Memorias y vivencias de Emilio Castillo Ramírez (4): La Guerra Civil (2) | Las Pedroñeras

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sábado, 7 de febrero de 2015

Memorias y vivencias de Emilio Castillo Ramírez (4): La Guerra Civil (2)


Memorias y vivencias de
Emilio Castillo Ramírez

Capítulo cuarto:
La Guerra Civil (II)
Trincheras, alambradas, combate, muerte, pueblos destruidos y abandonados.


LA SALIDA A LA GUERRA

Mi salida para la guerra fue cuando pidieron mi quinta, la del 34, ya que la guerra llevaba más de un año porque fue en junio del 37 cuando nos llamaron y  no tuve más remedio que irme a ella. Tenía yo por  entonces 24 años. Mis padres se quedaron solos sin recursos ni salud. Mi padre estaba enfermo y no podía trabajar, como ya dije anteriormente. Gracias que pronto empezaron a pagarnos. Casi todo lo que yo ganaba, que eran 10 pesetas de jornal,  se lo iba mandando todos los meses a mis padres para que pudieran comer y también para pagarle a un hombre ya de 50 años que pudieron tener trabajando, haciendo las faenas del campo hasta que  yo volví.

Primero nos llevaron a Cuenca y desde allí, cumplidos unos trámites, nos llevaron a Aranjuez. Recuerdo lo que vi al llegar al cuartel, en una especie de  corralete" que tenían: fue un montón de patas de mula, de la carne que estaban comiendo los soldados. Entonces yo vi a un amigo mío allí, que estaba comiendo y dije "voy a catar ahora mismo la mula", y probé la carne y no estaba mala la mula, estaba buena. Luego nos salimos por allí… igual que un ganau, por allí a la sombra de los árboles, y un muchacho del Provencio, que se echó a bañarse al río Tajo que pasa por Aranjuez, pues se cruzó el río para el  lao contrario y luego al regresar, pues se ahogó el muchacho.Y ainas si lo encuentranlo encontraron aldía siguiente o más. Con barcas estuvieron por allí vigilándolo todo, yal fin lo encontraron.




EN LOS FRENTES DE PEÑA GRANDE, LAS ROZAS, ARAVACA Y EL PARDO

Estuvimos allí en Aranjuez unos cuantos días y, después, cuando hicimos la instrucción, nos sacaron para Peña Grande. Allí formaron una compañía con hombres que teníamos 24 y 25 años. La compañía era de fortificaciones y desde Peña Grande, que allí teníamos la comandancia que así se llamaba.  Desde allí íbamos a trabajar al Pardo. Mi compañía la llamaban de ingenieros y se encargaba de hacer trincheras y de poner alambradas y otros trabajos.

El capitán se llamaba Francisco Camarena Montero y el teniente de mi sección se llamaba o le decíamos el Teniente Cabal. También hicimos algunos puentes allí en el monte del Pardo para que pasaran los tanques, esto lo hacíamos de noche y de madrugada nos íbamos a dormir a Peña Grande.

Nemesio Pacheco Jiménez, el padre de Marino el carretero, que fue alcalde de Pedroñeras en 1936, se fue a la 112 Brigada con bastantes hombres de aquí del pueblo, lo hicieron capitán de esa brigada y creo que estuvo toda la guerra allí, en El Pardo.

La primera vez que salimos al frente los reclutas de la quinta del año 1934, donde estaban las líneas de fuego, fue en el cementerio de Aravaca allá por el año 1937, para el mes de junio, lo cual ya comenzamos a pasar miedo. Una noche fuimos a hacer trincheras, pero apenas comenzamos a trabajar y hacer un poco de ruido nos tiraron una bengala la aire que la noche la dejaron como si fuera de día y nos dijeron los enemigos: "¡Ay, “rojillos", que poco os va!" Nos tiraron una pequeña bomba de mano, y estuvo muy poco de matar a alguno de nuestros compañeros, que por cierto a los hermanos Descalzos, José María y Marcos, los hirieron de poca gravedad y todos los demás salimos corriendo porque nosotros no teníamos más que los picos y las palas; tuvimos que dejarnos todas la herramientas y después volver a por ellas, pero ya no trabajamos más aquella noche y el enemigo estuvo muy tranquilo.

Más tarde, cerca de Las Rozas, estuvimos haciendo unos nidos de ametralladoras, mientras los obuses pasaban por lo alto de nosotros hacia Madrid, y en la línea de ametralladoras tirando a nosotros y diciéndonos “rojillos, no hagáis tanto ruido que os vamos a tirar un poco más”.

