El alboroque de Raimundo, el tío de Felipón y el azafrán - Capítulo 25º | Las Pedroñeras

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lunes, 17 de enero de 2022

El alboroque de Raimundo, el tío de Felipón y el azafrán - Capítulo 25º



por Vicente Sotos Parra


Así define nuestro diccionario académico la palabra alboroque:

                

1) Agasajo que hacen el comprador, el vendedor, o ambos, a quienes intervienen en una venta. 2) Regalo o convite que se hace para compensar un servicio o por cualquier motivo de alegría.

Corrían los años cincuenta y después de una buena vendimia y de también una buena recolección de la “rosa del azafrán”, decidió Raimundo comprar a don José María Mendizábal cinco fanegas de tierra en La Blanca, cerca de la laguna del mismo nombre. Tacita a tacita Raimundo seguía acumulando patrimonio. Le sobraban razones y motivos para hacer un “alboroque”.

Con la rosa del azafrán también Raimundo  ese año tuvo una muy buena cosecha, le tenía más fe al azafrán que a los ajos. Se le llama a la rosa del azafrán “el oro rojo”. Se necesitan aproximadamente 150.000  flores para conseguir un kilo, y hoy se paga 2.500 € a 3.000 €  kilo.

Tiene su zarzuela compuesta por Federico Romero que pasó largas temporadas en La Solana, y escogió esta localidad como escenario de su famosa obra: “La rosa del azafrán”.

La sede de su D.O.P  está en Camuñas (Toledo)

Pero volvamos al “alboroque “que se me va la pinza".

En santa compañía toda la familia acudía a coger la rosa con sus esportillos de esparto antes de que saliera el sol.  Llegando al medio día al lugar y empezar a su monda, se extendía sobre la mesa de matar el gorrino, y allí se vaciaban los esportillos que las manos expertas separaban los estigmas (las hebras del azafrán) del resto de la flor, para luego proceder a su tueste. La acción se repite varios días y de la misma planta (léase bulbo) brotan hasta 12 flores.




Suponía en un periodo de tiempo corto de entre ocho y quince días su recolección, monda y tueste. Casi las veinticuatro horas de trabajo, ya que  en su proceso se requiere rapidez en todos sus pasos. Siendo las manos más hábiles y diestras las de las abuelas, para ellas era pan comido, sus manos se movían con rapidez y soltura separando las hebras, aprovechado esas noches para recordar vivencias que las trasportaba a sus tiempos de mozas.

Esas noches de monda se juntaba toda la familia y no se marchaban a sus casas hasta que no se quedaba toda la flor recolectada ese día mondá, siendo  Raimundo,  Luisa, Felipa los últimos en irse a dormir, no sin antes sacar los típicos platos de arrope con pan. Siempre con una buena lumbre de cepas, pues en estos meses las mañanas eran frías y frescas las noches.

Un “alboroque” en toda regla junto a toda la familia y vecinos que le ayudaron. Allí acudieron todos como si de una fiesta se tratase, los lebrillos de chorizos y las costillas adobas no  faltaron. Además, por si faltaba, Luisa le compro a Marcelo medio cordero que Felipón cargó a sus espaldas con facilidad hasta la casa del Pozo Nuevo, y el pan de la hermana Plácida, junto a la cuerva y el porrón, que no le dejaban quieto ni un solo instante.

Como siempre se reunían toda la familia se juntaban los primos de unas edades muy similares. Destacaban dos: uno por grandullón. y el otro por su picardía y hasta con mezcla de maldad y envidia el tal Luisito que le seguían cayendo los mocos a chorros, y para acompañarlos en la cara de un ojo le brotaban legañas como puños, le quedaba un ojo sano, y unas ideas perversas contra el resto de los demás primos. En particular con Felipón, que casi le doblaba en altura, y muy por debajo en ideas picardías y malicias.

Todos en la calle jugando a todos los juegos de entonces, el barro y los charcos no les impedían jugar a esos juegos, el gua, las canicas, al escondite, pídola, futbol en la era de don Sebastián. Mientras padres y madres se lo pasaban en grande contando historietas de cuando eran chiquetees, y jugando a la brisca.

No parando en todo momento de reírse de sus primos y primas, así mientras que todos iban hasta las cencerretas de barro. Luisito se escapaba de todos los  juegos impoluto con solo unas pequeñas salpicaduras.

El sol ya casi estaba poniéndose en la cuesta del Pepito y en la era de don Sebastián se moría la tarde. Se  escuchó una voz bronca diciendo… ¡Vengaaa, que nos vamosss!

Todos salieron corriendo a la llamada, el primero en salir fue Luisito que a las pocas zancadas vio que Felipón le adelantaba. Dejando de mirar donde pisaba Luisito forzó su zancada yendo su pie a dar en una piedra que le hizo caer de bruces en un charco grande, no quedándole parte de su cuerpo que no tuviese barro… Miento, las únicas partes que se quedaron limpias fueron el cielo de la boca y detrás de las orejas.

Quiso culpar a su primo Felipón de su caída, ya que según él le puso la zancadilla. 

--¡Copón!... ¡Dijo -el padre- si estaba delante de ti!

--¿Cómo te va a poner la zancadilla?

--¡Este chiqueteé me saca de quicio!

Cogiéndolo por el pescuezo le dio el moquero.

--- ¡Arrea… no me cuentes más mentiras!

--Anda pasa casa pedazo de carne con ojos, que estas más guapo con la cara llena de barro que cuando tu ojo se te llena de legañas y tus narices se llenan de mocos.

El “alboroque” terminó bien para casi todos.

(CHASCARRILLO)

Al alboroque de Raimundo,

a todos los que le ayudaron.

La familia la primera y del

barrio las abuelas se apuntaron.

 

Siendo esta fiesta que

no está en el calendario.

Se perdió por no estar,

  es para que quede claro.

 

Si la familia está cerca,

 la familia se ayuda.

Si la necesitas la tienes,

  si no… la tienes largo.





No es que tengamos

poco tiempo, sino que

perdemos mucho.

(SENECA)

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