FELIPÓN Y LA MANZANA (capítulo 17º): Se nos va a la mili | Las Pedroñeras

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lunes, 13 de septiembre de 2021

FELIPÓN Y LA MANZANA (capítulo 17º): Se nos va a la mili

 


por Vicente Sotos Parra


Corrían los años 59-60 y nuestro paisano Felipón tuvo como cada hijo de vecino hacer obligatoriamente el servicio militar. En este  caso le toco a Valencia en el Parque de Artillería  situado en la carretera real de Madrid junto a la fábrica de cerveza el Turia y la Cruz Cubierta.

Después del periodo de instrucción se quedó destinado en este cuartel, de lo que se conoce como monaguillo para ayudar al Páter en la tarea de preparación y arreglo para oficiar el santo oficio que cada día se hacía una o dos veces, según fechas. Así como acudir a los distintos destacamentos, Ribarroja. Godella.

El Páter don Santiago tenia sesenta años ya que nació con el siglo y en el ejército tenía el grado de comandante.

Era de complexión media y enjuto en carnes, la parte izquierda de su cuerpo renqueante, pues en la guerra se salvó de milagro delante de un pelotón de fusilamiento de aquella pandilla de incautos desarmados que sin juicio lo pusieron delante de un pelotón de fusilamiento. Solía decir que no valían ni para matar a gente inocente, y el que le apuntó a él menos todavía pues al parecer el que apuntó a sus partes nobles debía  tener el punto de mira algo desplazado ya que solo la parte izquierda del cuerpo fue dañada, quedándose inmóvil como si estuviese muerto.

También decía que fue un milagro de Dios que los perdigones de la escopeta fuesen a la cadera y a la pierna, y no a otras partes.




En esos días que se le comunicó su destino, al cual iban destinado sus servicio no alcazaba a adivinar los motivos ni las razones de este; más tarde supo el porqué. Tenían la orden del Páter siempre de lo posible de que los ordenanzas fueran de las provincias de Albacete o de Cuenca por tener en gran estima y aprecio a las gentes de esta parte de España. Esto se debe a que los conocía bien ya que el seminario y su toma de los hábitos los hizo en Cuenca.

Son gente llana, noble, de trato afable y fácil de contentar, siempre dispuesta a compartir hasta la última gota de agua, o la última miga de pan.

Nació este hombre en Valencia en el año 1900, fue ordenado justo en el alzamiento de Primo de Rivera en el año 1923. De familia de alta alcurnia y de rancio abolengo, siendo hijo único con muchos campos de naranjos y arrozales en Sueca que su padre administraba con toda la tacañería del mundo, pagando siempre por debajo de lo estipulado a la gente que exprimía sus sudores, acumulando cada vez más vienes que posteriormente irían a la Santa Madre Iglesia, ya que don Santiago siendo hijo único no debía de tener descendencia, hasta la fecha.

El motivo de su entrada en el ejército fue cuando después de aquel pelotón decidió unirse al ejército de los sublevados. Acabada la Guerra Civil debió de pensar que un ejército también necesita de los servicios de la Iglesia.

Era bueno, pero el jodío los domingos a la guardia entrante y saliente, era de obligado cumplimiento o ir misa, con la condición que el que no lo hiciese no salía del cuartel. Que ya me contarás las ganas que se tenía después de estar todo el día de guardia.

Felipón llegó virgen en aquel mundo de imposición y orden y mando, en el que las personas se convertían en poco menos que animales sin más derecho que el de obedecer y callar, lo que suponía que las personas se sintiesen menospreciadas por quien por el solo hecho de llevar, o tener unos galones, o estrella en el traje que vestían, tratando a las personas como ganado de poco valor que se remplazaba todos los años con gente del mismo estilo con un baraje similar. Lo que se entiende como el mismo ganado  y cara diferentes.

Abundio, que así se llamaba su antecesor en el puesto de este destino, era de Las Mesas y por un centímetro más del mínimo que se exigía para hacer la mili no tuvo más remedio que hacerla. Nadie lo conocía en el cuartel por su nombre todos lo conocían por el “ratón colorao” por su color de pelo pelirrojo, esto se debía a que era una rareza: apenas un dos por ciento de la población mundial, y el culpable es un gen (el MciR) alterando la producción de la melanina, rasgos característicos de celtas y visigodos. El chiquetee andaba tanto o más justo que Felipón en lo académico, las cuatro reglas y poco más.

