Pregón de las fiestas 2013 de Las Pedroñeras - Por Mª Teresa Roldán Iniesta | Las Pedroñeras

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sábado, 7 de septiembre de 2013

Pregón de las fiestas 2013 de Las Pedroñeras - Por Mª Teresa Roldán Iniesta



Este año, la encargada de leer el pregón de las fiestas de Pedroñeras 2013 era nuestra amiga Teresa Roldán, así que allí estuvimos los amigos escuchándola desde primera línea de fuego. Por supuesto nos encantó (como no podía ser de otra manera). Es una pena que estos textos tan elaborados se queden cada año sin publicar. Más de una vez he pensado que se deberían recopilar e intentar hacer una publicación conjunta para mayor gloria de los pregoneros, de Las Pedroñeras, sus fiestas y el ajo de esta tierra. Supongo que algunos sería casi imposible recuperarlos. Pero este de "la Roldana" (como la llamamos nosotros amigablemente) desde luego no se quedará en su mera oralidad, porque nuestra amiga nos lo ha enviado y lo publicamos en este blog por entero para que también llegue a los que no pudieron asistir este año al acto de presentación de nuestras fiestas y para que permanezca aquí archivado para siempre. Enhorabuena, Tere, y gracias.


PREGÓN DE LAS FIESTAS DE LAS PEDROÑERAS


Alcalde, concejales y resto de autoridades, vecinos y vecinas, amigos todos, buenas noches. Enhorabuena a la reina y damas de honor de este año, que nos van a representar a todas y cada una de las mujeres de la localidad, durante 365 días. La reina es hermana de reinas, con lo que ya viene con los deberes aprendidos, y junto a su corte no nos defraudará y dejará el pabellón bien alto. No tengo ninguna duda.



En primer lugar quiero dar las gracias al alcalde de mi pueblo y al resto de la Corporación Municipal por haber pensado en mí para que este año pregone las fiestas de Las Pedroñeras, en un acto que es la antesala y el pistoletazo de salida de unos días festivos, de descanso, de reuniones y encuentros familiares; en definitiva, unos días de alegría, de parón laboral, que nos deben servir para tomar fuerzas y afrontar con ánimo los meses venideros.


Les contaré, como curiosidad, que el mismo día que me llamaba el alcalde, José Manuel Tortosa, para proponerme si aceptaba ser la pregonera de las fiestas, la alcaldesa de Albacete, Carmen Bayod, proponía a mi marido ser el pregonero taurino de la Feria de Albacete. Una casualidad, ¿verdad?, o el destino que así lo tenía escrito.

Como pedroñera que soy y como periodista de profesión es para mí un gran honor estar esta noche aquí con todos ustedes, en este escenario entrañable del parque, que tantos y tantos recuerdos me trae. No es mi intención aburrirles con un discurso de palabros que a nadie conmueva, ni hacer una lección magistral de las bondades y propiedades curativas del ajo morado de Las Pedroñeras, que son muchas, por cierto, y que también comentaré. Mi pretensión es más humilde que todo eso, yo quiero retroceder al pasado para que muchos de los aquí presentes rejuvenezcan por unos minutos con los recuerdos de las fiestas de mi niñez y mi adolescencia, pero también quiero hacer un alegato de defensa de las fiestas del presente y lanzar, si me lo permiten, una propuesta de las que me gustarían fueran las fiestas del futuro.

Pensarán que, por el hecho de ser periodista y llevar ya tantos años trabajando en este apasionante mundo de contar noticias, nada menos que 22 años, resulta fácil subirse aquí esta noche y dejar que las palabras fluyan. Pues no, es una tremenda responsabilidad, porque el que más y el que menos me conoce, identifica a mi familia o ha oído hablar de mí y consciente o inconscientemente esta noche juzgará cada una de las palabras que de mi boca salgan.

