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martes, 2 de marzo de 2021

MÁS CONFLICTOS: La ermita de santa Catalina y la fiesta de San Roque (El Provencio)

 


por Ignacio de la Rosa Ferrer




LOS CONFLICTOS DESPUÉS DE LAS COMUNIDADES: LA ERMITA SANTA CATALINA Y LA FIESTA DE SAN ROQUE COMO LUGARES DE DESENCUENTROS


Pensar que la mojonera de 1318 había caído en el olvido es falso, pues un pastor de Socuéllamos, nacido y criado en Santiago de la Torre, llamado Alonso Marín, a sus 58 años, en 1538, aún se la sabía de memoria:

el mojón que está en el camino que va del Provençio a Villarrobledo çerca del Provençio en el cabo de las viñas  e del dicho mojón de Prado Ancho que está çerca del rrío  de Záncara y el dicho rrío de Záncara abaxo el qual es avido por mojonera fasta el camino que va de Villarejo Rrubio a las Mesas.


Para el mismo testigo, las mojoneras citadas señalaban la división entre el arcedianazgo de Alcaraz y arzobispado de Toledo y el suelo Alarcón, donde estaba asentada la villa de El Provencio. Los sanclementinos siempre ambicionaron tener jurisdicción plena hasta la ribera del Záncara, en el territorio que se extendía al norte de la villa de El Provencio. Todavía hasta 1525 o 1530 quedan testimonios de esta jurisdicción que San Clemente ejercía en Majara Hollín o Marcelén, incluidos lugares tan emblemáticos para El Provencio como la ermita de Santa Catalina, situada en un alto a manera de çerro junto a un arroyo e dehesa de Majara Hollín, y cuya festividad era motivo de trifulcas entre provencianos y sanclementinos allá por mayo de 1521, cuando en una guerra a pedradas fue descalabrado el sanclementino Lope Peinado. En Marcelén, junto a Majara Hollín, se levantaban unas casas habitadas por un sanclementino llamado Lázaro de la Carrasca; noticia que nos ha llegado por unos gitanos que le robaban las gallinas, y que, en cualquier caso, nos muestra el poblamiento por sanclementinos de territorio que los provencianos tenían por suyo,


un día de Santa Catalina salieron de la dicha villa de San Clemeynte muchas personas a velar a la dicha hermita que está çerca de la dicha villa del Provençio e que asymismo fue mucha gente de la villa del Provençio e estando en la dicha hermita e revolvió çierta quistión entre los unos e los otros e que la justiçia de la dicha villa de San Clemeynte prendió a la dicha sazón tres o quatro onbres de la dicha villa del Provençio y los truxeron presos en una carreta a la dicha villa de San Clemeynte donde fueron castigados e sentençiados por las justiçias de la dicha villa de San Clemeynte e podya aver más de doze años que unos gitanos tenían sus tiendas en donde dizen las casas de Marçelén que es çerca de la dicha hermita y los dichos gitanos porque furtavan ganados e otras cosas se vinyeron a quexar  a la justiçia de la dicha villa de San Clemeynte e que un alcalde de la dicha villa juntamente con un alguazil con sus varas de justiçia fueron donde estavan los dichos gitanos y truxeron presos a algunos dellos a la dicha villa de San Clemeynte e les mandaron que se fuesen de allí


En el incidente de Santa Catalina estaba presente don Alonso de Calatayud, recién instalado de nuevo en su villa de El Provencio, tras ser expulsado de ella por sus vecinos en el levantamiento de las Comunidades. Quizás fue su presencia la que enervó los ánimos y generó la trifulca que acabó con tres heridos. En cualquier caso, fue prudente, cuando el alcalde de San Clemente Antón de Monteagudo mandó arrestar a algunos provencianos, entre los que destacaba como incitador y actor principal un tal Alonso de Caramanchón.

La ermita de Santa Catalina, patrona de los provencianos, era a comienzos de siglo un lugar de retiro y oración para los pastores. Allí se paraba a rezar Blas de Herrero, un pastor al servicio del provenciano Pedro Sánchez Carnicero y del sanclementino Sancho López (provenciano huido y afincado en San Clemente); dos cuñados, que nos muestran cómo las enemistades no estaban reñidas con fuertes lazos de sangre. La ermita y casa de Santa Catalina, que dicen de Majara Hollín, pues así aparece en los documentos del siglo XV, era lugar de encuentro de provencianos y sanclementinos y hasta allí llegaban en procesión los moradores de Santiago de la Torre. Andrés Fernández, natural de Santiago, contaba que, siendo mozo, había ido muchas veces hasta allí en procesión, al igual que Juan Mateo, que veía en estas procesiones simples romerías en las que se comía y bebía en compañía de otros vecinos. Incluso los pastores villarrobletanos confesaba ir en procesión a la ermita, junto a otros convecinos. Por supuesto, la ermita era también lugar de abrigo y de recogimiento para los pastores, donde solían pasar la noche. En cualquier caso, la imagen que nos queda de los diversos testimonios es una gran devoción popular a esta santa por los vecinos de toda la comarca, que nada tiene que envidiar a otros santuarios. Hoy, Santa Catalina ha quedado en la memoria como patrona de El Provencio, pero durante el siglo XVI, los sanclementinos acudían hasta la ermita en procesión, encabezados por sus alcaldes con varas de justicias. ¿Acaso no es posible que el culto a la virgen de Rus surgiera de la pérdida por San Clemente definitivamente de Majara Hollín y la ermita de Santa Catalina? Testimonios de la devoción mariana en el santuario de Rus nos quedan únicamente de la mitad del siglo XVI.

