por Vicente Sotos Parra
1) Agasajo que hacen el comprador, el vendedor, o ambos, a quienes intervienen en una venta. 2) Regalo o convite que se hace para compensar un servicio o por cualquier motivo de alegría.
Corrían los años cincuenta y
después de una buena vendimia y de también una buena recolección de la “rosa del azafrán”, decidió Raimundo
comprar a don José María Mendizábal cinco fanegas de tierra en La Blanca, cerca
de la laguna del mismo nombre. Tacita a tacita Raimundo seguía acumulando
patrimonio. Le sobraban razones y motivos para hacer un “alboroque”.
Con la rosa del azafrán también
Raimundo ese año tuvo una muy buena
cosecha, le tenía más fe al azafrán que
a los ajos. Se le llama a la rosa del azafrán “el oro rojo”. Se necesitan
aproximadamente 150.000 flores para conseguir un kilo, y hoy se paga
2.500 € a 3.000 € kilo.
Tiene su zarzuela compuesta por
Federico Romero que pasó largas temporadas en La Solana, y escogió esta localidad como escenario de su
famosa obra: “La rosa del azafrán”.
La sede de su D.O.P está en Camuñas (Toledo)
Pero volvamos al “alboroque “que
se me va la pinza".
En santa compañía toda la familia acudía a coger la
rosa con sus esportillos de esparto antes de que saliera el sol. Llegando al medio día al lugar y empezar a su
monda, se extendía sobre la mesa de
matar el gorrino, y allí se vaciaban los esportillos que las manos expertas
separaban los estigmas (las hebras del azafrán) del resto de la flor, para
luego proceder a su tueste. La acción se repite varios días y de la misma
planta (léase bulbo) brotan hasta 12 flores.
Suponía en un periodo de tiempo
corto de entre ocho y quince días su recolección, monda y tueste. Casi las veinticuatro
horas de trabajo, ya que en su proceso
se requiere rapidez en todos sus pasos. Siendo las manos más hábiles y diestras
las de las abuelas, para ellas era pan comido, sus manos se movían con rapidez
y soltura separando las hebras, aprovechado esas noches para recordar vivencias
que las trasportaba a sus tiempos de mozas.
Esas noches de monda se juntaba
toda la familia y no se marchaban a sus casas hasta que no se quedaba toda la
flor recolectada ese día mondá, siendo Raimundo, Luisa, Felipa los últimos en irse a dormir, no sin antes
sacar los típicos platos de arrope con pan. Siempre con una buena lumbre de
cepas, pues en estos meses las mañanas eran frías y frescas las noches.
Un “alboroque” en toda regla junto a toda la
familia y vecinos que le ayudaron. Allí acudieron todos como si de una fiesta
se tratase, los lebrillos de chorizos y las costillas adobas no faltaron. Además, por si faltaba, Luisa le compro a
Marcelo medio cordero que Felipón cargó a sus espaldas con facilidad hasta la casa del Pozo Nuevo, y el pan de la
hermana Plácida, junto a la cuerva y el porrón, que no le dejaban quieto ni un
solo instante.
Como siempre se reunían toda
la familia se juntaban los primos de unas edades muy similares. Destacaban dos: uno por grandullón. y el otro
por su picardía y hasta con mezcla de maldad y envidia el tal Luisito que le
seguían cayendo los mocos a chorros, y para acompañarlos en la cara de un ojo
le brotaban legañas como puños, le quedaba un ojo sano, y unas ideas perversas
contra el resto de los demás primos. En particular con Felipón, que casi le doblaba en altura, y muy por debajo
en ideas picardías y malicias.
Todos en la calle jugando a todos
los juegos de entonces, el barro y los charcos no les impedían jugar a esos
juegos, el gua, las canicas, al escondite, pídola, futbol en la era de don Sebastián.
Mientras padres y madres se lo pasaban en grande contando historietas de cuando
eran chiquetees, y jugando a la brisca.
No parando en todo momento de
reírse de sus primos y primas, así mientras que todos iban hasta las
cencerretas de barro. Luisito se escapaba de todos los juegos impoluto con solo unas pequeñas salpicaduras.
El sol ya casi estaba poniéndose
en la cuesta del Pepito y en la era de don Sebastián se moría la tarde. Se escuchó una voz bronca diciendo… ¡Vengaaa, que
nos vamosss!
Todos salieron corriendo a la
llamada, el primero en salir fue Luisito que a las pocas zancadas vio que
Felipón le adelantaba. Dejando de mirar donde pisaba Luisito forzó su zancada
yendo su pie a dar en una piedra que le hizo caer de bruces en un charco
grande, no quedándole parte de su cuerpo
que no tuviese barro… Miento, las únicas partes que se quedaron limpias fueron el cielo
de la boca y detrás de las orejas.
Quiso culpar a su primo Felipón
de su caída, ya que según él le puso la zancadilla.
--¡Copón!... ¡Dijo -el padre- si
estaba delante de ti!
--¿Cómo te va a poner la
zancadilla?
--¡Este chiqueteé me saca de
quicio!
Cogiéndolo por el pescuezo le dio
el moquero.
--- ¡Arrea… no me cuentes más
mentiras!
--Anda pasa casa pedazo de carne
con ojos, que estas más guapo con la cara llena de barro que cuando
tu ojo se te llena de legañas y tus narices se llenan de mocos.
El “alboroque” terminó bien para
casi todos.
(CHASCARRILLO)
Al alboroque de Raimundo,
a todos los que le ayudaron.
La familia la primera y del
barrio las abuelas se apuntaron.
Siendo esta fiesta que
no está en el calendario.
Se perdió por no estar,
es para que quede claro.
Si la familia está cerca,
la familia se ayuda.
Si la necesitas la tienes,
No es que tengamos
poco tiempo, sino que
perdemos mucho.
(SENECA)
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