Es un riesgo que uno corre, y en este caso yo lo asumo con valentía, aunque en estos momentos tengo que confesarles me tiemblan las piernas, porque les aseguro que a pesar de haber presentado tantos y tan variados actos, es algo inevitable, al menos durante los primeros momentos, en que parece que de pronto te ha entrado una parális en la pierna e incluso la voz tienen vida propia.

Cuando comenzaba a elaborar este pregón, me venía a la cabeza la primera imagen que me recuerda que estoy en mi pueblo, en el lugar, como se dice aquí. Esa visión de la torre de la Iglesia, y las palabras de mi madre a mis hijos diciendo que como la torre de mi pueblo no hay ninguna, es la más bonita del mundo. También los comentarios de mi marido a mis hijos, sobre todo, cuando eran más pequeños: “Bueno, ya estamos en las pedorreras”, y mis hijos contestándole: “Que no papá, que se llama Pedroñeras”.

Con la broma, mi marido casi acierta en llamar a mi pueblo con su nombre originario, aunque eso es todavía hoy un misterio. Unos hablan de que procede del término árabe pedrusqueras, que significa fundado sobre piedras, mientras que otros, como mi amigo Ángel Carrasco tienen varias teorías al respecto, y a su juicio el término podría hacer referencia a pedregal o peñascal y ser un híbrido del latín y el celta.

Y es que, aunque lleve 22 años en Albacete y toda una vida de estudios alejada de mi pueblo, siempre lo llevo en mi corazón y presumo de él allá por donde voy, y de sus ajos, los mejores del mundo, a pesar de que alguna amiga mía para chincharme me diga que los de Balazote son mejores y que ese pueblo de la provincia de Albacete tiene más producción de ajos que Las Pedroñeras, pero yo siempre insisto que como los de aquí ningunos. Por no hablar de que en este municipio está el mejor restaurante de Castilla-La Mancha, Las Rejas, con el mejor cocinero al frente, mi primo Manolo de la Osa. Es cierto, no me puedo quejar, porque tengo un pueblo del que puedo y quiero presumir allá por donde voy.

Y eso hago cada vez que puedo. Sin ir más lejos hace unos días en una rueda de prensa con el consejero de Educación, Marcial Marín, y con el presidente de Globalcaja, Higinio Olivares, éste último me comentó que no sabía que yo era de Las Pedroñeras, ya que acababa de estar aquí con representantes de la entidad financiera que preside visitando la Feria Internacional del Ajo, y me dijo: “Vaya Feria del Ajo que tenéis montada”. Yo, a pesar de que no he tenido la oportunidad de verla en los últimos años por cuestiones de trabajo, le respondía:”Por supuesto, la mejor del mundo, ¿es que lo dudabas?”. Yo le dejé claro que tenemos la mejor Feria, las mejores fiestas, los mejores ajos y, por supuesto, las mujeres más guapas de Castilla-La Mancha, de las que hoy tenemos una buena representación en este escenario.

Y es que si uno no hace patria, quién lo va a hacer. Yo hoy lo hago como pregonera y hace 21 años lo hice, también en este mismo escenario, como presentadora de las fiestas, con mi amigo Pedro. Qué importantes nos sentíamos entonces, que éramos unos pipiolos con 23 años recién cumplidos, aquí subidos en este escenario. Todavía recuerdo los ensayos en la fábrica de mi padre, Luis Roldán, allí subidos en la bancada donde se hacían los peldaños de las escaleras, con las pequeñas discusiones sobre lo que debíamos decir y lo que suprimíamos.

