LAS COSAS DE FELIPÓN (su chico de la Felipa): Capítulo 10 | Las Pedroñeras

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viernes, 14 de mayo de 2021

LAS COSAS DE FELIPÓN (su chico de la Felipa): Capítulo 10

 


por Vicente Sotos Parra

  SAN ISIDRO       

PRIMERA PARTE

Corrían los años cuarenta en donde la posguerra dejó al país hecho unos zorros, y para los que tengan dudas de lo que digo que se pasen por el Blog de Las Pedroñeras y visite. Las memorias de Isidora Pérez Araque  que en su día se publicó por aquí por Fabián Castillo Molina. Son 10 relatos con los que se te ponen los pelos como escarpias.  La película de Los Santos Inocentes, basada en la novela de Miguel Delibes no le llegn, ni aun zancajo. 

Para entender esta historia recomiendo que se le pegue un vistazo a las memorias de Isidora Pérez Araque y luego se entienda esta historia mejor. En fin, vayamos al asunto.

En el año 1943 hubo concurso de galeras engalanadas.

El 18 de marzo en el año 1944 se celebró un Certamen Catequístico y la elección de Emperatriz y Emperador. 

En 1950 visitó el pueblo el predicador Padre Rodríguez. Fue en mayo y la crónica dice que se repartieron 7.000 hostias. Pues a falta de pan buenas son hostias. ¿Que uno piensa alguien repitió?

Vamos a lo que vamos.

Quiero esta vez referirme a esos concursos de galeras engalanadas, que ya pocos quedamos que recuerde este tipo de carruaje. En aquel entonces el que tenía una galera digamos que era lo más de lo más, y solo en las casas con solera y buena hacienda la tenían. 

El tío de Felipón, Raimundo, le compró una de esas galeras ya retirada al hermano Bonifacio, que el hombre no teniendo familia y con ochenta años se la vendió por 50 pesetas, llevándosela al hermano "Maltempla" que se la dejó como nueva. 

Corría el mes de mayo y se celebraba la fiesta de San Isidro el Labrador, excusa perfecta para que se celebrara dicho acontecimiento. El campo lleno de amapolas rojas, las aliagas con su color amarillo brillante, y la hierba verde y lustrosa, ya que ese año la lluvia fue abundante. De buena mañana, tío y sobrino salieron del pueblo con su galera casi flamante tirada por una yunta de mulas que daba envidia verlas. Dos  mochas y dos hoces junto un manojo de cordetas eran las herramientas que necesitaban para engalanar la galera, de las más fresca hierba verde, las amapolas más hermosas que soles, la aleagas más grandes. Mientras Felipón se encargaba de cortar la amapolas, segar de la linde matas de hierba verde, Raimundo  se encargó de otra cosa: con  la mocha las aplastaba hacia un lado con maña y destreza  con la hoz las cortaba a ras de tierra. Con mucho cuidado y habilidad  se le pasaba la cordeta por entre sus ramas para luego se pasasen por los barrotes laterales.  Luego  de esta forma  consiguieron que la galera fuese poco a poco tomando forma con los colores de la bandera de España. Una franja de amapolas rojas Una franja de aleagas amarillas, y otra vez amapolas. Dejando las Canteras desnudas de estas hermosas flores.

El jurado lo presidia el Eximo Sr Gobernador Civil  el Eximo. Sr Alcalde con sus respetadas esposas. En aquellos tiempos las esposas de los mandatarios, si era cosa en las cuales había flores y folclore servían, como eso, simples macetas.

La esposa del Sr Alcalde del lugar de aquel entonces no media más de un metro cincuenta de alta, rechoncha y con michelines, su cara como un pan de grande, dejando caer sobre su pecho una papada que parecía tener tres pechos que de haber trabajado en un circo seguramente sería la gran atracción de este espectáculo. Vestía un gran chaquetón negro, raído y viejo con olor a polilla, pues había pertenecido a su tatarabuela y solo lo lucía en contadas ocasiones, la tatarabuela debió ser un poco más alta ya que los zapatos no se les veía, diré más un par de dedos arrastraban por el suelo de forma que por donde pasaba el piso quedaba como el oro de limpio.

Por el contrario la esposa del Sr Gobernador era alta, enjuta en carnes, unos ojos que parecía que los tuviese en la nuca de profundos, su pelo recogido con un moño que la hacía ser más alta, dejando a la vista unas orejas, que las de Dumbo, el famoso elefante, la rechazaría por ser un poco más grandes que las suyas de tamaño. Con un vestido de color pardo marrón que le llegaba a los tobillos zapatos negros de charol. Brazos largos que le bajaban por debajo de las rodillas y finos como los palos con los que se les daba las vueltas a los churros.

La posición en la tribuna era cada una en un extremo de la tribuna situada en el centro de lo que era la plaza del Caudillo entonces. En el quiosco los músicos tocando marchas militares. Las galeras entraban por entre capillas se paraban delante de las autoridades. Los músicos tocaban una pieza, y después continuaban por la calle Mayor. Fueron quince los participantes de las galeras ricamente ornamentadas todas ellas de las casas de los terratenientes. Se gastaban hasta 500 pesetas en traer las flores de Madrid, de Aranjuez, teniendo a las mejores floristerías por la mano que en este caso la mano era las pesetas.

