Cruz de Juan Antonio.
Seguimos
nuestro recorrido con las cruces pedroñeras. En números anteriores hablamos de
las cruces de Domingo Lorente, de Alejo, la Cruz Blanca (ver entrada), de Marchantes, de
Manuel Revenga, la Cruz Cerrá (ver entrada), la del Ángel, la de Ciríaco, la cruz de
Bonifacio Araque (ver entrada), la Cruz de Piedra, la de la Rioja, la de Tortas, la de Zarco (ver entrada),
la de Natalio y la de Víctor Araque (ver entrada).
Hoy
nos centraremos en una única cruz, la llamada de Juan Antonio, dada la mucha información que de ella tenemos. Estaba
situada junto al camino llamado de las Columnas, justo antes de llegar a la
Vereda. Dedicada a Juan Antonio del Amo, actualmente se encuentra en posesión
de Dolores Carrasco Moreno, familiar del susodicho, que un día nos permitió
fotografiarla, por lo que estamos agradecidos (también ella, a Loli, le hice
llegar en su día la noticia que copio abajo). La cruz está marcada sobre cuatro
de las caras de una piedra octoédrica.
Os
traigo a estas páginas la noticia aparecida en el periódico madrileño La correspondencia española, del 24 de
septiembre de 1895 en donde se relata el suceso. Con posterioridad se
publicaron otras noticias al respecto en donde se le denominó “El crimen de Pedroñeras”, que podréis
leer cuando se publique el libro que preparo [ya se publicó], y que no traslado aquí por no
hacer demasiado pesado el artículo. Fue titulada esta primera “Salvajismos”, y no era para menos.
Leed:
“Recibimos
cartas de San Clemente, provincia de Cuenca, con noticias de hechos tan odiosos
ocurridos en Pedroñeras, pueblo de aquel distrito, que no es posible pasarlos
en silencio.
Desde
hace pocos meses la vida en esta población venía ya siendo difícil por los
atropellos de toda clase que se cometían motivados por las luchas locales. Los
habíamos callado sabiendo que de ellos tenía conocimiento exacto la
superioridad y confiando en que ésta pondría remedio enérgico a desafueros
tales, que a veces constituían atentados contra la propiedad y contra las
personas, actos de bandolerismo.
Lo
de hoy ya no tiene nombre, porque es de lo más atroz y cobarde que puede
imaginarse.
Un
honradísimo industrial de Pedroñeras, trabajador infatigable, padre de numerosa
familia, y que en mal hora viose precisado a desempeñar la alcaldía durante la
anterior situación liberal, don Juan Antonio del Amo, tuvo que ir al juzgado de
instrucción de San Clemente, a tres leguas de Pedroñeras, con objeto de prestar
unas declaraciones.
Regresaba
por la tarde a las seis al pueblo de Pedroñeras, y a media legua de éste, en un
sitio llamado Navajo de la Vuelta, le esperaban emboscados tras de unas
piedras, dos o tres infames asesinos.
Se
supone que le dispararon dos tiros desde el sitio donde se hallaban ocultos, y
no habiendo acabado con el desgraciado le dieron varias puñaladas, con ensañamiento
de cafres, hasta que lo remataron. Créese que no murió de los disparos y que ni
siquiera cayó del caballo que montaba, porque éste llegó solo, cojo y con las
riendas rotas a casa de su amo en el pueblo indicado.
La
presentación del pobre animal fue lo que hizo presumir la desgracia ocurrida,
que se confirmó bien pronto por un cabo de la guardia civil que iba de San
Clemente a Pedroñeras para casarse con una de las hijas del muerto y que tuvo
la triste sorpresa de encontrar a éste en medio del camino.
Según
las noticias que nos comunican, no se sabe quiénes son los asesinos, y se teme
que no se averigüe, porque en el pueblo hay un verdadero terror que se
sobrepone a la natural indignación producida por el crimen.
Lo
que parece indudable por todos los antecedentes del hecho, es que en éste no
hay solamente autores materiales, y si hasta ahora en nada han acreditado su
celo y habilidad las autoridades locales, es de esperar que el juzgado de
instrucción, que anteayer debió llegar a la villa indicada, sea más afortunado,
porque puede proceder con entera independencia y sin guardar consideraciones de
ninguna clase.
No
es posible que un crimen tan feroz quede impune, ni es admisible el misterio.
Cometido a las seis de la tarde cerca de la población y un sitio despejado,
porque el punto donde los asesinos se ocultaron fue solamente un montón de
piedras, a la hora en que los trabajadores del campo regresan de sus faenas,
nos parece que ha de ser hasta fácil para el juez de San Clemente, si obra con
rapidez y energía, capturar a los viles asesinos purguen su crimen.
La
excusa de éste no puede ser una venganza individual y aislada, porque el muerto
no había hecho daño a nadie. Más probable es que se halle complicada con odios
de localidad, aunque sin justificación posible para llevarlos hasta ese
extremo, como no sea tratándose de salvajes.
La
víctima deja en la orfandad a su viuda y cuatro niñas”.
En noticias posteriores se habla
de los dos detenidos, presuntos culpables del crimen.
[Artículo publicado en Pedroñeras 30 días, nº 119, septiembre de 2011].
Para saber más del patrimonio de nuestro pueblo:
©Ángel
Carrasco Sotos
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