Otro recuerdo de las fiestas, de mi niñez, que todavía no se me ha borrado de la memoria, y que muchos recordarán, es de un año cuando mis amigas Lucía, Chari y yo tocamos el acordeón en el patio de las escuelas nuevas del colegio Adolfo Martínez Chicano, como parte de una actuación de artistas locales que había organizado la Corporación Municipal. Imagínense ustedes todo lleno de gente, sobre todo, familiares y amigos de los artistas de la noche, y, de pronto, se oye en la entrada de la verbena que había una vaquilla suelta, que previamente unos jóvenes juerguistas con algunas copas de más parece ser que habían emborrachado. La que se armó, porque a la vaquilla no la vimos, pero hubo hasta heridos, sin ir más lejos mi abuela Teresa con varias costillas rotas, o Charo, la madre de mi tía Marisa, a la que una silla atravesó una pierna. Pero lo que es la inocencia de unas niñas, que en medio de ese follón  yo le pregunté a mi amiga Chari que por qué intentaba la gente subirse al escenario y su respuesta fue: “Para que van a subirse tonta, para coger los caramelos que nos ha tirado mi madre por lo bien que hemos hecho la actuación”. Todavía me río al recordarlo, no tanto cuando vi las consecuencias posteriores del suceso y a mi abuela que no cesaba de decir: “Ay señor, qué tentación, si me hubiera quedado en la casa. Pero es que me hacía mucha ilusión ver tocar el acordeón a mi nieta”.

Y es que los abuelos hacen lo que sea por sus nietos, más incluso que por sus hijos. Un año para que mis padres pudieran salir una noche con mi tíos y pegarse unos bailes en la verbena, mi abuela Teresa decidió quedarse con todos los nietos en su casa de la Plaza. Pensó en venirse a mi casa, pero como entonces no vivía ningún vecino y estaba más apartada del resto, e incluso no había apenas iluminación, optó por que nos trasladáramos mis hermanos y yo a la suya. Menos mal, porque esa noche entraron a robar. Lo que son las cosas del destino, esa tarde cuando me estaba arreglando para quedar con mis amigas y darme una vuelta por el ferial, le pregunté a mi madre si podía ponerme la medalla de la comunión y mi madre, con buen criterio, me dijo: “No hija mía porque luego te subes al vaivén y la pierdes”. Efectivamente, la perdí, pero no fue en el vaivén, sino entre las piezas que se llevaron los ladrones. Algunas quizás no tenían mucho valor económico, pero sí sentimental, como esa medalla de la comunión.

Hablando del vaivén ¿os acordáis de él, del vaivén de las fiestas, o de los guapos chicos, hijos de los propietarios que todos los años venían para deleite de las adolescentes y jovencitas? Quizás hoy una barquita como esa no llama la atención, con lo acostumbrados que estamos a subir, o a que lo hagan nuestros hijos, a esa atracciones de vértigo que hay en los parques temáticos como Port Aventura, la Warner o Disneyland París, o tampoco hay que irse tan lejos, en ferias como la de Albacete. Pero entonces era lo mejor que teníamos, donde día tras día depositábamos nuestros ahorros, y nos llevábamos más de un susto, sobre todo, cuando no tenías en cuenta la ropa que te habías puesto, y de pronto te encontrabas con una falda de vuelo y sin los brazos de un pulpo para sujetarte al asiento de la atracción y evitar que la falda volara e hicieras estriptis sin quererlo.

También estaban los coches de choque, que a mí, que no me gusta mucho el riesgo, no me llamaban mucho la atención, o quizás le cogí miedo tras el incidente que sufrió en los mismos mi hermano Luis, al que un tío  mío subió siendo bien pequeño con él y vino con el brazo roto.

Eso sí, el primer día de las fiestas era de obligado cumplimiento pasarse por los puestos de los turroneros para comprar almendras, peladillas y garrapiñas, que yo llevaba a mi abuela a la que le encantaban. Entonces sólo las comías en las fiestas de Las Pedroñeras y en las de otros pueblos vecinos, sin embargo, ahora pasa como con las atracciones, que durante todo el año tenemos turrones y garrapiñadas y quizás ya no nos llaman tanto la atención.