¡Hasta aquí la primera parte no te pierdas la segunda!

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SEGUNDA PARTE DE SAN ISIDRO



Los capullos, rosas rojas, blancas, lirios,  en cada centímetro se amontonaban entre los barrotes de cada una de las galeras que desfilaban. El último en entrar a la plaza fue la de Raimundo sentado en el percance  a su lado su sobrino Felipón, con un pantalón de su tío, de pana ya raído, pero como no se tenía que levantar, con una pieza que llevaba en la parte derecha del pantalón, no tenía mayor importancia y su camisa blanca como un pincel.

Mientras su tío Raimundo se puso un pantalón que guardaba como oro en paño de su padre que antes de morir le dejó en herencia que a su vez perteneció a su abuelo. Con sus abarcas y sus peales, marrones con restos de tierra.

Los premios bien merecían la pena 1º 350 pesetas 2º 200 pesetas y el 3º 150 pesetas. Para los tiempos que corrían era un pastizal pues por un jornal se pagaba 5 pesetas. 

Una de las galeras que más llamó la atención fue la que simulaba llevar capachos de esparto llenos de flores, unos de rosas rojas, otros de rosas blancas intercambiando los colores, arrastrados por dos machos blancos la galera.

También al jurado le gustó la galera que llevaba un meriñaque como si fuesen haces de mies, arrastrando la galera con dos caballos negros con unas crines relucientes que parecían sacados del mejor cuadro.

Otra que también le gustó al jurado fue la de la cruz de pie de dos metros de alta con flores blancas.

Llegó la hora de hacer su entrada la del tío de Felipón. Había que ver aquella galera formando la bandera de España con las amapolas y las aleagas. Medio metro en sentido horizontal de amapolas rojas., medio metro en el mismo sentido de aleagas en el centro y el otro medio metro de amapolas rojas. Formando la bandera de España y el maestro de música tocando el himno nacional, todo el gentío brazo en alto, un espectáculo digno de tener en la retina para el resto de los días.

Por unanimidad era la mejor; así lo creyeron los miembros de aquel jurado.

Todo parecía que salía bien, pero se le antojó a la repipi de la mujer del Eximo. Sr Gobernador coger un ramo de flores amarillas. Avisado el Sr Alcalde del capricho le dijo a su rolliza esposa que la acompañara y así ella también coger un buen ramo de flores amarillas, (en este caso aleagas). A ver quién es el guapo que les dice a estas santas señoras no. Te estabas jugando el pellejo. Encogiéndose de hombros, Raimundo no dijo ni mu ni el tío ni el sobrino. La primera en querer el mayor ramo fue la señora del Alcalde que era una mujer de ansias. Abriendo su dos brazos y de puntillitas se lanzó sobre las aliagas, sintiendo  unos ligeros picores en la famosa papada que,  al no estar cubiertas de ningún tipo de tela las aliagas se defendieron hincándose en tan sensible carne. Pero la muy palurda se calló y dejó que la mujer del Sr Gobernador las abrazara, pero claro aquí los pinchazos fueron más leves por no tener carne donde esconderse.

¿Qué pensó la Sra. del  Alcalde?: Yo me he clavado viva, pues la repipi esta que se joda también. Y además qué pensará de mí si el ramo más grande lo he cogido yo, me tomara por paleta, torpe, zote, rústica. Por no saber lo que guardaban las flores amarillas. Por lo que pasó: los cuatro monigotes, de campo andaban escasos de conocimientos en el tema de las flores.

A todo esto ya el jurado le había entregado el diploma que lo acreditaba como ganador al tío de Felipón, No moviendo ni una ceja, Felipón se dio cuenta de que a las buenas señoras les empezaban a salir ciertos puntos rojos en las manos acompañados de líquido rojo. Tío… vámonos…  tío vámonos.

La palurda de la Sr alcaldesa se pasó la mano por la cara, que se le empezaba a poner como dos panes, aunque no se le notaba pues la diferencia entre la cara de pan y pan y medio no tenía mucha diferencia y dijo  ¡me paice que me ha picado una avispa! 

 Felipón ---tío vámonos --- tío…vámonos.

Cogiendo los ramales con las dos manos dijo --- arree Chataa. ..arree... Preciosaa. Desapareciendo por la calle Mayor al trote las mulas.

El día siguiente fueron tío y sobrino a quien se les diera el premio de 350 pesetas. 

-Na… que… estamos a ver si nos dan los cuartos… de lo de ayer.

-Mira Raimundo quítate de mí vista si no quieres que llame a la Guardia Civil y te pegue cuatro tiros desgraciado. Mi mujer casi se desangra, y la mujer del Sr Gobernador los brazos los tiene como dos botas de vino. 

-Reza pa. que no les pase... naa.

-Y de los cuartos… ya te mandaré a la Guardia Civil para que te de un escarmiento, pedazo de carne con ojos.  

Saliendo por la puerta, Felipón le dijo a su tío:

-¡Ya tenemos aleagas para la matanza, y las amapolas para las gallinas!


Con las amapolas,

con las aleagas

tío y sobrino hicieron,

la bandera de España.


Así quedó en el recuerdo,

que lo sepa todo el pueblo.

Que de la muerte de las señoras,

 de viejas, pero no de aquello.


Con las amapolas,

con las aleagas. 

Tio y sobrino hicieron,

la bandera de España.

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