por Ángel Carrasco Sotos
He insistido en que este nuevo libro de Fabián Castillo Molina es una publicación necesaria y no lo he hecho por seguir con el tópico que se esconde tras ese sintagma. Tampoco por amistad, aunque hay mucha ya con Fabián desde hace unos años por su implicación con el pueblo, con su gente y su cultura. Es difícil olvidar las raíces de uno, y, desde la distancia, Fabián se ha mantenido firme en su relación con Pedroñeras, su tierra, por un compromiso con ella que lleva grabado en sus venas. ¡Y es que es tan difícil renunciar a lo que la sangre, la conciencia, le pide a uno! Fabián, con su obra, con su literatura, ha ido creando un camino que uno quiere pensar que pervivirá, que pervivirá su obra, sus escritos (que son las losas con que está empedrado ese camino) y su figura como estudioso y entusiasta implicado con lo nuestro. Así lo entiende uno, que no hace otra cosa sino mostrar por escrito lo que piensa.
Hace 25 años, vio la luz una primera versión de este libro, Cosas del Pueblo, y ahora vuelve a editarse con savia nueva corriendo por su páginas, con la incorporación de contenido nuevo, pero también con la renovación y revisión de lo que contenía aquel primer libro de pequeña tirada. Fabián siempre ha apostado por lo popular, por el recuerdo y por el amor. Son las bazas con que juega siempre. Y con esa fórmula preciosa es imposible que el resultado falle. Del corazón suelen nacer las mejores cosas, desde la sinceridad, desde el cariño, también desde la justicia social, pues no es otra cosa este afán por reivindicar la vida de los que no tuvieron voz. Eso se lo ha enseñado la vida a Fabián y es lo que pregona a los cuatro vientos.
La primera parte de este libro es una lista de apodos del pueblo, pero no es una lista al uso, convencional (una larguísima lista, por cierto), sino que los apodos, nuestros motes, están clasificados temáticamente y esto la hace especialmente atractiva, como lo hizo en su día cuando la leyó en las Fiestas del Pozo Nuevo para la muchedumbre que asistió al evento. Uno no solo lee apodos, o sí, pero esos apodos le traen a la memoria personas y recuerdos en los que vale la pena pararse. Es una lectura que hay que hacerla reposadamente. Pero no solo surgirán los recuerdos (y quizá alguna lagrimeja), sino que aflorarán a nuestro rostro la sonrisa. El disfrute ya os digo que está asegurado.
Tras los motes, que quizá sean el corazón del libro (un verdadero trabajazo de investigación), viene un vía crucis. Pero en este caso, el texto viene acompañado de los dibujos (esplendorosos) que ornaban este extenso poema en los cuadernillos que muchos de vosotros conservaréis de vuestras madres o abuelas. Este apartado llena de colorido el libro y solo por él vale la pena adquirirlo.
Pero en este libro de 250 páginas hay mucho más. Están los mayos, con tres versiones diferentes (una de ellas poco conocida, por cierto). Como también los pregones de la calle, que nos llevan de la mano a esos momentos en que uno salía de casa para hacer una compra o un trato con un vendedor ambulante. Ha desaparecido esto prácticamente y que quede aquí registrado me parece memorable. Más aún con esa literatura propia que se gasta Fabián cuyo estilo eleva la imagen recreada convirtiéndola casi en mágica.
Ese mismo estilo es el que percibimos en los cuentos que cierran este libro imprescindible y de tan grata lectura. En este caso, la voz del pueblo, con sus palabras y expresiones propias, queda inmejorablemente representada, aunque también las situaciones (rescatadas del recuerdo). Son relatos que ayudan a visualizar parte de la historia (o intrahistoria, por mejor decir) de nuestro pueblo, de Las Pedroñeras. Diestro con el pincel se muestra Fabián en estos bocetos, en estas pinturas más que impresionistas.
Por eso y por muchas más cosas, algunas de las cuales tienen que ver con algo misterioso e indefinible, este Cosas del pueblo, 25 años después es un libro que desde este blog de nuestro lugar, recomiendo. Sepamos reconocer la labor de Fabián, su trabajo y su implicación con nuestro pueblo adquiriéndolo y, sobre todo, degustándolo, leyéndolo desde el corazón, pues desde el corazón está escrito. ¿Aceptas el reto?
(Por cierto, en casa tengo algunos ejemplares para quien esté interesado. Gracias).
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Decir ¡Muchas gracias!, Ángel, por esa crítica que no esperaba, es decir muy poco. Quizás por eso en la Roma actual se dice normalmente, (traducido al castellano) "mil gracias" o "gracias mil". Confío en que nadie de Pedroñeras sentirá decepción al leerlo. Saludos
ResponderEliminarEs lo menos que podía hacer en vísperas de Reyes. Un saludo, Fabián.
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