Desde el fin del levantamiento de las Comunidades, las relaciones entre San Clemente y El Provencio se habían deteriorado notablemente. Para el 23 de febrero de 1253, el regidor provenciano Sancho Hernández de Titos y el vecino Francisco López de Herreros estaban presos en la cárcel de San Clemente, Su delito, haber levantado el cadáver de Gracia López, una vecina de Las Mesas asesinada por su marido en La Cañada, junto al donadío de Santiago de la Torre, supuestamente en término de San Clemente, y llevarlo a El Provencio. Era un incidente más, ya en 1515 Lope de Aguado, alguacil de El Provencio, había sido apresado por la justicia de la villa vecina por entrar en sus términos tras un delincuente. Pero ahora los hechos se sucedieron con suma gravedad.

Si Santa Catalina era lugar de encuentro que acababa con desencuentros, otro tanto ocurría con la festividad de San Roque. Fiesta de gran tradición en la que se corrían toros en El Provencio y a la que asistían los sanclementinos. En otro lugar, ya hemos mencionado los hechos violentos que se generaban en estos acontecimientos, cuando los sanclementinos solían rematar la faena matando al toro, algo no contemplado en los cánones de la fiesta. Nos ha quedado constatación de la pelea de San Roque de 1566, que hemos narrado[9] , pero los hechos más violentos acaecieron el dieciséis de agosto de 1524. Ese día de San Roque, la fiesta, tras matar los sanclementinos a un toro, acabó en tragedia. Además del toro, los sanclementinos mataron a varios provencianos. Los provencianos, o eso decían ellos, en la representación de su procurador ante el Consejo Real, habían concertado con un vaquero la contratación de las fiestas de San Roque. De sus palabras se deduce que el acuerdo no estaba cerrado, un toro para provar e que si les contentase se los pagarían. El vaquero debió llevar el toro a pastar a la dehesa de Majara Hollín. Con el toro, debía pasar lo mismo que con la dehesa de Majara Hollín, que tanto provencianos como sanclementinos los consideraban de su propiedad. En el caso del toro, sin duda, fue determinante el doble juego del vaquero en ofrecer el toro a unos y otros. El caso es que, en la duda, quien tomó la determinación de llevarse el toro a su villa de El Provencio fue don Alonso de Calatayud. Para más inri, la decisión la tomó en la misma dehesa y delante los vecinos de San Clemente, que apostaban por llevarse el toro a su villa.

La decisión de don Alonso de Calatayud provocó un conflicto inimaginable. Mientras el toro era encerrado en los corrales de El Provencio, listo para ser corrido en la fiesta, las campanas de la iglesia de Santiago apóstol repicaban sin cesar y los pregoneros llamaban a viva voz a todos los sanclementinos para reunirse e ir mano armada contra la villa de El Provencio. Un gran ejército de setecientos vecinos sanclementinos, y no es metáfora, se aprestó a marchar contra la villa en perfecta formación militar


que serían asta setezientos onbres poco más o menos e que truxeron su atanbor e vandera tendida e carvajal e todos armados de diversas armas de picas e lanças e vallestas y cosoletes e coraças e otras armas e puestos en ordenança yendo esquadrones los de pie e otros de cavallo venieron a la dicha villa del Provencio e que trayan consigo el que avía sido capitán de la comunydad pasada y al que fue alferes della y que trayan el mismo atanbor que tenían en la dicha comunidad y que dezía y llamava traydores a los de la dicha villa del Provençio e otras muchas palabras 


Las Comunidades estaban derrotadas hacía algo más de tres años. Sin embargo, la villa de San Clemente conservaba la organización militar creada con motivo del movimiento comunero, incluidos sus cuadros militares de mando e insignias. Junto a la organización militar, nos sorprende la rápida y ordenada movilización: con un carácter inmediato, varios escuadrones de sanclementinos armados se abalanzaron sobre sus vecinos y rivales provencianos.

