Vicent van Gogh
La Tormenta
por Fabián Castillo Molina
Aquella
tarde era como otra cualquiera hasta la caída del sol, cuando empezó a aparecer una inmensa nube,
absolutamente endiablada, con un ruido estremecedor, al mismo
tiempo que se oscurecía la tarde con una sombra negra o un eclipse
repentino. Tal situación inesperada producía pánico. Yo, con lo pequeño que era (tendría siete u ocho años), dije a Simón, que era el pastor:
"Vámonos rápido al pueblo que esto
no me gusta nada." Y en aquel momento las ovejas saltaron como liebres hacia el lugar y
nosotros también las seguimos; pero solo habíamos recorrido
aproximadamente unos quinientos metros cuando ya
la nube se nos vino encima y tuvimos que refugiarnos a
la espantá de una oliva muy fondona, del olivar del
hermano "Cucharón", en la Mira.
Entonces ya habían empezado a caer una gotas que parecían granizos y levantaban una gran polvisca, cuando apareció, como desbocado, el rebaño de Andrés "Liebre", como entre una nube, y se arremolinaron con el nuestro rodeándonos. Allí todo el ganado junto se hizo una piña. Era digno de ver cómo unía a los animales el miedo mientras nosotros sentíamos lo difícil que era respirar entre el polvo, la humedad y el olor a paja mojada. Allí vi yo por vez primera y comprendí la necesidad y el apoyo que nos podemos aportar las personas cuando nos necesitamos de verdad. En aquel momento, Andrés se unió a nosotros, y quitándose una cazadora de verano que él llevaba, me la puso sobre los hombros para que se me quitara el frío, porque yo tiritaba, no sé si por el frío o por el miedo, o quizás por los dos.
Aguantamos el aguacero refugiados allí hasta que pasó la fuerza de la nube; todo aquello transcurrió en muy poco tiempo. De pronto, sin saber por qué, el ganado, todo junto salió de estampida hacia el pueblo sin obedecer nada, ni las voces ni los silbidos de los pastores. Nosotros seguimos al rebaño, por la loma que sale al camino de la Veguilla y allí iban entrando las ovejas y salían nadando. Ya llegamos nosotros, y como no podíamos avanzar por ningún sitio, yo me arrimé más al camino, resbalé y caí a la corriente, porque en aquel momento el camino ya era un río enloquecido, y me llevó dando tumbos río abajo hasta llegar a un ensanche donde el agua perdía nivel. Simón luego me dijo que se había tirado al agua para sacarme pero yo no lo vi. Sí recuerdo que en aquellos momentos de angustia y en aquel momento fue cuando Ándrés pudo cogerme y sacarme ya medio ahogado y aterido de frío. Me cogió y me llevó a la era del “Fraile” donde sacó unos haces de trigo y me metió dentro para darme calor. Pasó un rato, no sé cuánto tiempo sería; la corriente ya había descendido y entre el barro podíamos caminar. Andrés me subió a hombros y salimos como pudimos hacia el pueblo en aquellos momentos. Al poco vimos aparecer al hermano de Simón con el tractor de Tortosa pero no pudo llegar hasta nosotros: tuvo que volverse al lugar porque se le metía el agua en el motor.
Entonces ya habían empezado a caer una gotas que parecían granizos y levantaban una gran polvisca, cuando apareció, como desbocado, el rebaño de Andrés "Liebre", como entre una nube, y se arremolinaron con el nuestro rodeándonos. Allí todo el ganado junto se hizo una piña. Era digno de ver cómo unía a los animales el miedo mientras nosotros sentíamos lo difícil que era respirar entre el polvo, la humedad y el olor a paja mojada. Allí vi yo por vez primera y comprendí la necesidad y el apoyo que nos podemos aportar las personas cuando nos necesitamos de verdad. En aquel momento, Andrés se unió a nosotros, y quitándose una cazadora de verano que él llevaba, me la puso sobre los hombros para que se me quitara el frío, porque yo tiritaba, no sé si por el frío o por el miedo, o quizás por los dos.
Aguantamos el aguacero refugiados allí hasta que pasó la fuerza de la nube; todo aquello transcurrió en muy poco tiempo. De pronto, sin saber por qué, el ganado, todo junto salió de estampida hacia el pueblo sin obedecer nada, ni las voces ni los silbidos de los pastores. Nosotros seguimos al rebaño, por la loma que sale al camino de la Veguilla y allí iban entrando las ovejas y salían nadando. Ya llegamos nosotros, y como no podíamos avanzar por ningún sitio, yo me arrimé más al camino, resbalé y caí a la corriente, porque en aquel momento el camino ya era un río enloquecido, y me llevó dando tumbos río abajo hasta llegar a un ensanche donde el agua perdía nivel. Simón luego me dijo que se había tirado al agua para sacarme pero yo no lo vi. Sí recuerdo que en aquellos momentos de angustia y en aquel momento fue cuando Ándrés pudo cogerme y sacarme ya medio ahogado y aterido de frío. Me cogió y me llevó a la era del “Fraile” donde sacó unos haces de trigo y me metió dentro para darme calor. Pasó un rato, no sé cuánto tiempo sería; la corriente ya había descendido y entre el barro podíamos caminar. Andrés me subió a hombros y salimos como pudimos hacia el pueblo en aquellos momentos. Al poco vimos aparecer al hermano de Simón con el tractor de Tortosa pero no pudo llegar hasta nosotros: tuvo que volverse al lugar porque se le metía el agua en el motor.
Por fin,
cuando pudimos llegar a las paredes del pueblo, nos encontramos a
toda la gente del barrio incluyendo a las familias que estaban esperándonos con mantas y un grupo de gitanos que acampaban junto a las paredes
de las últimas casas al lado del camino de la Veguilla, estaban esperando
también.
Todo lo peor de aquel infierno había pasado, pero quedaría fijado en la memoria de los tres para resto de nuestros días.
Por aquellas
fechas, mi madre se encontraba por las serranías de Cuenca comprando animales para la carnicería, y se enteró
de todo esto cuando vino del viaje. Sin duda, quien peor lo pasó, aparte de
nosotros, fue mi abuela Vicenta que estaba
cuidando de nosotros en mi casa".
14 de noviembre de 2011
©Fabián Castillo Molina y Nemesio Pacheco Araque
El escrito anterior está basado en la narración en primera
persona que me hizo Nemesio Pacheco 53
años después del acontecimiento que vivió tan directa e intensamente que se
grabó a fuego en su memoria y lo conserva como si acabara de ocurrir.
Buen relato, muy gráfico. Parece que se respira el ambiente del campo en la tarde de tormenta.
ResponderEliminarAgradezco tu comentario. Me alegro que te guste.
EliminarHe leido el texto del libro que me mandas me ha gustado muho,sobre todo por que aparece mi tio Nemesio el marido de mi tia Juliana la hermana de mi madre,gracias y dime,los titulos de los libros son los que aparecen aqui verdad? me los ire comprando dime donde los puedo comprar por que me figuro que tendra que ser en el pueblo.
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