Ha sido tradicional en Pedroñeras lo que se ha denominado "cantar las cruces", que consiste en recitar el día de Viernes Santo las coplas que abajo os dejo escritas según las indicaciones que en esta presentación expongo. En ellas se recuerdan los episodios del Vía Crucis de Jesucristo hasta el Calvario.
Después de comer el grupo de gente dispuesto a cantar el vía crucis se reunía en la puerta trasera de la iglesia, siendo tradición dar tres vueltas a un recorrido establecido (todo ello sin beber agua) en el transcurso del cual se irán cantando las diversas "estaciones" ante distintas cruces señaladas en las paredes. Se comenzaba en la parte trasera de la iglesia, y luego el grupo se dirigía hasta el cementerio viejo (actual parque) para subir luego por la actual calle General Amarelle, que es donde se encontraba el Calvario en sí: tres cruces de piedra sobre un ribazo situado entonces en la era de los Morales. Se trataba antes de un recorrido campestre, pues toda esta zona estaba sin edificar antiguamente. A lo largo del recorrido se iban parando ante 14 cruces (más el perdón) antes pintadas o marcadas sobre piedras, y que en este tiempo fueron sustituidas por unas pequeñas de hierro puestas en distintas fachadas.
Destaca el hecho en este extenso poema de que sea Jesús el propio narrador. Muchas personas conservan la totalidad de estas estrofas escritas en cuadernos, y es frecuente que vengan ilustradas con hermosos dibujos que recuerdan estos tristes episodios de la vida de Jesús. Se ve que era tradición guardarlas y decorarlas con mimo.
[Tomadas de mi Cancionero popular de la Mancha conquense; que aún puede adquirirse o poniéndose en contacto con el autor]. Léase también sobre la costumbre perdida de rezar las 9 estaciones de Sábado Santo, en esta otra entrada.
El Vía Crucis
Comienzo
Sigamos
animosos
la cruz abrazada.
Sigamos sus pisadas
con
llanto y pasión.
Acto
de contrición
Jesús
amoroso,
dulce
Padre mío;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
En
el huerto orando
por
mi amor rendido;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
Retrato
de penas
que
a la columna asido;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
Bella
flor del campo,
coronado
lirio;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
Clavel
disciplinado[i],
llagado
y escupido;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
De
atrevida mano
tu
bello rostro herido;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
Con
la cruz a cuestas
tus
hombros oprimidos;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
Por
mis grandes culpas,
misericordia
os pido;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
Divino
eccehomo
con
la cruz rendido;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
Mi
Jesús dulcísimo
con
la lanza herido;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
Por
estos misterios,
misericordia
os pido;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
Padre
de mi alma,
piadoso
y benigno;
pésame, Señor,
de
haberos ofendido.
Ofrecimiento
Poderoso
Jesús Nazareno,
de
los cielos y tierras
Rey
universal,
hay
un alma
que
os tiene ofendido;
pide
que sus culpas
queráis
perdonar.
Usad
de piedad,
pues
quisisteis
por
ella en cuanto hombre
ser
muy maltratado
y
en ella expirar.
Y
luego podrás
visitar
las catorce estaciones
de
la Vía Sacra,
donde
me hallarás.
Para
ir por aqueste[ii]
camino,
la
cruz en tus hombros,
alma,
llevarás
hasta
el Monte Calvario, y con ella
mi
pasión y muerte
contemplando
irás.
Que
es medio eficaz
para
el hombre que firme desea
servirte
y procure
su
vicios dejar.
Primera
estación
El
pretorio en casa de Pilatos
será
la primera estación que andarás,
y
verás que azotaron mi cuerpo
seis
fuertes verdugos hasta descansar.
Sígueme y verás,
que
Pilatos sentencia de muerte
me
dio, procurando al César agradar.
Segunda
estación
La
segunda estación es donde,
apenas
oyeron sentencia de dar,
los
sayones[iii] la
cruz me pusieron
en
hombros y aprisa me hacían andar.
Sígueme y verás,
que
una soga me echaron al cuello
de
la cual tiraba un hombre incapaz.
Tercera
estación
La
tercera estación verás, alma,
que
cómo a empellones me hacían andar.
Del
madero que a cuestas llevaba,
el
peso muy grande me hizo arrodillar.
Sígueme y verás,
que
a empellones, a golpes y a palos,
aquellos
sayones me hacían andar.
Cuarta
estación
En
la cuarta estación considera
que,
cuando mi madre me vino a encontrar,
de
amargura en la calle injuriada,
vertieron
sus ojos copioso cristal.
Sígueme y verás,
que,
aunque llena de pena y angustia,
siguiendo
mis pasos fue su majestad.
Quinta
estación
En
la quinta estación alquilaron,
para
que la cruz me ayudase a llevar,
a
Simón Cirineo. Lo hicieron
no
porque movidos fueran a piedad.
Sígueme y verás,
que
lo hicieron temiéndose todos
que
sería yo muerto antes de llegar.
Sexta
estación
En
la sexta estación una santa,
mujer
fervorosa, parose a limpiar
el
sudor de mi rostro sagrado
con
un lienzo blanco, llena de humildad[iv].