Viendo la gravedad de los hechos, don Alonso de Calatayud intentó mediar. ofreciendo su persona


dixo qué querían, que él hará todo lo que ellos querían e fuese rrazón e que no oviese desconçierto ninguno


Don Alonso de Calatayud había salido a negociar con el ejército de sanclementinos, que un pastor de Santiago, rebajaba la cifra a trescientos, aunque si se ha de dudar de la cifra el expediente del pesquisidor hablaba de setecientos encausados. La mediación fue inoportuna, pues don Alonso tuvo que salir huyendo a caballo, con un criado apodado Valenciano, desde el Pozo del Arenal, donde había intentado mediar.

Para intentar sosegar a los sanclementinos, los provencianos hicieron soltar el toro, o al menos eso contaban, pues los sanclementinos vieron, al arremeter la bestia, el acto como ataque. Su respuesta fue furibunda, destrozando la villa de El Provencio, mientras se insuflaban ánimos al grito de ¡Viva San Clemente!


andovieron por toda la dicha villa y se enseñorearon en ella diziendo viva San Clemente y otras palabras semejantes y que hizieron todo los susodicho tendida su vandera y tanyendo el dicho atanbor que salieron de la dicha villa y que fueron por el camino donde la dicha villa del Provençio tiene un pozo de agua duze y que derribaron el brocal y artifiçio con que sacavan el agua y que yéndose a la dicha villa de San Clemente quiseron tornar a acabar la dicha villa del Provençio


La rotura del expediente no nos deja ver el sentido de este nuevo ataque a la villa, aunque, por los datos que nos aporta una de las preguntas de la probanza de testigos y algunos de ellos, como el clérigo Gil López, se deduce que la violencia fue extrema, que se combatió casa por casa y que hubo dos muertos y varios heridos. Del mismo texto se entiende que la villa de El Provencio estaba esperando el ataque y la villa se había cerrado y fortificado con una cerca improvisada 


a rrepique de canpanas junto seteçientos honbres más o menos armados a punto de guerra con vandera e atanbor entraron por los dichos términos e jurediçión de la dicha villa del Provençio e vynieron ansy hasta llegar a ella e conbatilla como la conbatieron e la entraron por un portillo e por ende los tejados e de la çerca diziendo vytoria vytoria mueran los traydores e preguntándose entre ellos quién vive e rrespondiéndose San Clemente e ansy anduvieron por las calles del Provencio firiendo e matando onbres e mugeres en las dichas calles y en sus casas conbatiéndolas e quebrantando las puertas dellas e saqueándolas 


De la desigualdad de la contienda da fe el diferente potencial y demográfico de cada una de las dos villas. San Clemente, ese año de 1524, era una villa caudalosa y rica, poblada por novecientos vecinos; El Provencio tenía únicamente doscientos cincuenta vecinos. Los datos nos los aporta el mencionado clérigo de Villarrobledo Gil López.

La narración muestra a su regreso a sus casas unos sanclementinos enfurecidos, robando un par de mulas de un provenciano llamado Miguel Díez y un buey a otro llamado Gonzalo Sánchez y robando otros ganados, recorriendo y destrozando las viñas de El Provencio, hasta llegar a Santa Catalina donde profanaron el templo religioso.


e que hizieron muchos daños e estroços en la dicha villa e en las viñas de la dicha villa e que yéndose camyno como dicho es fazia una hermita de la dicha villa del Provencio que se dize Santa Catalina e la desçerrajaron e desquiçiaron y entraron por fuerça dentro e hizieron e cometieron muchos agravyos delitos daños de mucha punyçión e castigo por ende nos suplicaba e pedía por merçed mandásemos ynbiar una persona de nuestra corte pues la calidad del caso lo rrequería que hiziese la pesquysa de todo lo susodicho e castigase los culpados a las más graves penas que hallase por fuero o por derecho e les fiziese sobre todo cunplimiento de justiçia porque sino lo manda más prover ternían atrevymiento otras vezes atrevyendo de hazer e cometer semejantes delitos por ser jente rrica e cabdalosa (los sanclementinos) e que en los levantamyentos pasados fueron prinçipales partes en la dicha tierra e los que levantaron e faboresçieron la dicha comunydad por toda la comarca 


Los ataques, aparte de la imagen de violencia que dio la parte provenciana, iban dirigidos contra lugares emblemáticos. El pozo de agua dulce nos aparece en los amojonamientos como uno de los cinco pozos que marcaban en 1459 los límites de los términos sanclementinos. La ermita de Santa Catalina era un centro espiritual de toda la comarca, donde afluían en procesión y romería provencianos, sanclementinos, villarrobletanos o moradores de Santiago. Pero una ermita, que, por simple proximidad geográfica, sin obviar la devoción de la santa, era querida por los provencianos como suya propia.