Por no hablar de las competiciones de natación que todos los años se organizaban una mañana de las fiestas en la piscina municipal, una tradición que hoy todavía perdura. Mis hermanos y yo participamos en más de una ocasión, sobre todo, mi hermano Juan, que durante varios años quedó en primera posición en la categoría en la que participaba. Era un máquina, todos los años engordando el medallero y con la foto con el alcalde de turno.

Y qué me dicen de las verbenas. Había años que el cartel de la semana de las fiestas era buenísimo; por aquí han pasado artistas consagrados y otros que iniciaban su carrera musical, pero que luego han sido muy populares. Yo junto con mis amigas y amigos me sacaba el abono porque la verdad es que compensaba bastante. Claro que a cambio de un par de conciertos para los jóvenes de algún grupo de moda, tenías que aguantar algún que otro humorista o a un cantautor o noches en que sólo había orquestas, algunas muy buenas y de la tierra como, Los Príncipes Azules. ¿Qué tiempos, verdad, y parece que fue ayer? Se imaginan volver a vivir fiestas como las de entonces, ¿pero por qué no? Todo es cuestión de proponérselo, ¿verdad alcalde y concejales?

Es verdad que ahora tenemos un hándicap importante y es que los ayuntamientos no tienen presupuesto ni para pipas, cuanto ni más para pedirles que traigan en concierto a Miguel Bosé, por ejemplo. Pero se me ocurre que hay otras alternativas y otra manera de hacer tan atractivas nuestras fiestas como para que a nadie se le pase por la cabeza sustituir estos días por unas vacaciones en Benidorm.

Claro que la solución tampoco pasa, a mi juicio, por cambiar cada año de fecha las
Fiestas, como ocurrió hace unos años, que con el fin de intentar evitar la ‘espantá’ de muchos pedroñeros se adelantaron unos días a finales de agosto, para así contar con un mayor aforo y participación en los actos programados, pues en esos días a los vecinos de aquí se suman muchos foráneos que, si bien residen fuera como yo, aprovechan el mes de agosto para pasar unos días en su pueblo y ver a sus familiares y amigos. Lo cierto es que el cambio no surtió el efecto deseado y además ponía en entredicho el porqué de la celebración de estas fiestas, porque que yo sepa son fiestas patronales y se hacen en honor a los dos patronos de la localidad: Nuestro Padre Jesús  Nazareno y el Santísimo Cristo de la Humildad. Aunque muchos dirán que dichas fiestas hace muchos años se hacían por separado a cada santo. Así el primer fin de semana de septiembre se celebraba las fiestas en honor a Jesús Nazareno, aunque se conocían como las fiestas de Jesús y Jesusillo, mientras que el día 14 de septiembre llegaban las del Cristo de la Humildad, denominadas del Cristo y el Cristillo. Vamos que según nuestros mayores no terminabas de quitarte el traje y las mejores galas reservadas para estos días cuando tenías que volver a ponértelos otra vez.

Indagando en los archivos de las Cofradías de los santos patronos encontraba que ambas festividades se fusionaron más tarde a finales de los años 60 pasando a celebrarse del 31 de agosto hasta el 7 de septiembre, y respetando que dentro de esa semana de fiestas siempre el día 1 es fiesta local.

Hablando de las fiestas del presente, les diré que una de las nuevas tradiciones que, con sólo diez años de implantación ha calado de lleno en la población, y que se hace precisamente en honor a los santos patronos el día 1 de septiembre, es la ofrenda a los santos, en la que año tras año participa cada vez más gente, ataviada con todo tipo de trajes manchegos. Unos van con los típicos de la localidad, como el que llevan las reinas y damas o el grupo de folklore de Coros y Danzas de la tierra “Raíces Manchegas”, y otros, como es mi caso, aunque más bien el de mi hija, aprovechamos el traje de manchega o serrana típico de la provincia de Albacete, para llevarle una ofrenda a Jesús y al Cristo y pedirle a cambio que nos guíe por el buen camino y nos ayude en el día a día.