Hijo de una familia de clase humilde, siendo el mayor de seis hermanos que a los cinco años acompañaba a sus padres a rebuscar en tiempo de vendimia los grumos que se quedaban en las cepas para luego en el invierno hacer arrope, así como a coger tronchos, piñas verdes, collejas, con una espuerta de pleita los padres cada uno de un asa, cuando esta se llenaba al lugar y si de paso se encontraban con un árbol del cual se pudiera comer su fruta llenaban el buche, de esta forma se ahorraban una comida. Hambre lo que se dice hambre no llegó a pasar, pero sobras en la surten no quedaban nunca.  Todo lo que no aprendió en la escuela lo aprendió en la calle que era su escuela igual  o más importante para mantener el hambre a raya. Con el tiempo adquirió todas esas cualidades y sabidurías a que las necesidades de la supervivencia enseña. Más de una vez los civiles se presentaron en su casa llevándolo cada civil de una oreja por haberlo cogido en el camino con el esportillo lleno de garbanzos, guijas, lentejas, que su madre las hacía gloria bendita. Las orejas se le enfriaban al poco tiempo de que se fueran los civiles, al mismo tiempo que se calentaba el rancho. 

La suerte de la familia cambió cuando a los diez años se fue a El Taray de ayudante de pastor, casi todas la necesidades quedaron cubiertas. De vez en cuando se perdía un cordero, una gallina no volvía al corral... Los nidos de las perdices las tenían en el punto de mira, así como a los perdigones que los corría por las viñas y rastrojos, y las torcaces más de lo mismo. Así fue cómo sus padres y hermanos dejaron de pasar tantas necesidades básicas de primer orden como era el hambre.

Pocos en el cuartel vivían mejor. A la hora de comer acudía a la cocina siempre la ración para don Santiago era doble. Le decía: "¡que no se quede con hambre don Santiago que tiene muy malas pulgas!" Sin rechistar, le ponían doble ración de lo mejor del menú de ese día. El ingenio no tenía límites de “ratón colorao”, salía y entraba del cuartel cuando quería haciendo de estas salidas negocio, tabaco, celtas, ideales, bisonte, echar las cartas a los que no podían salir cobrando dos reales el servicio. Tenía la santa costumbre de juntar los dos reales pasarles un hilo hacerlos de duro  para así a la hora de contar no tenía que perder el tiempo.

Los padres lo esperaban como los niños el día de Reyes ya que en el petate les llevaba zapatos para todos los hermanos, unas botas con polainas para su padre, además de unos cuantos duros para que su madre que pagara las cuentas de las tiendas a las que debía. Felipón llegó a contar cincuenta pulseras de cinco pesetas. Para esa época era un banquero, ríete de Mario Conde, y de Botín. Si prestaba dos reales para tabaco además de su comisión una peseta de interés.

Y de vuelta al cuartel el petate le sobraba ya que no había más que mocos de los hermanos igual de pelirrojos que el hermano mayor. 


Cuando paseaban juntos, Abundio “ratón colorao” y Felipón le parecían a don Quijote y Sancho Panza, siendo el pequeño el que le daba lecciones al grande, pues cada vez que se dirigía a él parecía que al mismo tiempo mirara al cielo ya que apenas le llegaba a las axilas.

Fue de gran ayuda de tener a este paisano de profesor y le diera lecciones que no encontraría leyendo la Biblia o el Quijote, y fraguando una amistad para toda la vida. "Yo hablo con mi madre todas las semanas, llamo a la tienda que está cerca de mi casa, llaman a mi madre y no me cuesta “na” a cambio las botellas de vino que le siso a don Santiago nos la bebemos en las meriendas de los domingos por la tarde con los telefonistas. Que este vino es el mejor ya que media España lo compra de ese pueblo que se llama Turis. Mejor una botella entera que no bautizarlo ya que el jodío lo nota muy fácilmente, yo lo hice una vez y casi me manda al polvorín de Chinchilla, el muy jodío tiene malas pulgas. Te aconsejo que cuando te quede una de las tres que compras, le pidas los cuartos para comprar tres más y con la que te sobra para la merienda de los domingos con los telefonistas.

De cómo se las arregló para no hacer guardias, ni imaginarias. Le dijo don Santiago:

-Dile al capitán que te rebaje de servicios esta semana, que no me encuentro bien.

Pasaron las semanas y aquella orden continuó hasta que se licenció.

