Las ventas de este libro han sido las esperadas. Primero se vendieron muchos y tuve que recurrir a hacer una nueva edición reducida más un tercera de la que aún quedan algunos ejemplares. No creo que se vuelva a reeditar, al menos en unos años, porque es un gran desembolso y veo que luego cuesta mucho venderlos. Ya sé que es muy voluminoso y que el precio parece alto. Pero es lo que hay, yo no puedo recudir el resultado de ese estudio sobre nuestra habla que me llevó tantos años y desvelos, no creo que sea ejemplar el dejar fuera parte de este trabajo. Lo merecía nuestro pueblo y ahí está. Quien lo desee, que lo compre, y quien crea que es muy gordo o caro, pues que no lo haga. Os puedo asegurar que hice muchas pesquisas entre imprentas y al final di con la que me lo hacía más barato (mucho más barato que otras incluso) y con una calidad que todos podréis apreciar. No es un libro para llevarlo a la cama, lo sé, pero esto pasa con cualquier libro de consulta. De todas formas, si uno lo tiene en el regazo o sobre la mesa, es manejable y todas las páginas se pueden leer perfectamente (un buen cosido el del libro).
Una de las expresiones que se registran en él es para parecer que (alguien) tiene azogue, expresión esta muy aplicada al que se muestra inquieto, moviéndose de un lado para otro, sobre todo referido a niños pequeños que muestran hiperactividad.
Azogue es una palabra árabe que en origen significó 'mercurio', y con este sentido se utilizó en castellano, como podremos comprobar ya en textos del siglo XIII escritos en nuestro idioma.
Así las cosas, uno puede pensar que, del mismo modo que el azogue, el mercurio, se mueve (se dilata o contrae, dependiendo de la temperatura a la que esté expuesto), el niño se mueve de un lado a otro según circunstancias que lo propician. Pero no es este el origen del significado de la expresión, a mi modo de ver.
Lo más probable, en cambio, es que tener azogue derive del verbo azogarse, según comprobamos ya en la acepción recogida en el primer diccionario de la RAE, el Diccionario de Autoridades, redactado en el siglo XVIII. Según podemos leer aquí, azogarse es 'estar posseído del azogue... cuyo efecto es estarse continuamente moviendo con incessantes temblores y convulsiones". En este mismo diccionario también se recoge la expresión temblar como azogado: es estar 'alguno sobresaltado y temblando'. Así, Guillermo Suazo Pascual, bajo esa misma expresión se refiere al “hecho constatado de que los que trabajaban con el mercurio (azogue) solían enfermar de un temblor incurable en manos y pies”. Así será.
El cacereño Gonzalo Correas, humanista y lexicógrafo, en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales, de 1627, ya explicaba el refrán En el azogue, quien mal dice mal oye, de esta manera a nuestro interés: "Azogue se llama el lugar de contratación do se venden diversas cosas, por continuar allí la gente y bullir casi lo que el batidero".
En fin, todavía la Acedemia recoge ser un azogue como expresión familiar con el significado antedicho. Y del mismo modo lo registra Rafael Andolz en su Diccionario aragonés de 1977. Y Emiliano Hernández también registra azogue con el significado de 'nervio' en su obra Léxico de Jumilla (2004). En fin, muchos otros dialectólogos de nuestra región han constatado nuestro significado; así Pedro José del Real y Juan Manuel Sánchez en su obra Diccionario del habla de la provincia de Ciudad Real (2006), Guzmán Fernández en El habla dialectal de Casas de Benítez (2004) o Julio Pérez en su Diccionario tomellosero (2011). También Francisco J. Cócera registra azogue con el significado de 'acoro' en su El habla local de Cardenete (2007).
Estas comparativas nos sirven no solo para constatar los cambios de significado que una misma palabra o expresión sufren a lo largo del tiempo y de nuestra geografia. En concreto, la que nos tiene entretenidos en este artículo ya vemos que se ha mantenido en nuestra comunidad autónoma pues se registra en distintos estudios, más aún en Cuenca y Ciudad Real, como también parece que aún se usa en las comunidades de Murcia y Aragón.
No es difícil, por otro lado, dar cuenta de esta expresión en textos antiguos desde la Edad Media (así lo hago en la publicación en papel de El habla de Las Pedroñeras).
Una última reflexión:
Y ahora, decidme: ¿Vosotros, paisanos, pensáis que toda esta información sobra en el diccionario? No, hombre, esta información es la que hace de este diccionario (único) sea más notable y entretenido, más enjundioso y con sustancia. El principal valor de una obra como esta está precisamente en aquello que la hace ser singular, interesante y sólida. El estudio en que viene envuelta es la que le confiere grandeza. No lo dudéis. Solo así, con un estudio consistente detrás, hará poner en valor nuestra habla. Así lo estimo, así lo predico y en consecuencia trabajo día a día.
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