Poniendo ajos en 1966 (foto cedida por María Haro)
En entradas anteriores de esta serie hemos visto las labores de preparación de la tierra de los ajos y la del esgorolle, también conocida como esgranar a mano. Ahora toca, una vez que ya tenemos los dientes, ir a sembrarlos, a ponerlos, y lo haremos a mano. ¡Qué tiempos!
A la hora de sembrar los ajos, por diciembre o enero, las mulas tiraban del arado común trazando los hilos o surcos (a unos 30 o 35 centímetros de distancia uno de otro), mientras detrás marchaban los poneores (o, mejor, poneeras, pues normalmente eran mujeres) hincando los dientes en el lomo con el culo hacia abajo, a una distancia de jeme corto.
Antes, los dientes habían llegado al campo metidos en capachos, sacos o costales. Una vez en la tierra, se distribuían espuertas en distintos puestos y hasta ellas se llegaba con los sacos, transportados a lomos de mula, para llenarlas de dientes, al mismo tiempo que se ablentaban un poco. En estas espuertas, regularmente distribuidas, las poneeras rellenarían sus mandiles (los que luego se llamarían morrales). Si la poneera era buena, normalmente iba dejando sin poner las almendretas o dientes más pequeños, así como los que estaban follos o sin consistencia.
Los dientes, como digo, se llevaban en un mandil con un gran bolsillo delante. Se iban sacando a puñados con la mano izquierda que, a la vez, iba proporcionando a la derecha los dientes uno a uno y ésta los iba hincando metiéndolos un poco bajo tierra. El trabajo de poner ajos era quizá el más cansado, pues el cuerpo tenía que ir totalmente doblado, había que procurar no pisar la siembra con los pies, y nada digo del frío que suele hacer para estas fechas que impiden incluso al campesino hacer el huevecete las más de las veces, es decir, juntar las puntas de los dedos, rojos como tomates.
Del libro Imágenes de un siglo en Las Pedroñeras II
Detrás de estas mujeres marchaba un hombre que se ocupaba de ir tapando debidamente la siembra arrastrando la tierra con el pie, así como de romper los guesones con la llamada porra de esguesonar, palo de madera acabado en una especie de porra, que estaba hecho normalmente de madera de carrasca .
Foto cedida por Felipe Martínez
[Los textos están tomados de mi libro Jardín de curiosidades sobre el ajo]
©Ángel Carrasco Sotos
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