por Vicente Sotos Parra
No tenía casi nada que ver la discoteca BOYMA con la sala REX (el salón debajo del cine). Más luces, de ambiente joven y novedosa de acuerdo con lo que se llevaba en esos tiempos modernos que corrían. Con la media hora de baile suelto y con la media hora de música lenta. En ese tiempo los IRIS tocaban según venía en un sitio o en el otro. Y estos mozos y mozas se lo pasaban de rechupete, y si no mirad lo que me comentó Felipòn.
Era una tarde de invierno en Las Pedroñeras, el aire frío apretaba y el pueblo parecía estar envuelto en una atmósfera de siesta eterna. Sin embargo, en una mesa del bar Boni una ronda de “gordas” (así se les llamaba a los tercios) que después de una semana dura de trabajo en el campo, una gorda era la gloria bendita.
La verdadera diversión empezaba al caer el sol en la tarde de domingo. Después de vuelta y vuelve a la cuesta los Hitos.
Lauren, Bartolo, Enrique, Antonio y Felipón hablaban de cómo iban a conquistar a las mozas esa noche en la discoteca Boyma.
Cerca de ellos, Felipón, con eterna sonrisa, llevaba algo bajo el brazo, pero intentaba ocultarlo.
--- ¿Qué llevas ahí, Felipón? –preguntó Bartolo, mirándolo con curiosidad.
--Nada, nada… --dijo Felipón, intentando hacerse el misterioso, pero con una sonrisa que le delataba.
--¿“Nada”? ¡A ti nunca se te escapa una fiesta sin hacer alguna de las tuyas! – le replicó Lauren entre risas.
---Paciencia, paciencia. Esta noche vais a flipar. –Felipón guiñó un ojo y salió del bar bajando la cuestecilla cara a la discoteca.
Mientras tanto, Luisa, Dorotea y María llegaban ahora a la puerta. María, siempre llena de energía, no paraba de hablar,
--- ¿Habéis visto a Felipón? ¡Seguro que está tramando algo! – dijo María riendo con complicidad.
--Conociéndolo, seguro que sí…-- añadió Luisa, lanzando una mirada divertida a Dorotea.
La discoteca Boyma estaba llena, y los mozos/as de Las Pedroñeras ya se movían al ritmo de la música. María no paraba de reír con cada ocurrencia de Felipón, que ya había comenzado su “show”.
--¡Señoras y señores! – gritó Felipón subido en una silla en medio de la pista-- ¡Hoy os traigo la última sensación de París!
--¡Pero si tú no has salido de Cuenca en tu santa vida, Felipón! –le gritó Bartolo entre risas.
Felipón, sin perder la compostura, sacó de su chaqueta un sombrero de plumas enormes digno de un cabaret. Se lo puso con toda la solemnidad que pudo y empezó a bailar, moviendo las plumas al ritmo de la música, mientras los demás lo observaban entre carcajadas.
--¡Qué estilazo! ¡Cuidado que te quitan el trabajo en París! –gritó María doblándose de risa.
Los demás no tardaron en unirse, imitando los movimientos exagerados de Felipòn. Lauren y Luisa, Bartolo y Dorotea, Luis y Carmen, todos seguían el ritmo con sus propios “sombreros imaginarios”. La pista era un caos de risas y pasos torpes, pero nadie parecía querer parar,
En medio de todo este desmadre, Felipón vio entrar a Enrique, que llegaba tarde, como siempre. Sin perder el humor, corrió hacia él, le plantó el sombreo en la cabeza y le dijo:
--¡Hala, Enrique! Tú serás el rey del cabaret esta noche. ¡Lúcelo con orgullo!
--¡Pero qué demonios! --exclamó Enrique, sin entender nada, pero rápidamente se unió al juego.
La noche continuó entre saltos, risas y plumas que parecían volar por toda la discoteca mientras María no dejaba de hacer chistes cada vez que alguien se tropezaba y fallaba un paso de baile.
Ya de camino a casa, con el pueblo en silencio y las estrellas brillando, todos caminaban despacio después de una noche de risas. María, todavía con lágrimas en los ojos de tanto reír, comentó:
--Felipón, no sé de dónde sacas esas ideas, pero has salvado la noche.
--Lo mío es puro arte, chica. ¡El mundo aún no está preparado para tanto glamour –respondió Felipón con tono dramático, arrancando las últimas risas de la noche.
Una de las reglas que era innegociable era estar a las diez en la casa sobre todo las mozas. Esto en verano y las nueve en invierno.
Y así, entre carcajadas y bromas, los mozos y mozas de Las Pedroñeras cerraron otra noche memorable en su querido pueblo, sabiendo que, con Felipoòn cerca, nunca faltaría la diversión.
(CONTINUARÁ)
(CASCARRILLO)
De la sala Rex a la Boyma,
esto fue bueno para los mozos y mozas.
En la nueva tenía menos luz,
en la nueva tenía más sombras.
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No podemos evitar las pasiones,
pero sí vencerlas.
SÉNECA.
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