Toponimia de Las Pedroñeras: Cruces (6). La cruz de Juan Antonio y el CRIMEN DE PEDROÑERAS | Las Pedroñeras

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viernes, 9 de noviembre de 2012

Toponimia de Las Pedroñeras: Cruces (6). La cruz de Juan Antonio y el CRIMEN DE PEDROÑERAS

Cruz de Juan Antonio.


Seguimos nuestro recorrido con las cruces pedroñeras. En números anteriores hablamos de las cruces de Domingo Lorente, de Alejo, la Cruz Blanca (ver entrada), de Marchantes, de Manuel Revenga, la Cruz Cerrá (ver entrada), la del Ángel, la de Ciríaco, la cruz de Bonifacio Araque (ver entrada), la Cruz de Piedra, la de la Rioja, la de Tortas, la de Zarco (ver entrada), la de Natalio y la de Víctor Araque (ver entrada).


Hoy nos centraremos en una única cruz, la llamada de Juan Antonio, dada la mucha información que de ella tenemos. Estaba situada junto al camino llamado de las Columnas, justo antes de llegar a la Vereda. Dedicada a Juan Antonio del Amo, actualmente se encuentra en posesión de Dolores Carrasco Moreno, familiar del susodicho, que un día nos permitió fotografiarla, por lo que estamos agradecidos (también ella, a Loli, le hice llegar en su día la noticia que copio abajo). La cruz está marcada sobre cuatro de las caras de una piedra octoédrica.

Os traigo a estas páginas la noticia aparecida en el periódico madrileño La correspondencia española, del 24 de septiembre de 1895 en donde se relata el suceso. Con posterioridad se publicaron otras noticias al respecto en donde se le denominó “El crimen de Pedroñeras”, que podréis leer cuando se publique el libro que preparo [ya se publicó], y que no traslado aquí por no hacer demasiado pesado el artículo. Fue titulada esta primera “Salvajismos”, y no era para menos. Leed:

“Recibimos cartas de San Clemente, provincia de Cuenca, con noticias de hechos tan odiosos ocurridos en Pedroñeras, pueblo de aquel distrito, que no es posible pasarlos en silencio.

            Desde hace pocos meses la vida en esta población venía ya siendo difícil por los atropellos de toda clase que se cometían motivados por las luchas locales. Los habíamos callado sabiendo que de ellos tenía conocimiento exacto la superioridad y confiando en que ésta pondría remedio enérgico a desafueros tales, que a veces constituían atentados contra la propiedad y contra las personas, actos de bandolerismo.

            Lo de hoy ya no tiene nombre, porque es de lo más atroz y cobarde que puede imaginarse.
            Un honradísimo industrial de Pedroñeras, trabajador infatigable, padre de numerosa familia, y que en mal hora viose precisado a desempeñar la alcaldía durante la anterior situación liberal, don Juan Antonio del Amo, tuvo que ir al juzgado de instrucción de San Clemente, a tres leguas de Pedroñeras, con objeto de prestar unas declaraciones.

            Regresaba por la tarde a las seis al pueblo de Pedroñeras, y a media legua de éste, en un sitio llamado Navajo de la Vuelta, le esperaban emboscados tras de unas piedras, dos o tres infames asesinos.
            Se supone que le dispararon dos tiros desde el sitio donde se hallaban ocultos, y no habiendo acabado con el desgraciado le dieron varias puñaladas, con ensañamiento de cafres, hasta que lo remataron. Créese que no murió de los disparos y que ni siquiera cayó del caballo que montaba, porque éste llegó solo, cojo y con las riendas rotas a casa de su amo en el pueblo indicado.

            La presentación del pobre animal fue lo que hizo presumir la desgracia ocurrida, que se confirmó bien pronto por un cabo de la guardia civil que iba de San Clemente a Pedroñeras para casarse con una de las hijas del muerto y que tuvo la triste sorpresa de encontrar a éste en medio del camino.

            Según las noticias que nos comunican, no se sabe quiénes son los asesinos, y se teme que no se averigüe, porque en el pueblo hay un verdadero terror que se sobrepone a la natural indignación producida por el crimen.

            Lo que parece indudable por todos los antecedentes del hecho, es que en éste no hay solamente autores materiales, y si hasta ahora en nada han acreditado su celo y habilidad las autoridades locales, es de esperar que el juzgado de instrucción, que anteayer debió llegar a la villa indicada, sea más afortunado, porque puede proceder con entera independencia y sin guardar consideraciones de ninguna clase.

            No es posible que un crimen tan feroz quede impune, ni es admisible el misterio. Cometido a las seis de la tarde cerca de la población y un sitio despejado, porque el punto donde los asesinos se ocultaron fue solamente un montón de piedras, a la hora en que los trabajadores del campo regresan de sus faenas, nos parece que ha de ser hasta fácil para el juez de San Clemente, si obra con rapidez y energía, capturar a los viles asesinos purguen su crimen.

            La excusa de éste no puede ser una venganza individual y aislada, porque el muerto no había hecho daño a nadie. Más probable es que se halle complicada con odios de localidad, aunque sin justificación posible para llevarlos hasta ese extremo, como no sea tratándose de salvajes.

            La víctima deja en la orfandad a su viuda y cuatro niñas”.

              En noticias posteriores se habla de los dos detenidos, presuntos culpables del crimen.

[Artículo publicado en Pedroñeras 30 días, nº 119, septiembre de 2011].

Para saber más del patrimonio de nuestro pueblo:




©Ángel Carrasco Sotos

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