Igual que esta tradición empieza a arraigar deben pensar que otras también lo pueden hacer. Es cierto que debemos intentar preservar las que nos quedan del pasado y que hacen grandes nuestras fiestas, pero tampoco, y eso va por los que nos gobiernan, debemos cerrarnos al futuro, y a lo que puede hacer que se viva de forma más intensa las fiestas. Me estoy refiriendo con ello a que, si bien tenemos que intentar por todos los medios que no desaparezca por ejemplo el Grupo de Coros y Danzas “Raíces Manchegas”, que con casi 25 años de andadura y miles de kilómetros a sus espaldas de viajes para difundir el folklore popular de Las Pedroñeras y darlo a conocer en toda la región, el país incluso el extranjero, ahora me dicen que este año se ha quedado sin bailarines. Y yo me pregunto que con tantos y tantas chicos y chicas que hay en la localidad: ¿Es eso posible? Me dio tanta rabia oír eso de boca de una de las personas que constituyen el alma Mater de ese grupo, mi amiga Santos, que estoy intentando animar a mi hija, a la que le encanta la danza a que se apunte e intente aprovechar los días que venimos al pueblo, y sobre todo en verano, para aprender folklore manchego.

Se me ocurren varias alternativas para intentar remediar el problema y evitar que la sangre llegue al río. Por ejemplo, que el Ayuntamiento les conceda una pequeña subvención y eso anime al grupo a buscar otras soluciones, que una empresa o comercio de la localidad haga un sobreesfuerzo y patrocine el grupo, y la más fácil y viable, que este grupo intente captar a nuevos bailarines desde pequeños en la escuela, donde se podría ofertar como actividad extraescolar gratuita, porque eso sí, el grupo nunca ha cobrado ni un duro ni por formar a sus componentes ni por las actuaciones locales que ha realizado. Maduren la idea entre unos y otros y ya me contarán, pero, por favor, no echen por tierra el trabajo y la ilusión de más de veinte años.

Además de lo que ocurre en este caso, intentar preservar lo que ya tenemos y gusta a la gente, como el folklore, tenemos que consolidar otros aspectos importantes que acaban de nacer y que están haciendo revivir nuestras fiestas, las peñas y las actividades que éstas organizan. Sí, porque son las peñas, una iniciativa surgida de los propios vecinos, las que se ocupan de llenar de actividad el programa ferial de la semana festiva. Cada una organiza una actividad por las mañanas en el parque, y, claro está, por poco que sea el trabajo de organización, las peñas quieren público, y que la gentes del lugar de todas las edades, participen en lo que organizan, así como que sea cada vez mayor el número de vecinos que se sume a esta iniciativa, porque los datos que yo manejo no invitan al optimismo. Hace unos años cuando surgieron llegó a haber 14 peñas y ahora, fruto de la fusión de algunas de ellas o de la desaparición de otras, quedan una decena.

Les diré que el invento de las peñas es muy bueno, porque la experiencia que yo tengo del pueblo de mi consorte y de otros de la comunidad autónoma donde viven amigos míos es que allí donde existen hacen renacer las fiestas, fomentan la participación, atraen a los vecinos que un día marcharon fuera por motivos de trabajo y además ahorran costes. Sí, sí, como lo oyen, uno pone dinero para comprarse la camiseta de la peña, que es la indumentaria que caracteriza tu pertenencia al grupo, y para organizar los ranchos, como aquí nos gusta denominar a las comilonas que esos días se celebran, con lo cual si lo piensas bien la cosa te sale barata, porque te evitas ponerte un modelito todos los días, de mañana, tarde y noche, y al cocinar para tantos, el ahorro es mayor. Pero, sobre todo, te diviertes con los chascarrillos de unos y otros.

