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martes, 17 de diciembre de 2024

Se descuidó la Carolina y una hija de sus entrañas se la comió una gorrina: hoja volante

 


En el pueblo se conocían como "coplas". Las vendían por las calles gente impedida, discapacitados -diríamos hoy- que no tenían la posibilidad de ganarse la vida de otra manera o, al menos, en este trabajo ambulante encontraron un acomodo, de manera que marchaban de pueblo en pueblo, paraban en distintos sitios concurridos de la localidad, recitaban la "copla", que no era sino un romance vulgar, y luego las vendían a perrilla o a lo que fuese dependiendo de la época. Esta que os muestro hoy es una de esas hojas volanderas o volantes. Eran hojas sueltas con el romance impreso, que se diferenciaban de los pliegos de cordel en que este constaba de cuatro hojas a modo de cuadernillo. Mi abuela Victoriana me recordaba estas cosas. Ella conservó bastantes y las iba guardando debajo del colchón de la banca..., pero un día se tiraron. ¡Cómo le gustaba a mi abuela memorizar romances! Romances que venían del lejano antaño. Incluso se sabía de memoria algunos de varios cientos de versos. Grabada la tengo recitándolos.


Yo llegué a tener dos o tres de estas hojas, gentileza de las "hermanas" a las que entrevistaba hace ya unas décadas. Todas se perdieron. Se perdieron o "me las perdieron", como suele decirse por no decir que fueron sutilmente robadas, en el servicio de publicaciones de nuestra diputación provincial, junto con algunas fotografías queridas, originales, mías y de otras personas. El Cancionero popular de la Mancha conquense, que se imprimió allí, estuvo unos diez años o más en "espera de publicación" (un eufemismo que solo quiere decir que no eres allegado a quienes dirigen el cotarro). No sé cuántos viajes echaría uno para ver cómo iba la cosa y siempre eran largas y largas. Al final se publicó, las fotos y hojas volantes no me fueron devueltas y yo decidí que no valía la pena llevar mis trabajos a organismos de este tipo y publicarlos por mí mismo (es, en realidad, lo que pretenden, que huyas). Y eso hice con la mayoría de los que fueron saliendo de mi paciente y particular trabajo en años posteriores. Pero esta es otra historia de la que hablaré en una futura autobiografía a la que dedicaré mi vejez si me quedan ganas. Mucho que contar hay y no todo es bueno. Sabores y sinsabores, dimes y diretes, cosas de variopinto pelaje que uno guarda aún en la mollera, y que no pueden morir conmigo.

Pero aquí hemos venido a hablar de esta hoja volante de Carolina y su gorrina. Resulta que tenía mi mujer un ovillo de hilo de su abuela Pilar liado en una hoja de papel. Un liote, como suele decirse. Y hoy, al verlo, decidió desenrollar ese papel que servía de soporte al viejo hilo. Y esto es lo que apareció, una hoja volante que seguro tendrá 100 años. Su autor fue José Castillejo Padilla, uno de esos poetastros que se dedicaban a escribir para las imprentas que luego vendían estas hojas sobre temas e historias escabrosas, truculentas, llenas de espanto... en donde la muerte, lo siniestro y, en definitiva, el amarillismo estaba muy presente. Calidad de escritura, desde luego, ninguna, ni siquiera un mínimo esfuerzo, voluntad o saber en eso de intentar dejar un texto presentable a nivel poético. Errores garrafales de medida, de rima, de ortografía, de acentuación, de puntuación..., en fin, un despropósito a nivel literario y gramatical. Pero poco le importaba al pueblo analfabeto si estaba mejor o peor escrito, que poco sabían los lectores de eso, por añadidura, sino que importaba la lectura, lo narrado, la "leyenda", en ese mundo si radio, sin tele, sin internet, sin prensa para los que no tenían ni tiempo ni dinero que gastar en libros ni periódicos, más allá de llenar todos los días el buche después de acabar deslomados sobre la tierra. Un mundo inventado en estos escritos invadía algunos días nuestro lugar. Supuestamente eran historias reales que habían acontecido lejos de aquí, aunque; supuestamente, aunque, a veces, sí que tenían una base real. Quizá esta fuese una de las reales, o solo fruto de la imaginación de alguien, del señor Castillejo en este caso. Había veces que, a un hecho real, se le añadían ingredientes que sirviesen para asombrar y captar, por ende, al comprador.

Me pareció interesante, pese a su nula calidad, dejar aquí recogido este romance vulgar o vulgarote (para mí, un pequeño tesoro). No deja de ser una muestra de lo que se leía en los pueblos de nuestra Piel de Toro por el paisanaje. Se imprimió en la imprenta Vidal de Novelda (Alicante) tras haber pasado la censura. Allá va según está escrito (más abajo, unas fotografías del original), con sus faltas ortográficas y todo.


Se descuidó la Carolina y

una hija de sus entrañas

se la comió una gorrina


En una pequeña aldea

la capital es Teruel,

sucedio la vil desgracia

a Carolina y Manuel

Carolina y Manuel

estaban recien casados

del fruto del matrimonio

nuestro señor les habia dado


Una niña que era un sol

y vivian encantados

estaban llenos de gozo

de alegria rebosados 

era un tesoro divino

con delirio la querian

y que hora tan fatal

se les presento aquel dia


Tenia el matrimonio

una gorrina de cría

metio la pata el demonio

en aquel horrendo día

la hija de sus entrañas

su consuelo y alegría

fue pasto de la gorrina

por su descuido aquel día


Echo la gorrina fuera

y le hecho de comer

y no tuvo la arventencia

de encerrarla otra vez

en el patio la dejo

la puerta quedo abierta

en el cuarto penetro

la gorrina avarienta


Se fue a la plaza a comprar

como iba todos los días

la hija de sus entrañas

dejo en la cunita dormida

le dió el fato a la gorrina

del angelito inocente

por su desgraciada hora

el angel pasó a su vientre


Cuando volvió de la plaza

lloraba acongojada

mirando acia la cuna

por que su hija no estaba

hija de mi corazón

hija del alma querida

que no te veo en la cuna

donde te dejé dormida


Pero ya vió Carolina

a la cunita volteada

la ropilla hecha tiras

toda ensangrentada

llena de furia y dolor

del terrible sobresalto

un acha cogio en el acto

y a la gorrina mató


Vino por la noche Manuel

del trabajo muy rendido

sollozando le contó

el suceso ocurrido

su mente se descompuso

no se pudo contener

sin compasión le dió muerte

a Carolina, Manuel


Cuando ya la vio muerta

Manuel al patio salió

y sin miedo y sin pereza

el tambien se suicido

de la desgracia ocurrida

 una vecina dio cuenta

en el lugar del suceso

la justicia se presenta


Los cadáveres recojen

y sepultura les dan

dejaron llenos de pena

a todo el familiar

que dios los tenga en la gloria

en la tumba dosde estan

les desea el que suscribe

de recuerdo el memorial


José Castillejo Padilla

Pasado por la Censura


IMPRENTA VIDAL NOVELDA


LA HOJA ORIGINAL fotografiada:

Anverso de la hoja volante.

Reverso.

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