La tormenta - por Fabián Castillo Molina | Las Pedroñeras

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lunes, 3 de diciembre de 2012

La tormenta - por Fabián Castillo Molina

Vicent van Gogh

La Tormenta


por Fabián Castillo Molina

Aquella tarde era como otra cualquiera hasta la caída del sol, cuando empezó a aparecer una inmensa  nube, absolutamente endiablada, con  un ruido  estremecedor, al mismo tiempo que se oscurecía la tarde con una sombra negra o un eclipse repentino. Tal situación inesperada producía pánico. Yo, con lo pequeño que era (tendría siete u ocho años),  dije a Simón, que era el pastor:  "Vámonos rápido al  pueblo que esto no me gusta nada."  Y  en aquel  momento  las ovejas saltaron como liebres  hacia el  lugar y  nosotros  también las seguimos; pero solo  habíamos recorrido  aproximadamente  unos  quinientos  metros  cuando ya  la nube se nos vino encima y tuvimos que refugiarnos a la espantá de una oliva muy fondona, del olivar del  hermano  "Cucharón",  en la Mira. 


Entonces  ya habían empezado a caer una gotas que parecían granizos y levantaban una gran polvisca, cuando apareció, como desbocado, el  rebaño de  Andrés  "Liebre", como entre una nube, y se arremolinaron con el nuestro rodeándonos. Allí todo el ganado junto se hizo una piña. Era digno de ver cómo unía a los animales el miedo mientras nosotros sentíamos lo difícil que era respirar entre el polvo, la humedad y el olor a paja mojada. Allí vi  yo por vez primera y comprendí  la necesidad  y el apoyo  que  nos  podemos aportar  las  personas cuando nos necesitamos de verdad. En aquel momento, Andrés se unió a nosotros, y quitándose una cazadora de verano que él  llevaba, me la puso sobre los hombros para que se me quitara el frío, porque yo tiritaba, no sé si por el frío o por el miedo, o quizás por los dos. 

Aguantamos  el aguacero refugiados allí  hasta que  pasó la fuerza de la nube; todo aquello  transcurrió en muy poco tiempo. De pronto, sin saber por qué, el  ganado,  todo junto salió de estampida  hacia el  pueblo sin obedecer  nada, ni las voces ni los silbidos de los pastores. Nosotros seguimos al rebaño, por la  loma que sale al camino de la Veguilla  y  allí  iban entrando las  ovejas  y salían nadando. Ya  llegamos nosotros, y como no podíamos avanzar por ningún sitio, yo me arrimé más al camino, resbalé y caí a la corriente, porque en aquel  momento el camino ya era un río enloquecido, y me llevó dando tumbos río abajo hasta llegar a un ensanche donde el agua perdía nivel. Simón luego me dijo que se había tirado al agua para sacarme pero yo no lo vi. Sí recuerdo que en aquellos momentos de angustia  y en aquel  momento fue cuando Ándrés pudo cogerme y  sacarme ya medio  ahogado y aterido de frío. Me cogió y me llevó a la era  del “Fraile” donde sacó unos  haces  de trigo y me metió dentro para darme calor. Pasó un rato, no sé cuánto tiempo sería; la corriente ya había descendido y entre el barro podíamos caminar. Andrés me subió   a hombros y salimos como pudimos  hacia el pueblo en aquellos momentos. Al poco vimos aparecer al hermano de Simón con el tractor de Tortosa pero no pudo llegar hasta nosotros: tuvo que volverse al lugar porque se le metía el  agua  en el motor.

Por fin, cuando pudimos llegar a las paredes del pueblo, nos encontramos a toda la gente del barrio incluyendo a las familias que estaban  esperándonos con mantas y un grupo de gitanos que acampaban junto a las paredes de las últimas casas al lado del camino de la Veguilla, estaban esperando también.

Todo lo peor de aquel  infierno había pasado, pero quedaría fijado en la memoria de los tres para resto de nuestros días.

Por aquellas fechas, mi madre se encontraba por las serranías de Cuenca comprando animales para la carnicería,  y se enteró de todo esto cuando vino del viaje. Sin duda, quien peor lo pasó, aparte de nosotros, fue mi abuela Vicenta  que estaba  cuidando de nosotros en mi casa". 

14 de noviembre de 2011

©Fabián Castillo Molina y Nemesio Pacheco Araque


El escrito anterior está basado en la narración en primera persona que me hizo Nemesio Pacheco 53 años después del acontecimiento que vivió tan directa e intensamente que se grabó a fuego en su memoria y lo conserva como si acabara de ocurrir.

3 comentarios:

  1. Buen relato, muy gráfico. Parece que se respira el ambiente del campo en la tarde de tormenta.

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  2. He leido el texto del libro que me mandas me ha gustado muho,sobre todo por que aparece mi tio Nemesio el marido de mi tia Juliana la hermana de mi madre,gracias y dime,los titulos de los libros son los que aparecen aqui verdad? me los ire comprando dime donde los puedo comprar por que me figuro que tendra que ser en el pueblo.

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