Es una manera divertida  y barata de vivir las fiestas sin necesidad de grandes presupuestos, aunque eso no implica que el Consistorio y, en su caso el equipo de gobierno de turno, se rasque los bolsillos y conceda una pequeña ayuda a cada peña. Éste es un ejemplo de que los vecinos tienen y deben tener voz y voto en la organización de sus fiestas, porque así no tendremos que mirar al pasado a los tiempos de bonanza para las arcas municipales, sino que con poco presupuesto, acorde a los tiempos que corren, se pueden hacer grandes cosas para que la gente de aquí se divierta y no ponga como escusa que aquí no hay fiesta y se marche a las playas del Levante.

Por aquí debe ir el futuro de nuestras fiestas, amigos, con actividades que fomenten la participación de las gentes del lugar, con espectáculos para todos los públicos, como los que se siguen haciendo por las tardes en el parque para los mayores, con actuaciones de  folklore, o de revista de variedades; o las corridas de toros, aunque tengamos que conformarnos con tener una plaza portátil. Eso sí, con el compromiso de que cuando haya dinero y, estudiando si hay o no afición taurina, se podría plantear la posibilidad de construir una, modesta, sin grandes pretensiones, pero que serviría para la organización de otros eventos. Aficionados yo sé que hay unos cuantos en este pueblo, porque aunque yo no sea muy taurina, me consta que van a Albacete a las corridas de toros. Y además, yo todavía tengo fresco en mi memoria el recuerdo de los años en que se hacían encierros por las calles. Yo tenía nueve o 10 años, no más, y los veía desde casa de mi amiga Luci o subidas a una remolque, que era la manera en que se atajaban las calles para evitar que los novillos o vacas salieran del perímetro delimitado para correr el encierro. En una ocasión, uno de los toros rompió el escaparate de la tienda de la plaza de mi tio. No sé los años que duraron estos encierros ni por qué se suprimieron, pero tenían mucha participación, como la tienen en todos los pueblos de la provincia de Albacete, donde viven con pasión y con riesgo esta tradición, que atrae a mucha gente. Yo dejo caer la idea, quizás alguien la vea atractiva y la recoja. El tiempo lo dirá.

Pero para poder participar en las actividades de la mañana uno debe haber descansado, y, para la gente joven, esa es una asignatura pendiente durante las fiestas, porque ellos viven más intensamente la noche. Ahora se divierten en el polígono con la música de los ‘diyei’ y los también jóvenes, pero menos, de cuarenta años en adelante, optan por la verbena en las escuelas. ¿Y qué pasa con los conciertos nocturnos? Lo decía antes, presupuesto municipal para estos menesteres poco o nada. Pero es que acaso muchos de los grandes artistas que vinieron hace años durante las fiestas lo hacían pagados por el Ayuntamiento. Algunos años sí, pero en general, iban a taquilla, porque así es el grupo en cuestión el que corre con las ganancias o las pérdidas en función del éxito de público de la actuación. A eso es a lo se debe tender también ahora y aquí el concejal  y los técnicos de Cultura y Festejos tienen mucho que decir y hacer al respecto en un futuro, para intentar al menos contar con una actuación. Pero además de un concierto con un grupo conocido se podría organizar otro, como  ya se hizo algún año, con grupos de rock de la localidad, que los hay y buenos.


Y volviendo al presente, para los que no hayan visto el programa de las fiestas, les informo que otra parte importante de este acto lo constituye el momento de la entrega del Ajo de Plata, el más alto galardón y reconocimiento que otorga el Ayuntamiento de la localidad a las personas o instituciones que han promocionado el ajo morado de Las Pedroñeras. Galardón con el que ya cuentan entre otros el Príncipe de Asturias, Don Felipe de Borbón, que lo recibió en 1998 durante su visita a la localidad, la periodista Paloma Gómez Borrero, los expresidentes de Castilla-La Mancha, José Bono y José María Barreda, o pedroñeros ilustres como el cocinero y primo Manolo de la Osa, el empresario del sector del ajo Adolfo Mesas, el gerente de la Cooperativa San Isidro El Santo, José García, o Pura y Palmira, en representación de la mujer trabajadora de Las Pedroñeras, que lo recibieron en la edición pasada. Pues bien, este año esta alta distinción ha recaído en una institución, curiosamente en un medio de comunicación, Radio Televisión Castilla-La Mancha. Y se preguntarán: ¿Y por qué al ente público regional? Muy sencillo, es una manera de que el pueblo agradezca a este medio el buen tratamiento informativo que hizo de la última edición de la Feria Internacional del Ajo, que tuvo lugar a finales del mes pasado, así como otros muchos minutos televisivos dedicados a mostrar el cultivo de los ajos, cómo se recolecta o se prepara para su venta y exportación. Enhorabuena en este caso a la persona que lo va a recibir en nombre de Televisión Castilla-La Mancha, su director, Nacho Villa.

