En el pueblo se conocían como "coplas". Las vendían por las calles gente impedida, discapacitados -diríamos hoy- que no tenían la posibilidad de ganarse la vida de otra manera o, al menos, en este trabajo ambulante encontraron un acomodo, de manera que marchaban de pueblo en pueblo, paraban en distintos sitios concurridos de la localidad, recitaban la "copla", que no era sino un romance vulgar, y luego las vendían a perrilla o a lo que fuese dependiendo de la época. Esta que os muestro hoy es una de esas hojas volanderas o volantes. Eran hojas sueltas con el romance impreso, que se diferenciaban de los pliegos de cordel en que este constaba de cuatro hojas a modo de cuadernillo. Mi abuela Victoriana me recordaba estas cosas. Ella conservó bastantes y las iba guardando debajo del colchón de la banca..., pero un día se tiraron. ¡Cómo le gustaba a mi abuela memorizar romances! Romances que venían del lejano antaño. Incluso se sabía de memoria algunos de varios cientos de versos. Grabada la tengo recitándolos.
Yo llegué a tener dos o tres de estas hojas, gentileza de las "hermanas" a las que entrevistaba hace ya unas décadas. Todas se perdieron. Se perdieron o "me las perdieron", como suele decirse por no decir que fueron sutilmente robadas, en el servicio de publicaciones de nuestra diputación provincial, junto con algunas fotografías queridas, originales, mías y de otras personas. El Cancionero popular de la Mancha conquense, que se imprimió allí, estuvo unos diez años o más en "espera de publicación" (un eufemismo que solo quiere decir que no eres allegado a quienes dirigen el cotarro). No sé cuántos viajes echaría uno para ver cómo iba la cosa y siempre eran largas y largas. Al final se publicó, las fotos y hojas volantes no me fueron devueltas y yo decidí que no valía la pena llevar mis trabajos a organismos de este tipo y publicarlos por mí mismo (es, en realidad, lo que pretenden, que huyas). Y eso hice con la mayoría de los que fueron saliendo de mi paciente y particular trabajo en años posteriores. Pero esta es otra historia de la que hablaré en una futura autobiografía a la que dedicaré mi vejez si me quedan ganas. Mucho que contar hay y no todo es bueno. Sabores y sinsabores, dimes y diretes, cosas de variopinto pelaje que uno guarda aún en la mollera, y que no pueden morir conmigo.
Pero aquí hemos venido a hablar de esta hoja volante de Carolina y su gorrina. Resulta que tenía mi mujer un ovillo de hilo de su abuela Pilar liado en una hoja de papel. Un liote, como suele decirse. Y hoy, al verlo, decidió desenrollar ese papel que servía de soporte al viejo hilo. Y esto es lo que apareció, una hoja volante que seguro tendrá 100 años. Su autor fue José Castillejo Padilla, uno de esos poetastros que se dedicaban a escribir para las imprentas que luego vendían estas hojas sobre temas e historias escabrosas, truculentas, llenas de espanto... en donde la muerte, lo siniestro y, en definitiva, el amarillismo estaba muy presente. Calidad de escritura, desde luego, ninguna, ni siquiera un mínimo esfuerzo, voluntad o saber en eso de intentar dejar un texto presentable a nivel poético. Errores garrafales de medida, de rima, de ortografía, de acentuación, de puntuación..., en fin, un despropósito a nivel literario y gramatical. Pero poco le importaba al pueblo analfabeto si estaba mejor o peor escrito, que poco sabían los lectores de eso, por añadidura, sino que importaba la lectura, lo narrado, la "leyenda", en ese mundo si radio, sin tele, sin internet, sin prensa para los que no tenían ni tiempo ni dinero que gastar en libros ni periódicos, más allá de llenar todos los días el buche después de acabar deslomados sobre la tierra. Un mundo inventado en estos escritos invadía algunos días nuestro lugar. Supuestamente eran historias reales que habían acontecido lejos de aquí, aunque; supuestamente, aunque, a veces, sí que tenían una base real. Quizá esta fuese una de las reales, o solo fruto de la imaginación de alguien, del señor Castillejo en este caso. Había veces que, a un hecho real, se le añadían ingredientes que sirviesen para asombrar y captar, por ende, al comprador.
Me pareció interesante, pese a su nula calidad, dejar aquí recogido este romance vulgar o vulgarote (para mí, un pequeño tesoro). No deja de ser una muestra de lo que se leía en los pueblos de nuestra Piel de Toro por el paisanaje. Se imprimió en la imprenta Vidal de Novelda (Alicante) tras haber pasado la censura. Allá va según está escrito (más abajo, unas fotografías del original), con sus faltas ortográficas y todo.
Se descuidó la Carolina y
una hija de sus entrañas
se la comió una gorrina
En una pequeña aldea
la capital es Teruel,
sucedio la vil desgracia
a Carolina y Manuel
Carolina y Manuel
estaban recien casados
del fruto del matrimonio
nuestro señor les habia dado
Una niña que era un sol
y vivian encantados
estaban llenos de gozo
de alegria rebosados
era un tesoro divino
con delirio la querian
y que hora tan fatal
se les presento aquel dia
Tenia el matrimonio
una gorrina de cría
metio la pata el demonio
en aquel horrendo día
la hija de sus entrañas
su consuelo y alegría
fue pasto de la gorrina
por su descuido aquel día
Echo la gorrina fuera
y le hecho de comer
y no tuvo la arventencia
de encerrarla otra vez
en el patio la dejo
la puerta quedo abierta
en el cuarto penetro
la gorrina avarienta
Se fue a la plaza a comprar
como iba todos los días
la hija de sus entrañas
dejo en la cunita dormida
le dió el fato a la gorrina
del angelito inocente
por su desgraciada hora
el angel pasó a su vientre
Cuando volvió de la plaza
lloraba acongojada
mirando acia la cuna
por que su hija no estaba
hija de mi corazón
hija del alma querida
que no te veo en la cuna
donde te dejé dormida
Pero ya vió Carolina
a la cunita volteada
la ropilla hecha tiras
toda ensangrentada
llena de furia y dolor
del terrible sobresalto
un acha cogio en el acto
y a la gorrina mató
Vino por la noche Manuel
del trabajo muy rendido
sollozando le contó
el suceso ocurrido
su mente se descompuso
no se pudo contener
sin compasión le dió muerte
a Carolina, Manuel
Cuando ya la vio muerta
Manuel al patio salió
y sin miedo y sin pereza
el tambien se suicido
de la desgracia ocurrida
una vecina dio cuenta
en el lugar del suceso
la justicia se presenta
Los cadáveres recojen
y sepultura les dan
dejaron llenos de pena
a todo el familiar
que dios los tenga en la gloria
en la tumba dosde estan
les desea el que suscribe
de recuerdo el memorial
José Castillejo Padilla
Pasado por la Censura
IMPRENTA VIDAL NOVELDA
LA HOJA ORIGINAL fotografiada:
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