La colegiata de Belmonte (Cuenca) - Artículo de Juan Jiménez Aguilar, de 1931 | Las Pedroñeras

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martes, 28 de julio de 2015

La colegiata de Belmonte (Cuenca) - Artículo de Juan Jiménez Aguilar, de 1931



por Miguel Ángel Vellisco Bueno





EN LA COLEGIATA DE BELMONTE

 ARTICULO PUBLICADO EN LA  VOZ DE CUENCA POR JUAN JIMÉNEZ AGUILAR, EL 3 DE AGOSTO DE 1931.

Capítulo nº1


Tal vez la deficiente información que desde Cuenca se enviara  a los organismos centrales; motive el extraño olvido en que quedó la iglesia mayor de Belmonte, al hacerse la última declaración de monumentos nacionales. Pero cualquiera que sea la causa de aquella omisión, pocos edificios Conquenses hay tan dignos de la protección oficial como aquel templo erigido en el siglo XV por el poderoso y turbulento marqués de Villena, en sufragio de su alma y la de sus ilustres antecesores.
Yo recuerdo que en este punto suspendí el verano pasado mis folletones -dedicados a Belmonte y la tierra del llano- después de hablar de las estatuas orantes de aquellos personajes -de autor anónimo- de ejecución esmerada pero “faltos de vida”, de expresión y originalidad, como obedeciendo a una forma o canon escultórico, y en el mismo punto reanudo el tema de Belmonte, ya que de viaje nunca faltaban novedades que contar o rectificaciones que hacer.




Eché  de menos en esta ocasión, los pajecillos de que decía “sosteniendo tarjas blasonadas”, cuyas actitudes, ropas y labra nos inclinaban a suponer que formaban parte de otros sepulcros más antiguos. Afortunadamente no se han enajenado ni perdido como temía la principio, cuando  noté su ausencia; - pero tampoco deben continuar en el suelo del hueco de una escalera-  y junto a unos trastos y muebles de desecho. Su lugar es al lado y al servicio de sus señores, don Juan Fernández Pacheco y don Alonso Téllez Girón; según se ven en las láminas 89 y 90 de la obra “la escultura funeraria en España” de Ricardo Oruela, y mejor todavía si el paje de don Alfonso se coloca también detrás de él; y no delante de la efigie de quien peleó como bueno contra los moros en la Higueruela junto a don Álvaro de Luna. Y creo oportuno insistir en que tales pajecillos o “continos”- no obstante su técnica más descuidada y sus formas toscas- son dignos de tanta estima como las estatuas principales, a pesar de la mayor calidad de estas últimas, finura en su ejecución y riqueza de la piedra empleada.
No es esto lo único que creo en peligro, sin una discreta y eficaz intervención del estado. Ignoro cual sea en la actualidad la dotación de la Colegiata para hacer por su cuenta algunas reparaciones y medidas de seguridad; presumo que tan magnífica iglesia vino muy a menos. Pues antes tenía para su servicio un Prior-Arcediano de Alarcón- y otras tres dignidades más, seis canónigos y ocho beneficiados o racioneros y el personal se reduce hoy en día aun Arcipreste con dos Coadjutores y tres o cuatro Beneficiados  o Capellanes. Pero aún en el caso de que la iglesia contara con medios para ello, por un carácter especial no sería prudente dejar las obras o restauraciones más precisas a su propia iniciativa sin asesoramiento o control de las instituciones encargadas de velar por el Patrimonio Artístico Nacional. De todos modos hay que remediar el lastimoso estado que ofrecen la mayor parte de las capillas de la nave izquierda, precisamente donde existen bellísimas tablas góticas- que se van, sino se pone remedio-.




He de advertir de paso, que mi reciente viaje a Belmonte lo motivó  el deseo de estudiar ciertas pinturas de Bernardo de Oviedo- acaso discípulo de Yáñez de la Almedina- “su manera de componer y hacer”, comparando su obra indubitada con los cuadros anónimos o filiados, ya de otros artistas anteriores y de sus contemporáneos Martín Gómez, Pedro de Castro y Daniel de Var. Y aunque no quedó terminada mi tarea, sí me permite dar algún curioso avance de ella.
Bernardo o Bernardino de Oviedo, pintor, y Pedro Saceda entallador  -ambos vecinos de Cuenca al mediar el siglo XVI - se encargaron de ejecutar obras de pintura y escultura que se encuentran repartidas por toda la provincia.  Pedro Saceda y Bernardino de Oviedo, concertaron con los protectores del convento de Dominicas de Santa Catalina – a la vera de la Colegiata de Belmonte- un altar de cierta importancia y del tipo de otros que se hicieron para la propia  iglesia de San Bartolomé de Belmonte, consta que debía de ser toda la obra–después de dorada- “muy bien estofada y esgrafiada sobre el oro de colores muy buenos y dar color a cada cosa como lo pidiere”. El conjunto de las estipulaciones de garantía son todo un curso de técnica pictórica que algún día daré a conocer con todo detalle. Basta por hoy saber  “había de ser el aceite muy graso y muy bueno” para las “ encamaciones” y estas muy buenas así de manos como de figuras y serafines cada cosa la encarnación según conviene... y que esto vaya a contento del dicho señor Ldo. Arboleda o de la persona que él nombre, porque sino estuviese tal como conviene se vuelva a encargar a su costa.
Los tableros pintados representaban ” El Nacimiento de Jesucristo.”
-“la Adoración de los Reyes”, y “La quinta Angustia” y cuatro figuras sueltas - San Pedro mártir, la Magdalena, San Juan Bautista, y Santa Catalina de Sena-  todo  había de ser bien dibujado y antes de meter color ver si está  a contento del Ldo.Arboleda “la postura de dichas figuras, y si ni lo estuviere” Bernardo de Oviedo  se comprometía “ a tornallo a debuxar de nuevo “ a su costa.
Se ajustó la pintura y el dorado en 150 ducados, y en 6 de Septiembre de 1565 fue firmada la obligación entre las partes contratantes.
De esta época y de igual tipo  con otras pinturas de la iglesia de Santo Domingo acopladas en altares más modernos y de los cuales citaré a “san Jerónimo”, ”San Cristóbal”, ”la huida de Egipto”, y el bautismo de Jesús”; en uno de aquellos retablos y en otro lado, “Santa Ana”, “la Virgen y el niño”, ”Santo Tomás palpando las llagas del Señor”, ” La Anunciación”, Y “Santa Catalina”.
Abundan en la Colegiata, las tallas policromadas, que no es aventurado atribuir a Pedro Saceda. Entre ellas un altar coronado por un calvario y que integran nueve tablas en alto relieve con “ La Muerte de la Virgen”,”La Ascensión con un Ángel”, y “Santa Elena”: en otra fila inferior “La Virgen subiendo las escaleras del templo”, ”Nacimiento de la Virgen”  y “Circuncisión”, y en una fila inferior ”San Joaquín y Santa Ana en la puerta de oro”, ” La Anunciación” y “ la Visitación” con dorado de oro fino en las tallas de molduras y figuras y remates y columnas y los campos de oro “toda de buena color y bien terminado”.