Sígueme y verás,
que
mi faz, estampada en tres partes,
quedó
en testimonio de aquesta verdad.
Séptima
estación
Estación
es la séptima donde,
caído
en el suelo, otra vez me hallarás;
y,
del golpe que yo di tan grande,
después
no podía ni un paso dar.
Sígueme y verás,
muy
llagado mi cuerpo y mi rostro,
herido,
escupido, desangrado está.
Octava
estación
En
la octava estación me salieron
allí
unas mujeres con gran caridad.
Afligidas,
lloraban mi muerte
haciendo
sus ojos fuentes de llorar.
Sígueme y verás,
no
lloréis -yo les dije- mi muerte;
sí
por vuestros hijos y por vos llorad.
Novena
estación
La
novena estación es en donde,
estando
mi cuerpo desangrado ya,
fatigado,
muy falto de fuerzas,
con
la cruz a cuestas volví a arrodillar.
Sígueme y verás,
que
esta fue la tercera caída;
llegué
con mi boca al suelo besar.
En aquesta estación referida
estando
caído me fui a levantar,
y al
instante volví a dar en tierra
por
ser ya muy grande mi debilidad.
Sígueme y verás,
con
las piedras que había en el camino,
mis
manos, mis brazos heridos están.
Décima
estación
Estación
es la décima donde,
habiendo
llegado al calvario, verás
que
al quitar de mi cuerpo la ropa,
volvieron
mis llagas más a renovar.
Sígueme y verás,
que
la hiel con el vino mezclado,
aquellos
sayones a beber me dan.
Undécima
estación
Estación
es la undécima donde
la
cruz en el suelo tendida hallarás,
y
sobre ella tendido mi cuerpo
verás
pies y manos, clavados están.
Sígueme y verás,
que
al oír del martillo los golpes,
quedose
mi madre de dolor mortal.
En
la dicha estación me pusieron,
aquellos
protervos[v] con
gran crueldad,
otra
vez la corona de espinas,
mis
ojos, mi frente, mi barba a bañar.
Sígueme y verás,
y la
sangre, que pura corría,
mis
ojos, mi frente, mi barba a bañar.
Duodécima
estación
Estación
es la duodécima donde,
habiendo
llegado, considerarás
cómo
en alto la cruz levantaron,
llevando
mi cuerpo por mí avergonzar.
Sígueme y verás,
el
dolor que sintió allí mi madre
de
verme escarpiado[vi] y en
cruz expirar.
En aquesta estación los judíos
de
tropa me llevan al sitio[vii]
donde está
una
piedra con un agujero
y la
cruz metieron con gran impiedad.
Sígueme y verás,
que
tan recio caer la dejaron
que
mis pies y manos hicieron rasgar.
Decimatercera
estación
Estación
es la decimotercia
donde
fervorosos fueron a bajar
de
la cruz mi sagrado cadáver
dos
santos varones con gran humildad.
Sígueme y verás,
que
mi madre me tuvo en sus brazos
mientras
dispusieron llevarme a enterrar.
Decimacuarta
estación
Estación
es la decimocuarta
donde
sepultura me fueron a dar,
de
limosna en un santo sepulcro
en
el cual estuve tres días nada más.
Sígueme y verás,
que,
después de dejarme enterrado,
lloraba
mi madre su gran soledad.
Y
con voluntad,
las
catorce estaciones y cruces
de
la vía sacra donde visitar,
hermanos
amados en Cristo,
todo
el que quisiere servir y agradar
a
Jesús, nuestro padre, y procure
su
pasión y muerte siempre contemplar;
que
es medio eficaz
para
el alma que es firme y desea servirme
y
procure sus vicios dejar;
que
en su majestad,
nos
dará en esta vida su gloria
y
luego en el cielo nos dejará entrar.
Perdón, ¡oh, Dios mío!,
perdón e indulgencia,
perdón y clemencia,
perdón y piedad.
Peque ya mi alma,
su culpa confiesa,
mil veces me pesa
de tanta maldad.
Mil veces me pesa
de haber obstinado
tu pecho rasgado,
¡oh, suma bondad!
Yo fui quien del duro
madero inclemente
te puse pendiente
con vil impiedad.
Por mí en el tormento
tu sangre vertiste
y prendas me diste
de inmensa bondad.
Mi rostro cubierto
de llanto lo indica.
Mi lengua publica
tan triste verdad.
Tu amor, Jesús mío,
será mi anhelo.
Amantes del cielo,
su amor ensalzad.
[i] disciplinado: entiéndase jaspeado de varios colores.
[ii] aqueste: arcaísmo por este.
Ídem infra.
[iii] sayones: entiéndase en el sentido figurado de verdugos.
[iv] Se refiere el texto a Santa
Verónica, quien, según la tradición, le enjugó a Jesús el sudor del rostro.
[v] protervos: obstinados en la maldad, perversos.
[vi] escarpiado: participio de escarpiar,
voz antigua que significa ‘clavar con escarpias’.
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