Por referencias posteriores sabemos que durante los incidentes hubo varios muertos. En las probanzas de testigos, los sanclementinos acusaron a las personas favorables a El Provencio de ser deudos de los asesinados. En cuanto, a la implicación de los principales sanclementinos en la rebelión de las Comunidades es un hecho constatado, por las acusaciones cruzadas entre los bandos. Siendo segura la participación del hidalgo Martín Ruiz de Villamediana. La Corte, reunida en Valladolid y con la presencia del emperador Carlos decidió actuar con toda determinación dando en Valladolid el 30 de agosto de 1524 comisión en plazo por cincuenta días al juez pesquisidor Álvaro Salcedo y al escribano Miguel de Lucio para averiguar los hechos. A la comisión se unió un alguacil, Juan Fanega. Hasta Valladolid se había desplazado en nombre de la villa de El Provencio, Julián Grimaldos, que fue recibido por el Emperador Carlos y su Consejo. En presencia del procurador provenciano, el uno de septiembre, se dio la carta de comisión al licenciado Salcedo para castigar los hechos. La comisión amplió su término dos veces más. El Consejo entendió rápidamente el grave conflicto que existía en torno a los mojones, hacia cuya cuestión derivaron las actuaciones. El día ocho de octubre el procurador provenciano pide se prolongue por primera vez la comisión pues hay muchos inculpados, más de setecientos. La comisión se prorroga otros treinta días. El día cinco de noviembre es don Alonso de Calatayud quien pide la prorrogación de la comisión y la restitución de mojones para su villa, según la Ley de Toledo.

Don Alonso de Calatayud y el concejo de El Provencio aprovecharán el sangriento conflicto con la villa vecina, para conseguir la jurisdicción sobre sus términos e intentar acabar con el cobro de alcabalas en su territorio por los arrendadores sanclementinos. Las relaciones entre ambas villas estaban regidas por la fuerza. San Clemente, villa grande e resçia, pueblo de muchos más vezinos e onbres rricos, imponía su voluntad, aunque El Provencio no se quedaba atrás a la hora de prendar ganados en dehesas como Majara Hollín, que pretendía cerrar en su provecho exclusivo.

El día ocho de octubre de 1524, además de ampliar la comisión, el Consejo Real decide ampliar la comisión del licenciado Álvaro Salcedo a los asuntos de jurisdicción y términos. En un concejo abierto de 24 de octubre de 1524, los vecinos de El Provencio dan su poder a Fabián García para que defienda los términos de la villa. En un memorial, ante el licenciado Salcedo, el procurador define lo que han de ser los límites de la villa y que el futuro confirmará, aunque pasarán dos décadas para que una ejecutoria de la Chancillería de Granada lo reconozca.


que es el uno mojón al rrío de Záncara ençima de las lavores del Quebrado e de allí al çerro don Sancho e al mojón del Rruvielo que está ençima del monte de Santiago e a otro mojón que está en Peña Parda e a la Atalayuela de Majara Hollín e dende a otro mojón que está en Cabeça Málaga e dende al poço del Arenal que es mojón e está entre las viñas viejas e maxuelos de vezinos de San Clemente çerca e casi junto a la mano izquierda del camino que va del Provençio a San Clemente e de ay a Villar de Guillamón e al pozo Seco e de ay el camino adelante de Minaya al pozo de la dicha villa de Minaya e al çerro Espartoso que está de aquella parte del Canpillo del Cordero e de ay a la carrasca del Milano hasta llegar a los términos de la çibdad de Alcaraz.


Los plazos del juez Salcedo se fueron ampliando. El licenciado Salcedo visitó los mojones durante diciembre de 1524, con testigos consensuados entre las partes, al menos en Minaya, pues cuando se acercaron a los mojones de la discordia San Clemente pidió nuevos testigos que juraran los términos, mientras Alonso de Calatayud avisaba que por diez reales se podían encontrar diez testigos falsos.

El licenciado Salcedo llegó a dar su sentencia, que daba la razón a los provencianos. El Provencio había conseguido gracias a sus mártires del día de San Roque, lo que se le había negado en el primer cuarto de siglo. Poco importaba que San Clemente recurriera la sentencia en un interminable pleito de dos décadas. Era la primera vez que la Corona se ponía del lado de El Provencio. La sentencia de 31 de mayo de 1541 daba definitivamente la razón a El Provencio, recogida en ejecutoria de 12 de junio. El 10 de mayo de 1542, por fin El Provencio veía reconocido sus términos frente a San Clemente en sus dos puntos más conflictivos: el cerro junto al Pozo de la Señora (que pasaba por ser reconocido como el auténtico de la Atalayuela, tres mil pasos más allá de los que pretendía San Clemente) y el cerrico junto al Pozo de las Saleguillas, próximo al arroyo de Majara Hollín, de esta dehesa el mojón se desplazaba cien pasos para dejar gran parte de la misma en manos de los provencianos.

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