Le dijo cómo llegar a la estación del Norte de Valencia y cambiarse de militar a paisano en el WC para de esta forma viajar más cómodo.

El ingenio del cual carecía Felipón se despertó a pasos agigantados mezclando con la honradez  y saber estar en cada momento pero con el punto pícaro y a la vez bonachón, sabedor en todo momento de que había otra forma de hacer las cosas siempre respetando a lo que discrepan y nunca juzgarlos por su discrepancias, pensando que los humanos somos intrínsecamente buenos y las diferencias, político, religiosas son para compartirlas nunca para imponerlas. 

El “ratón colorao” le enseñó los que hace de cada día, las entradas y salidas durante el oficio de la misa pues a veces se encontraban solo él y don Santiago.

Dentro del cuartel seguía siendo autónomo sobrándole todo el tiempo pues la media hora se pasaba rápido. Algo debió de ver don Santiago para decirle:

-¡Hijo, si quieres tienes en mi biblioteca libros de todos los Santos, la Biblia, el Quijote, puedes leer lo que quieras con la condición de que los dejes en el orden que lo has cogido!

Así pasaron los seis meses en los cuales la Biblia y el Quijote que no entendía en la escuela con don Aurelio casi llegaba a recitar de memoria, y a entenderlo en todas sus aventuras que le parecían tan hermosas y con ese Sancho tan noble, inocente y a la vez tan sabio que no se separaba del caballero andante por muy mal que fuesen las aventuras.

Lo de la Biblia fue más complicado de entender, tantos santos escribiendo, dando versiones de lo contado, la cosa no le fue fácil, según la versión que él contó tenía la Biblia.

3.566.480    letras          (Aproximadamente)

773.692     palabras.        “    “   “   “   “   “  “  “   “

31.102       versículos.

1.189         capítulos.

66               libros.

39              del antiguo testamento.

27               del nuevo

Tardándose 1.000 años en escribir el antiguo y entre 50-60 el nuevo.

De todo esto Felipón se quedó perplejo de lo que leía, y no solo eso: interpretarlo a esos tiempos. A veces don Santiago a la hora de leer el evangelio tiraba de improvisación diciendo palabras, hechos que nunca ya leída doce veces la Biblia no le encontraba el significado.

En el primer permiso de quince días aprovechó para acudir a la boda de su prima Carmen. La boda se celebró en el corral de Raimundo y el baile en el Coso en casa de la hermana Genara tocando el acordeón Jaime.

Cuando de vuelta al cuartel el petate a reventar de pan de la hermana Plácida y de Cubero, chorizos de su tía que ese año, Raimundo mató dos gorrinos de 15 arrobas cada uno.



Un sábado a las cinco de la tarde estaba Felipón dándole vueltas a una pregunta que no le encontraba respuesta, en ese preciso instante llegó don Santiago, ya tenía tres cuartas parte de la mili, y nunca olvido el consejo de “ ratón colorao” no contradigas al “Páter" que tiene muy malas pulgas y te puede mandar a Chinchilla.

Receloso de lo que le podía llegar a pasar de no plantear bien la pregunta se la preparó en un papel.

Desde niños hemos crecido creyendo en estas manzanas.

La manzana de Adán y Eva.

La manzana de Blancanieves.

La manzana de Robín Hood.

La manzana de Newton.

Según la Biblia el Edén estaba en Irak y allí no se da ese árbol de manzanas, además que los sabios judíos identifican el fruto prohibido como el higo, o tal vez la uva. Así Adán y Eva habían cubierto su desnudez con hojas  de ese mismo árbol los cuales parecen ser de higuera o de parra.

Jesús maldice a una higuera que no da frutos (Mc11,11¬-26) además el traidor Judas se cuelga en una higuera. ¿Cuántos pintores les han servido estas hojas para tapar la parte pudorosa de sus cuerpos? Y muy pocas son del manzano.

¿Son dudas que me corroen y me causan noches de insomnio pensando si fue una parra o una higuera o un manzano?

Respuesta: ¡Hijo mío, no dejes nunca de respirar y lo mismo tu madre y tu tío Raimundo que Dios se acordará de todos vosotros!

Y yo del buen pan de la hermana Placida y de  Cubero y de los chorizos de tu santa tía.


La culpa de la expulsión,

del Edén la tuvo la manzana.

Otros  que fue el higo,

otros dicen que la parra.


Doctores tiene la Iglesia,

que nos digan la verdad.

Que nos quiten este peso,

para que podamos dormir en paz

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