Iglesia del Carmen (interior).
Una vez que, por la mañana temprano, vimos los dólmenes (vimos y experimentamos sensaciones inéditas), decidimos visitar otros sitios que teníamos en la agenda: la iglesia del Carmen, la alcazaba y el muy recomendable museo de la ciudad de Antequera.
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Aparcamos el coche muy cerca de tal iglesia, sobre la que había visto por la Red comentarios más que positivos. Nos acercamos hasta ella y, tras pagar una entrada (que valió la pena), nos encontramos en el interior de un espacio impresionante. Habíamos acertado de pleno. La iglesia por dentro es una maravilla. Está construida siguiendo el estilo mudéjar y, aparte de la decoración recargada de los muros interiores, podemos contemplar en ella como elementos sobresalientes su artesonado y los retablos barrocos y el altar mayor, tallado en madera. El conjunto, ya digo, impresiona y desde aquí os animo a visitarla si os dejáis caer por Antequera. Visita imprescindible, ya digo.
Capilla de la Soledad.
Órgano.
Y tras la fenomenal visita (los ojos como platos aún), nos dirigimos hacia la alcazaba, que ya sabéis que exteriormente muestra un porte impresionante. En fin, preguntamos a la recepcionista del hotel si valía la pena entrar pagando esos 6 euros y nos dijo que sin duda. Y sobre todo nos animó por los bonitos jardines de su interior. En fin, pagamos, nos dieron unos cascos con los que escuchar todo lo que en el recorrido se iba abriendo a nuestro paso. Y descubrimos para nuestro pasmo que de esos bellos jardines que uno esperaba de un exotismo moruno con bellas fuentes y flores en esa cuidada jardinería de otros sitios no había nada. Solo matojos de hierba silvestre aquí y allí y poco más. Se conoce que la recepcionista llevaba sin pisar ese interior desde que en la infancia lo visitó con una excursión escolar. De ese modo, nos pareció algo insulso. Había elementos interesantes, pero poca cosa como para cobrar ni siquiera una entrada. En fin, salimos algo decepcionados, como digo, y a la salida, ya cerca del mediodía, nos esperaba algo que nos llevó directamente a un restaurante: la lluvia.
Subidos en el coche (mientras las lluvia golpeaba los cristales) y con el móvil en la mano, averiguamos qué restaurantes asequibles y con buenas opiniones había en las cercanías. Curiosamente, era un italiano el que acaparaba críticas excelentes. Y allí nos dirigimos pegándonos a las pareces para no mojarnos demasiado. Estaba vacío pues Antequera estaba en fiestas y la muchedumbre estaría dando vueltas por el recinto ferial y no en el casco histórico. Nos vino de perlas. Las mejores pizzas que hemos probado jamás y una atención excelente. Muy recomendable ese I Romani, que era como se llamaba.
La alcazaba
Glup.
Sorprendimos al rey moro tras su mesa de despacho.
Vista de Antequera desde la alcazaba.
Vista de la colegiata con la Peña de los Enamorados de fondo.
Museo de la ciudad de Antequera
Nos lo aconsejaron y ya os digo que también valió la pena. Más allá de todo aquello que uno puede imaginarse encontrar en un museo local, yo destacaría de este de Antequera la parte romana (por un lado), su colección de pintura barroca y la colección particular del pintor antequerano contemporáneo Cristóbal Torcal.
De la parte romana, no podéis salir del museo sin haber visto el efebo de Antequera. Es de esas escultura (esta en bronce y hueca) que uno no se cansa de contemplar. Me pasó un poco -salvando las distancias- como con el David de Miguel Ángel conservado en La Academia de la ciudad de Florencia. Está al fondo de la sala, algo escondido.
Cristóbal Toral fue todo un descubrimiento para mí. Ya solo con esa particular recreación del cuadro Las Meninas, de Velázquez, ya vale la pena la sala destinada a su pintura. Pero hay otros muchos cuadros del artista que vale la pena contemplar.
Impresionante el efebo de Antequera con su bello porte.
Cristóbal Toral
Contenido del museo:
Cultura material de la Prehistoria y Protohistoria, con especial dedicación al Megalitismo y al período Calcolítico.
Ritos funerarios de época romana.
Vida cotidiana y repertorio escultórico de las villas romanas.
El Efebo de Antequera.
La Colección epigráfica romana.
Manifestaciones paleocristianas, visigodas y medievales.
El tránsito de la villa medieval a ciudad renacentista.
La escultura de Pedro de Mena.
La obra del pintor Antonio Mohedano.
Los Ornamentos del culto.
Textiles y bordados de los Siglos XVI-XVII.
La iconografía de las devociones del Barroco.
La platería de los siglos XV-XVIII.
Los joyeles marianos.
La pintura y escultura barroca.
Pedro A. Bocanegra y Juan Correa.
La pintura y escultura de los siglos XIX y XX.
La obra de José María Fernández.
La obra de Cristóbal Toral.
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