Y otro retablo en la capilla de Santiago que tiene en el ático “La Oración del Huerto”, ”La Virgen con gloria de seis Ángeles”, y “el Prendimiento”: en el centro “La Adoración de los Reyes”, ”Santiago” y “La Presentación”, y en la predella ”La Anunciación”, ”El Bautismo de Jesús”  Y “La sagrada Familia”, que son tableros más pequeños, entre cuatro pilastras adornadas con las figuras de “San Pedro”, “San Pablo” y dos religiosos, todo ello con estofados esgrafiados y romanos, como decían en un “argot” o lenguaje “de germanía” los artistas de aquel tiempo.
En la capilla donde está la pila bautismal, hay un retablo gótico del mayor interés; pero tan mal tratado por el tiempo que apenas si puede descifrarse los asuntos que en el se figuran.
El cuadro central de San Pedro ¿san Marcos?, en actitud de bendecir sedente y con vestiduras pontificales del siglo XV, de admirable detalle. Característicos guantes de puntiaguda manopla relazan el lujoso atuendo del gran sacerdote.
A cada lado hay tres cuadros pequeños; a la Izquierda  “ La Impresión de los estigmas de San Francisco” y otros dos asuntos desconocidos, y a la derecha “San Bartolomé con el diablo encadenado”, “La Misa de san Gregorio”, y “ San Jerónimo”.Todos ellos necesitados de una reparación urgente.




En la capilla continua de los Hinestrosas se encuentra un gran retablo de pintura en peor estado todavía. En la parte superior figuran “La Anunciación”,” La puerta de oro” y “La Coronación de la Virgen”; la segunda fila “ La Virgen subiendo las escaleras del templo”, cuadro central con “ La Virgen rodeada de los emblemas de sus advocaciones” y “ La misa de San Gregorio”. La “Predolla  contiene nueve figuras formando tres grupos : Uno de ellos “ Santa Catalina de Alejandría”, ”Santa Elena”, Y “Santa Catalina de Siena”, en el centro “Santiago el Zebedeo” con red, “Jesús con el cordero Pascual”, y “San Andrés” con cruz “decusata”. El tercer grupo lo forman “ San Sebastián, San Pedro y San Roque”. Este retablo que apenas si pude iluminar, y ver, me parece por cierto detalle  de Martín Gómez, acaso en colaboración con su suegro Gonzalo de Castro y sus dos cuñados, todos pintores y vecinos de Cuenca.
También tengo noticia que el pintor Conquense Bartolomé Matarana
 –autor de los frescos de la iglesia del patriarca de Valencia- hizo en 1588 “un retablo de pino  de doce palmos de alto e de ancho dos varas e un poquito más con una moldura alrededor, por encargo de D. Gaspar de Hinestrosa, donde estaba pintada una imaxen de Ntra. Señora de la Anunciación con un ángel e una paloma que es la historia de la Encarnación, e por una parte, arriba en el cielo...medio san Francisco con sus llagas, e por la otra parte abaxo un San Juan Bautista con un cordero e San Juan Evangelista con un cáliz e una serpiente que sale de él un San Esteban”.
Retablo que no encontré en la capilla de los Hinestrosas,  donde también falta una de dos tumbas de madera pintadas con emblemas heráldicos. La que queda tiene escudo de oro y dos lobos pasantes de sable con orla azur cargada de ocho estrellas doradas. Armas que se repiten mucho en las chapas repujadas por las habilísimas manos de Hernando de Arenas y Esteban Lemosín.



Juan Giménez de Aguilar y Cano

(Cuenca, 1876-1947). Escritor, profesor y periodista español. Catedrático en el Instituto de Cuenca. Participó en diversas publicaciones, entre ellas Castilla, revista regional ilustrada, []de la que fue subdirector en Cuenca, []y redactor del semanario socialista conquense Electra.

Fue uno  de los fundadores del PSOE en Cuenca. En el año  1936 llegó a enfrentarse, aun a riesgo de su vida, con una banda de fanáticos, que intentaban saquear e incendiar la Catedral de Cuenca. Nada puede justificar la destrucción de edificios religiosos y obras de arte que se produjo por parte del bando republicano durante el periodo de 1936-1939
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Miguel  Ángel Vellisco Bueno

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