Pero como dice el dicho: “Y qué boda sin la tía Juana”, y, extrapolándola, yo digo qué pregón de las fiestas de Las Pedroñeras que se precie sin hablar del ajo morado, nuestro buque insignia, la seña de identidad de ésta, la capital del Ajo. Porque los de Madrid presumen de ser de la capital, pero los de Las Pedroñeras no somos menos, porque somos también de la capital, pero no de España, sino del Ajo. Y ahora estamos más de moda que nunca. Porque ya no sólo tenemos Ajo Morado, Ajo Blanco o Ajo Temprano, por no hablar del Ajo de Plata, sino que también tenemos Ajo Negro.

Yo hasta hace unas semanas no tenía ni idea de su existencia, había oído hablar de él, pero como de pasada. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando descubro que ya se vende desde el año pasado en la tienda de la carretera o que mis amigos Los Portugueses lo han empezado a comercializar en las grandes cadenas de supermercados, como Alcampo,  y que además el año pasado en el mes de octubre, en la Feria de Sial, que se celebra en París y es una de las más importantes del sector agroalimentario, el ajo negro fue elegido como Producto Innovador. Incluso me dicen que ahora la cooperativa de ajos El Santo también va a contar en breve con su propia marca de ajo negro.

¿Lo han probado? Yo sí, y la verdad es que, con un ligero sabor a regaliz y como si te estuvieras comiendo una golosina, uno termina comiéndose un ajo, porque ése es precisamente el sabor final que te queda, pero claro con la diferencia de que si piensas salir a ligar no corres el peligro de quedarte compuesta y sin novio porque el ajo negro es un ajo morado que no deja mal aliento y que previamente ha sido sometido a un proceso de maduración similar a si lo metiéramos en una sauna, es decir a alta temperatura y humedad.

La primera pregunta que yo le hice conocido el proceso a  mi amigo Roberto fue: ¿Pero, entonces, el ajo pierde las propiedades que tiene? Él me lo aclaró diciéndome que no, todo lo contrario, porque algunas las potencia hasta seis veces. Tan cierto como lo oyen. Tras su explicación indagué por Internet y efectivamente así es. El ajo negro tiene su origen en Japón, fue un investigador japonés el que lo descubrió y experimentó hasta lograr lo que es hoy en día.

Eso sí, su base para que mantenga intacta todas las propiedades debe ser ajo morado no vale otra variedad y si es ajo con la Indicación Geográfica Protegida como el que se produce aquí en la Cooperativa que, por segundo año consecutivo, acaba de ganar el Premio Gran Selección de Castilla-La Mancha, mucho mejor. Por cierto, enhorabuena.

Claro que, teniendo ajos, ¿para qué nos hacen falta algunos medicamentos?, porque si de alguna planta se han hecho estudios científicos hasta hartar, ésa es el ajo, porque sus propiedades medicinales ayudan entre otras cosas a combatir las infecciones respiratorias como la gripe y el resfriado; además es uno de los mejores antioxidantes que nos brinda la naturaleza, y a todo ello se suma que un elevado consumo de ajo está relacionado con una menor incidencia de cánceres.

