trato que hizo y no pudiéndole pagar lo acordado se quedó con él, en concepto del saldo pendiente.

Siempre lo dejaba en el mismo sitio aparcado en el paseo frente al bar Boni o en el bar Cuenca frente a la báscula vieja.

No tardaron en darse cuenta los mozos del lugar de que lo de Abundio y Lupe la cosa parecía que la relación se empezaba a fraguar.

Fue un quince de agosto cuando tomándose como de costumbre un botellín en el Boni, se le acercaron  cuatro mozos gorrominos  y lo rodearon, pues a pesar de no tener estos una gran envergadura, tampoco hacía falta para dejarlo tapado a Abundio, y le espetaron: ¡Tú, hermoso, no sabes que para hablar con una chiqueta de este lugar tienes que pagar una “patente”? ¡No,…no lo sabía! Les contestó un poco farruco, y con cara de sorpresa girándose hacia ellos con el ceño fruncido y con cara de pocos amigos.

Uno de los gorrominos le dijo: "Mira, hermoso, si no quieres que cada vez que te veamos por aquí te metamos en el pilón donde abrevan las mulas y las borricas". ¡De uno en uno yo os tiro sin la ayuda de nadie!.., dijo Abundio. Las risas entre los cuatro se hicieron sentir en todo el local, por lo que pensaron que se trataba de algún chiste verde, ya que el único que no se reía era Abundio, aunque tampoco se le veía, y por lo tanto no se apreciaba su cara descompuesta de contenerse las ganas de empezar a pegar patadas en las espinillas y morder allí donde encontrase carne para hacerlo.

Listo de reflejos tomó el botellín que aún le quedaba un trago largo. Mirando a los cuatro gorrominos  les dijo:  ¿Qué tengo que pagar?  Mira, de la quinta de la Lupe somos unos veinte, así que cuenta  una cena completa, esto te salvará de que no te metamos en el pilón.

Antes de salir del corro llamó al camarero, y le dijo…¡Pon les cuatro botellines para estos paisanos que yo le invito para que  cuando me vean no me tiren al pilón!.. ¡Si antes no los tiro yo…(risas y guasas)! Si tan farrucos sois el domingo en el bar Los Viveros... ¡Nos vemos! Saliendo como pudo por entre los sobacos de los cuatro gorrominos…¡Les espetó!... Los cojones que tenéis por muy grandes que estos sean, yo los tengo más grandes, y es por esto que no he crecido, y me he quedado pequeño. Salió Abundio del Boni con ganas de comer carne humana. 

Pero todo a su debido tiempo. 

Fue el mismo Abundio el que reservó la mesa para doce pues de los veinte que según se le dijo no acudirían la mitad, acertando en el número. En total fueron diez más Abundio y Felipón. A pesar de que en el lugar no se quedó nadie sin enterarse del acontecimiento. Salía todo como un guion de película trazado por el “Ratón colorao”.

Cenaron a cuerpo de rey, el vino, y las chuletillas hasta hartar. Suele pasar que cuando el que come no paga las comandas, la comida sabe a gloria.

Acabada la cena, Abundio les propuso acudir al Pilar para que lo bautizaran con el agua del abrevadero. Tal cosa a todos les parecía una buena idea. Del Vivero al Pilar hay un paseo. Para algunos las calles eran aceras, y las farolas la luna que se desprendía del cielo. Llegaron por fin al Pilar, algunos con los ojos emponzoñados y el cuerpo descompuesto, con la chispa padre, no sintiendo las piernas ni brazos, y sus cabezas les daban  vueltas como si estuviesen en un  carrusel.

Estaban los diez apoyados en el brocal del abrevadero.

¿Quién es el primero en bautizarme?, dijo Abundio. 

¿Es una broma?, dijo uno de los gorrominos, que le amenazó en el bar.

Los cojones son para las ocasiones. Ya os lo dije yo tengo los mismos que vosotros, pero más grandes, y ya sabéis el porqué no he crecido más. No pasó más de un segundo de terminar de hablar cuando empezó: según estaban cogiéndolos de uno en uno de los tobillos, los dejaba caer sobre el abrevadero. Se le escaparon los dos últimos, que viendo lo que les esperaba, a trancas y barrancas salieron corriendo, tropezaban y se levantaban como si los persiguiera el diablo.

En el lugar se supo de lo que pasó. Pero con la versión de que ellos fueron los que tiraron al pilón a Abundio “Ratón  colorao”. 

Abundio se casó con la Lupe a los pocos meses de este hecho, y su padrino fue su mejor amigo y primo, Felipón.

Al final fueron felices y comieron perdices con ajetes. 

Y tuvieron algunos chiquetes.

Colorín colorado, la historieta del meseño y de la “patente” se ha acabado.




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(CHASCARRILLO)

Quisieron y no pudieron,

tirarlo al abrevadero.

El que no fue al pilón

es porque salió corriendo.


Para salvarse los gorrominos,

dijeron cosas que verdad no era.

Nadie mejor que Felipón lo sabe,

y  con su silencio lo cuenta.


De lo que fue de Abundio,

con su Lupe pedroñera:

Fueron felices en Las Mesas,

y felices en Las Pedroñeras.

Es mejor guardar

silencio que discutir

con el ignorante.

(PITAGORAS)

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