Me acuerdo de otro caso que nos pasó en la Cuesta las Perdices al sur del Hipódromo del Pardo. Resulta que los jefes de aquel sector nos tenían hincha y envidia a nuestros jefes y a todos nosotros y a causa de eso un día se armó un combate de mil demonios en pleno día; nuestro fusileros" quisieron coger la cota de donde estaba el enemigo y los atacaron y los echaron afuera de las trincheras de donde estaban metidos, y entonces fue cuando mis compañeros de fortificación tuvieron que salir a renovar las trincheras donde había estado el enemigo, pero por casualidad no mataron a ninguno, solo unos cuantos heridos. Yo estaba entonces en el hospital Castellana 32. Estaba  un poco enfermo y me libré de aquel combate que no fue poco. En aquellos días pensé en escribir un periódico mural que así se llamaban, y lo pusimos en un tablón de anuncios muy grande para que todo el que quisiera hiciera igual. Se trataba de escribir algo sobre la situación que atravesábamos. En ese periódico expresé yo los datos primeros  del comienzo de la contienda y por lo que luchábamos en dicha guerra. Pues escribí entre otras cosas que en esta guerra civil luchábamos por la libertad y el bienestar de todos los españoles y contra el fascismo. Lo cual los jefes y muchos compañeros me felicitaron con mucho cariño y lealtad.

En nuestro trabajo hacíamos los nidos de ametralladoras o fortines, como así se llamaban; eran de la forma de las tortugas; les hacíamos unas troneras para que los fusilemos pudieran tirar por allí al enemigo. También poníamos alambradas, y este trabajo consistía en hincar las piquetas, dos hileras formando como una calle. A la primera le poníamos tres líneas de alambre con pinchos, luego a la segunda hilera igual y en medio de las dos se colocaban unos alambres formando equis y todo se quedaba hecho una pieza. Por Puerta de Hierro también pusimos algunas alambradas. Esas eran de otra forma, se llamaban de caballete. Allí nos pillaba muy cerca de donde dormíamos porque estábamos en el Hipódromo del Pardo. Como dije, la comandancia estaba en Peña Grande y allí dormíamos al principio pero después ya empezamos a quedarnos allí 15 días  y otros 15 en Peña Grande; cuando estábamos de descanso nos íbamos a Madrid si queríamos. A veces íbamos a los teatros y al cine también, pero en muchas ocasiones teníamos que correr porque los obuses nos comían ya dentro de la ciudad.



NOS TRASLADAN AL FRENTE DE VALENCIA  Y CASTELLÓN.

Después de estar aquí en este sitio un año o más, nos trasladaron para el frente de Valencia y Castellón, que también lo pasamos malamente. Esto creo que fue ya en el 39.  Desde cerca de Valencia tuvimos que ir a la Sierra de Espadán que pertenece a Castellón que allí estaban las líneas, y tuvimos que ir andando, una larga caminata hasta llegar. La primera noche tuvimos que dormir en el suelo como las liebres y a otro día ya hicimos nuestras chabolas; cada dos o tres compañeros nos juntábamos y preparábamos una. Esas eran nuestras casas para dormir y a trabajar a otro día como en el frente de Madrid.
                       
Una vez hicimos una retirada en un pueblo llamado Alfondeguilla que estaba abandonado, toda la gente que vivía allí se había ido. Por cierto, recuerdo que vimos a un militar que venía herido, con una mano medio cortada, colgando, pero no pudimos hacerle nada, se fue para el botiquín donde estábamos atrás. Pues ya entre dos cerros tuvimos que acampar y por cierto pasaron por entre nosotros familias que venían de retirada: viejos, chicos, mujeres y de todos con lo que pudieron sacar de sus casas de otro pueblo llamado Choba, que lo cogieron los fascistas. Esta gente  fue a reportarse a unas cuevas que había más para atrás fuera del peligro, nosotros después tuvimos que ir un poco para adelante a preparar parapetos a los fusileros" que también venían de retirada, lo cual se vieron muy mal, porque la artillería nuestra dejaba el tiro corto y murió algún soldado nuestro. Después a nosotros nos mudaron más para la retaguardia a un olivar cerca de Sagunto y del Castillo de Castro, pegando a otro pueblo que se llamaba Almenara. Estuvimos haciendo un refugio que ya estaba casi terminado en ese pueblo.

Después de todo tuve suerte que no me mandaron de compañía, porque hubo muchos que los mandaron a fusilería" y ahí ya estaban peor y con más peligro, porque tenían que estar permanentes dentro de la trinchera, y nosotros al dejar el trabajo nos íbamos a la retaguardia a dormir a nuestras chabolas. Sin embargo, recuerdo una vez que estábamos de descanso en otro pueblo llamado Alfara de Algimia, pegando al río Turia, provincia de Valencia y fuimos a bañarnos, faltó poco para ahogarme; gracias a un amigo de Olivares del Júcar que se llamaba Julián Guijarro que me dio la mano, si no, me ahogo aquel día. Pues  el muchacho ya me vio un poco nervioso, que no podía vencer la corriente del río que formaba una especie de remolino muy aproximada a la orilla y él se acercó y consiguió alcanzarme. Gracias que tuve esa suerte, porque más abajo había un chabanco de agua de tres metros de profundidad. La brigada a la que pertenecíamos era  la 48 Brigada Mixta, Compañía de Ingenieros del primer cuerpo del Centro, así se llamaba.



