Nuevas aventuras de FELIPÓN de Pedroñeras (su chico de la Felipa): Capítulo 3 | Las Pedroñeras

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martes, 16 de marzo de 2021

Nuevas aventuras de FELIPÓN de Pedroñeras (su chico de la Felipa): Capítulo 3

 


por Vicente Sotos Parra


Trascurrían los años y la criatura no paró de crecer hasta llegar a los dos metros, lo que viene a ser un “mancebo”. Esto se convertía en una desventaja algunas veces y otras la menos en ventaja. Dejó de acudir a la calle Mayor a comprar los tebeos en casa de la hermana Mima.  Las tardes se las pasaba por la era de don Sebastián esperando el ganado del hermano Nemesio pues le gustaban los animales y en especial las ovejas y el perro que las manejaba con maestría a la voz del pastor.

La cosa fue de risa para los que presenciaron la escena de ver  a Felipón con tres ovejas, una en el cuello y las otras dos debajo el sobaco, diciendo: "¡Hermano, estas se las llevo yo al corral antes de que lleguen las demás!  En el Lugar lo empezaron a tomar por estar un poco chiflado en algunas cosas de las que hacía.  

[La voluntad es la que da valor a las cosas pequeñas (Séneca)]

Se compró una bicicleta anca el hermano Patricio, una B H negra y le incorporó de aguaeras para dos cántaros de agua y así acarreaba el agua a su casa. La bicicleta estaba más tiempo escacharrá que rodando, no ganando Felipón para cubiertas y rayos.

Yo entiendo que a mucha gente que lea esto le parecerá de la época medieval. Pero no es verdad. Podrán haber pasado sesenta años más o menos.

Las matanzas eran motivo de que la familia acudiera a la casa del que se sacrificaba al cerdo, tomando ese día como fiesta mayor.

La fiesta en la casa empezaba el día anterior  con la cocción de la cebolla para luego hacer las morcillas. Recuerdo a mi abuelo en la cocinilla alimentar el fuego con  cepas de viña toda la noche para que en el pedazo de caldera no dejara de hervir la cebolla.

Cuando llegaban las cinco de la mañana se preparaba todo para la llegada del matarife, que con sus afilados cuchillos preparados para la faena que le tocaba hacer. Antes un vaso de paloma en aquellos lebrillos que se preparaban para todos los asistentes.

El bicho, al acudir a sacarlo de la gorrinera, parecía que lo sabía y empezaba a gruñir de una forma escandalosa, como si supiera que sus días ya habían terminado. Una vez en la mesa y atado, el hermano Nemesio  procedía  a la faena  en plena calle. A mí lo que más me impresionaba era los borbotones de sangre del animal que caían sobre el lebrillo. Y el vaho que de ella salía al estar caliente, con respecto a la temperatura ambiente. Mientras mi tía Manuela no dejaba de mover el líquido elemento. Luego de churrascarlo con aleagas, para luego con agua casi hirviendo afeitarlo con una teja. Se le cortaba el rabo y se pasaba por las brasas, cortado se dispensaba a los presentes. Todo esto regado con paloma o vino.  Después del despiece llegaba el momento mejor para los chiquetees de la familia.

El tío Jesús que era un maestro en estos menesteres a mis primos y a mí nos daba la vejiga de la orina del  animal y puniendo salvado en un ladrillo con la suela del pie lo frotabas una y otra vez y así te podías pasar unas  horas dándole refregones hasta que aquel pedazo de pellejo se prestara lo suficiente para que tomara forma de pelota de fútbol. Una vez bien sobado. A la hora de inflar la vejiga por el orificio que en su día salía la orina se introducía una caña y se inflaba. Ya teníamos fiesta el resto de día dándole patás a la vejiga el mejor balón del mundo pues no conocíamos otro mejor.  La pena era que en cuanto tocaba una parte punzante  la cosa acababa.

También servía de zambomba la vejiga una vez tratada y acoplada a la boca de un cántaro roto al cual acoplada a su boca y atándola a su alrededor, dejando que con el tiempo su elasticidad fuese la correcta, con una caña en el centro. Su sonido no tenía comparación con lo que tenemos ahora. 

¡Me parece que me estoy yendo por los cerros de Úbeda!

¡A  lo que vamos!  Felipon vivía por este barrio y se apuntaba al partido, pero claro sus patadas a la vejiga no eran como las nuestras daba igual al equipo con el que fuese, su equipo ganaba siempre.

Los integrantes de los equipos se escogían echando los pies, es decir poniéndonos uno frente a otro y puniendo un pie delante del otro hasta que el último de los pies quedase montado sobre el otro.  Así  empezaba la elección  de los jugadores de los equipos. 

Ese día estrenaba unas abarcas Felipon hechas de la cubierta de la rueda de un coche cosidas con grapas, y sus peales recién lavados. A él siempre le gustaba  jugar de portero. Era casi un milagro que le metieras un gol pues tres cuartas partes de la portería sin moverse la  cubría, sus manos y pies llegaban a todas partes.

Recuerdo que aquel año nuestras edades no pasaban de los diez años y él rondaba los trece, pero a su lado éramos pitufos.  Empieza el partido y le toca sacar a su equipo de portería. Qué patada no pegaría el chiquete, que la pelota después de pegar en la pared del Santo Sepulcro la vejiga se fue contra el cristal de la ventana de la hermana Luisa, mujer de mal genio y pocas contemplaciones, saliendo como una fiera a la calle, garrota en mano, y mirando al suelo pues su edad y estado no le permitía andar erguida. Cuando esto ocurrió todos nos fuimos escapaos como cohetes cuando le prenden la mecha. Siendo el único que se quedó en el sitio Felipón. Lo cogió la hermana Luisa con la garrota y el mango sirviéndole este  de enganche de la oreja. Que había que ver a esa mujer de no más de uno cuarenta de altura con una mano la garrota con la criatura enganchada de la oreja, la otra en la faldiquera con la mirada fija en los pies de Felipón para llevarlo a su casa, ella con el brazo hasta no poder levantarlo más, y Felipón acachando la cabeza para que la mujer pudiera agarrarle bien con la garrota la oreja.

Una vez en su casa no sabemos lo que pasó. Lo que sí sabemos es que el problema se solucionó en no más de cinco minutos.

A la mañana siguiente, Felipon acudió puntualmente con dos cántaros de agua para la hermana Luisa dándole dos reales por el servicio de abastecimiento de agua.   

  [Los más generosos acostumbran a ser los más humildes (Rene Descartes)] 


Continuará...

2 comentarios:

  1. Precioso relato. Gracias por recordar nuestras vivencias.Cuánto tiempo ha pasado, y para los de mi generación pare que fue ayer

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    1. Paisano no sabes como me alegra saber que te ha recordado aquellos tiempos. Pues es una forma de volver al pasado.
      Que por mas que lo intentemos, no tiene marcha a tras si no en el recuerdo. Saludos.

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