Bueno, yo sigo con la promoción de mi libro, que en realidad es un libro de todos, este Folclore infantil de Las Pedroñeras, en edición limitada, que acaba de salir de la imprenta. Es que si no lo hago yo, a ver quién lo va a hacer; entendedme. En fin. Hoy voy a hablaros de los juegos; esos juegos que, en su mayoría, andan en el limbo de la memoria, pues casi nadie (y hablo de niños) los practica ya. Juegos como el gua o el trompo, el churro va o el triángulo, o el cate, o a la una la mula, o el esconde correa, etc. etc., por no mencionar ya aquellos a los que jugaban nuestros padres o abuelos. Todos ellos merecían al menos ser recogidos en un libro, en un arca de la memoria colectiva de nuestro pueblo, y eso ni más ni menos he intentado hacer, como con casi todo lo que he ido recopilando a lo largo de mi vida pedroñera.
Creo que merece la pena tener estas cosas ahí guardadas, como se hace con lo que se recoge en un museo. ¿No pensáis lo mismo? ¿O hay quien piense que es mejor que caiga en el olvido para siempre? Luego nos quejamos de que no tenemos historia, que nada ha pasado en Pedroñeras, que Pedroñeras es simplemente un ajo gigante. Pues no, amigos, hay muchas más cosas de las que hablar, pues la historia no es solo la de los grandes acontecimientos, sino más bien la de los pequeñas cosas de la vida, del día a día, y nuestro folclore, infantil en este caso, también forma parte de ella. Y es ahora cuando hay que recopilarla, no cuando ya no se recuerde, no, desde luego, cuando la informática y las nuevas tecnologías hagan de todo ello tabla rasa. Es mi opinión, la mía sin ser nadie, pero hay que defender aquello en lo que se cree, y en ello ando.
Creo que merece la pena tener estas cosas ahí guardadas, como se hace con lo que se recoge en un museo. ¿No pensáis lo mismo? ¿O hay quien piense que es mejor que caiga en el olvido para siempre? Luego nos quejamos de que no tenemos historia, que nada ha pasado en Pedroñeras, que Pedroñeras es simplemente un ajo gigante. Pues no, amigos, hay muchas más cosas de las que hablar, pues la historia no es solo la de los grandes acontecimientos, sino más bien la de los pequeñas cosas de la vida, del día a día, y nuestro folclore, infantil en este caso, también forma parte de ella. Y es ahora cuando hay que recopilarla, no cuando ya no se recuerde, no, desde luego, cuando la informática y las nuevas tecnologías hagan de todo ello tabla rasa. Es mi opinión, la mía sin ser nadie, pero hay que defender aquello en lo que se cree, y en ello ando.
Uno de estos juegos perdidos es el marro, tan mencionado por los viejos y al cual ni yo mismo llegué a jugar. De esta colección que presento en el libro de 166 juegos el del marro se corresponde con el número 85. Un juego por cierto que ya es descrito en diccionarios clásicos y al que dedicó incluso un poemita el poeta Ramón de Campoamor. Hablo así de él en el Folclore infantil de Las Pedroñeras. ¿Te vas a perder el resto? Es un regalazo que deberías hacerte, que deberías hacerles (creo, pero no me hagáis mucho caso).
El juego del marro
85. EL MARRO: Se formaban dos grupos de chicos que se enfrentarían en el juego. Tales niños se colocaban en distintas esquinas. Tras salir un chico de un equipo de una esquina otro del grupo contrario debía ir por él. Inmediatamente salía otro del primer equipo para perseguir a este último, y así, en cadena, iban saliendo todos corriendo tras el que le había tocado en suerte atrapar.
Cuando un niño cogía a otro decía “¡marro!” y lo llevaba a un lugar concreto. El resto de sus compañeros podían salvarlo si lograban acercarse a tal lugar y tocarlo.
Ganaba el equipo que al final lograse atrapar a todos los del equipo contrario.
Y así se jugaba según me explicaron. Ya lo sabéis.
Os espero.
ÁCS
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