Precisamente hace unos días salía en la prensa una nueva investigación que determina que el consumo de al menos dos dientes de ajo a la semana puede reducir el riesgo de sufrir cáncer de pulmón hasta en un 30%, incluso en personas fumadoras. De haber sabido esto antes en mi familia y haberlo puesto en práctica, quizás uno que yo  sé, mi padre, no hubiera fallecido de este dañino tumor.

Porque hasta ahora, a través de ensayos in vitro y en ensayos desarrollados con animales, ya se conocían las propiedades anticancerígenas del ajo, pero éste es el primer estudio epidemiológico en seres humanos que se ha hecho para verificar esta aseveración. Pero no lo han hecho como en el caso de la investigación del ajo negro los japoneses, sino nuestros principales rivales como son los chinos, en concreto, expertos del Centro Provincial de Jiangsu para el Control y Prevención de Enfermedades.

Por ello, estaría bien que ahora los japoneses, que tanto rivalizan con los chinos, hicieran otro estudio epidemiológico para ver si el ajo negro dispara las propiedades que en el caso del cáncer de pulmón tiene el ajo crudo. ¿Por qué no,  podríamos estar hablando de un hito en la historia de la medicina natural y preventiva? Para mí, como periodista, conocer el remedio para el cáncer, y sobre todo el de pulmón, sería una de las mejores noticias que podría dar y si eso fuera fruto del consumo del producto estrella de mi tierra, ya sería miel sobre hojuelas.

Por no hablar de la utilización que del ajo morado se hace en la alta cocina. Algunos cocineros, como Manolo de la Osa, lo emplean en más de un centenar de platos, ya sean fríos o calientes, dulces o salados, como el helado de ajo. Y ahora, como otros grandes cocineros españoles hace sus pinitos con el ajo negro.

En fin, y voy acabando,  ha sido y siempre quedará en mi retina como tal un gran honor ser la pregonera de las fiestas, y si me permiten la modestia, ser la embajadora de Las Pedroñeras, al menos por una noche, porque como dice mi madre: ¡Quien no quiere a su pueblo, no quiere a nadie! Eso es lo que tienen que hacer ustedes querer a este pueblo, a su gentes, confiar en sus posibilidades, que son muchas, en sus negocios, pero no sólo en los que se dedican al ajo, sino en otras muchas empresas que cada día se levantan para hacer grande este pueblo, luchando contra las adversidades de la crisis que sufrimos, y llevando lejos de estas fronteras con orgullo el nombre de Las Pedroñeras, la de mis hermanos es una de esas empresas. Yo creo que ha quedado claro que quiero a mi pueblo y a sus gentes y lo seguiré haciendo siempre, allá donde esté. Eso inculco día a día a mis hijos, Álvaro y María, que quieran a sus pueblos, Las Pedroñeras, el de su madre, y Alcadozo, el de su padre, que echen raíces en ellos a través de las amistades, porque eso hará que no olviden sus orígenes, y que sigan apoyándome, al igual que mi marido y mi madre, y siendo mi alegría todos los días. Yo lo aprendí de mi padre, que siendo de Villarrobledo, amaba por encima de todo a este pueblo, a Las Pedroñeras, y que esta noche sin duda es el pedroñero más orgulloso del cielo.

Si tuviera que pedir un deseo pediría que esta noche no se acabara nunca, que entre ustedes estuvieran mi padre y mi abuela Teresa, que éste haya sido un pregón divertido, y que así mi objetivo se haya visto cumplido.


Por eso les pido una cosa: a los de aquí, que no se marchen fuera durante las fiestas, quédense y disfruten de estos días; a los de fuera, que hagan una escapada y pidan unos días de permiso laboral para reunirse con los suyos y hacer cada año entre todos más grandes nuestras fiestas. Y sobre todo, esta noche mi deseo, de todo corazón, para todos ustedes es que pasen unas felices fiestas 2013. Buenas noches y hasta siempre.

©Teresa Roldán Iniesta

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