SE APROXIMA EL FINAL DE LA GUERRA

En aquellos días ya oímos en la radio que la guerra estaba a punto de terminar y el día 27 de marzo del 39 tuvimos una orden de formar, porque el General Menéndez reunía una brigada de cuatro mil hombres cerca de donde estábamos para hablarnos de la situación por la que atravesábamos, lo cual allí en un escampao nos juntamos todos en formación. Hicieron una tribuna y desde allí nos habló y nos dijo: Compañeros y soldados todos: Nos reunimos aquí  para comunicaros que la guerra está a punto de terminar. Creo que todos estaréis deseando que termine y yo también lo deseo. Y en aquellos mismos momentos se presentaron tres aviones del enemigo lo cual de momento nos asustó. Gracias que teníamos nosotros los cañones antiaéreos ya preparados, se liaron a dispararles y huyeron rápido. Y ese mismo día 27, ya oímos también por la radio que la cosa iba ligera y al día siguiente la cosa se declaraba cada vez más. Al día siguiente 29 me fui yo a por agua con un carro a Valdeusó (Val de Uxó) que estaba muy cerca, que por cierto, se vino un teniente conmigo hasta salir al camino y se abajó del carro; yo seguí adelante y él se fue como paseando hacia Valencia y cuando volví al campamento ya estaban todos los compañeros cantando y bailando porque ya se oyó que la guerra había terminado, pero el teniente no apareció por allí más.

Valdeusó era un pueblo rico y estaba abandonado totalmente. Allí íbamos a por materiales de terrazas y todo lo que pescábamos para hacer unas oficinas para el puesto de mando. Allí entre dos cerros también había una industria muy importante que se conocía como la fábrica de Segarra". Era de calzados y trabajaban 4.000 mujeres según decían, pues quedó totalmente derrumbada por las bombas. De esta fábrica nos llevamos la teja y las maderas porque todo estaba hundido. También nos llevamos los aceites de las maquinarias, la que no se había destrozado; con esos aceites nos alumbrábamos de noche con un candil que teníamos en las chabolas. Naranjas tampoco nos faltaban porque había muchas, todo el campo era naranjos y limones que también hacían falta. También me acuerdo que cogimos una saca de harina y con la harina hacíamos buñuelos y estaban muy buenos. El aceite de oliva lo cogíamos de Choba, pueblo que menté antes que estaba hundido. Esto era lamentable, pueblos ricos y todo destruido.


POR FIN LLEGA EL ÚLTIMO DÍA

El día 30 de marzo por la mañana, ya el capitán se nos declaró del todo y nos dijo: muchachos, la guerra ha terminado, podéis iros cara uno por donde pueday eso hicimos. Esa misma mañana, salimos tres amigos, uno de El Provencio, otro de Villaescusa y yo para un pueblo de Valencia llamado Bétera, lo cual cuando llegamos los trenes estaban repletos de personal, pero por fin pudimos subir hasta Valencia. Ya llegamos a Valencia y lo primero que vimos fue a un guardia civil y un cura que estaban reunidos con mucha gente: el guardia subido encima de un coche negro, pero encima de la capota; pensamos que se metería con nosotros pero no nos dijo nada, ni él ni nadie dos dijo una palabra. Nos fuimos para la estación y también estaba todo recalcao de gente y los trenes lo mismo. Por fin logramos subir a uno que casi no cogíamos; subimos los tres amigos, el del Provencio, el de Villaescusa, que era el sargento, y yo.


EL REGRESO CADA UNO A SU PUEBLO
           
El día 30 o el 31 (que a veces se me juntan los días) salimos de Valencia en el tren para Albacete y nos echaron fuera del tren, nos fuimos a la carretera y gracias que había guardias de asalto que les decían a los policías y resulta que eran del ejército nuestro, republicano; tuvimos suerte, veníamos con mucho miedo pero no pasó nada especial. En el tren llegamos a Socuéllamos. Tenía el de Villaescusa una hermana casada que vivía allí, y en su casa dormimos esa noche,  lo cual que se portaron con nosotros perfectamente bien. Nunca lo he olvidado.

A otro día que era el 1 de abril salimos para el pueblo con un carro y una mula de su cuñado de Juan Manuel, el de Villaescusa, y al llegar a Las Mesas, ellos tiraron para su pueblo y nosotros, el provinciano para el suyo y yo para el mío. Los tres nos despidos con un abrazo. Así que llegué a casa de mis padres el  día 1 de abril de aquel año 1939.

Y esta es la vida que tuve, lo que he recordado desde que comenzó la guerra hasta que terminó.



©Fabián Castillo Molina




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