por Miguel Ángel Vellisco Bueno
EN LA COLEGIATA DE
BELMONTE
ARTICULO
PUBLICADO EN LA VOZ DE CUENCA POR JUAN
JIMÉNEZ AGUILAR, EL 3 DE AGOSTO DE 1931.
Capítulo nº1
Tal
vez la deficiente información que desde Cuenca se enviara a los organismos centrales; motive el extraño
olvido en que quedó la iglesia mayor de Belmonte, al hacerse la última
declaración de monumentos nacionales. Pero cualquiera que sea la causa de
aquella omisión, pocos edificios Conquenses hay tan dignos de la protección
oficial como aquel templo erigido en el siglo XV por el poderoso y turbulento
marqués de Villena, en sufragio de su alma y la de sus ilustres antecesores.
Yo
recuerdo que en este punto suspendí el verano pasado mis folletones -dedicados
a Belmonte y la tierra del llano- después de hablar de las estatuas orantes de
aquellos personajes -de autor anónimo- de ejecución esmerada pero “faltos de
vida”, de expresión y originalidad, como obedeciendo a una forma o canon
escultórico, y en el mismo punto reanudo el tema de Belmonte, ya que de viaje
nunca faltaban novedades que contar o rectificaciones que hacer.
Eché de menos en esta ocasión, los pajecillos de
que decía “sosteniendo tarjas blasonadas”,
cuyas actitudes, ropas y labra nos inclinaban a suponer que formaban parte de
otros sepulcros más antiguos. Afortunadamente no se han enajenado ni perdido
como temía la principio, cuando noté su
ausencia; - pero tampoco deben continuar en el suelo del hueco de una
escalera- y junto a unos trastos y
muebles de desecho. Su lugar es al lado y al servicio de sus señores, don Juan
Fernández Pacheco y don Alonso Téllez Girón; según se ven en las láminas 89 y
90 de la obra “la escultura funeraria en
España” de Ricardo Oruela, y mejor todavía si el paje de don Alfonso se
coloca también detrás de él; y no delante de la efigie de quien peleó como
bueno contra los moros en la Higueruela junto a don Álvaro de Luna. Y creo
oportuno insistir en que tales pajecillos o “continos”- no obstante su técnica
más descuidada y sus formas toscas- son dignos de tanta estima como las estatuas
principales, a pesar de la mayor calidad de estas últimas, finura en su
ejecución y riqueza de la piedra empleada.
No
es esto lo único que creo en peligro, sin una discreta y eficaz intervención
del estado. Ignoro cual sea en la actualidad la dotación de la Colegiata para
hacer por su cuenta algunas reparaciones y medidas de seguridad; presumo que
tan magnífica iglesia vino muy a menos. Pues antes tenía para su servicio un
Prior-Arcediano de Alarcón- y otras tres dignidades más, seis canónigos y ocho
beneficiados o racioneros y el personal se reduce hoy en día aun Arcipreste con
dos Coadjutores y tres o cuatro Beneficiados
o Capellanes. Pero aún en el caso de que la iglesia contara con medios
para ello, por un carácter especial no sería prudente dejar las obras o
restauraciones más precisas a su propia iniciativa sin asesoramiento o control
de las instituciones encargadas de velar por el Patrimonio Artístico Nacional.
De todos modos hay que remediar el lastimoso estado que ofrecen la mayor parte
de las capillas de la nave izquierda, precisamente donde existen bellísimas
tablas góticas- que se van, sino se pone remedio-.
He
de advertir de paso, que mi reciente viaje a Belmonte lo motivó el deseo de estudiar ciertas pinturas de
Bernardo de Oviedo- acaso discípulo de Yáñez de la Almedina- “su manera de
componer y hacer”, comparando su obra indubitada con los cuadros anónimos o
filiados, ya de otros artistas anteriores y de sus contemporáneos Martín Gómez,
Pedro de Castro y Daniel de Var. Y aunque no quedó terminada mi tarea, sí me
permite dar algún curioso avance de ella.
Bernardo
o Bernardino de Oviedo, pintor, y Pedro Saceda entallador -ambos vecinos de Cuenca al mediar el siglo
XVI - se encargaron de ejecutar obras de pintura y escultura que se encuentran
repartidas por toda la provincia. Pedro
Saceda y Bernardino de Oviedo, concertaron con los protectores del convento de
Dominicas de Santa Catalina – a la vera de la Colegiata de Belmonte- un altar
de cierta importancia y del tipo de otros que se hicieron para la propia iglesia de San Bartolomé de Belmonte, consta
que debía de ser toda la obra–después de dorada- “muy bien estofada y
esgrafiada sobre el oro de colores muy buenos y dar color a cada cosa como lo
pidiere”. El conjunto de las estipulaciones de garantía son todo un curso
de técnica pictórica que algún día daré a conocer con todo detalle. Basta por
hoy saber “había de ser el aceite muy
graso y muy bueno” para las “ encamaciones” y estas muy buenas así de manos
como de figuras y serafines cada cosa la encarnación según conviene... y que
esto vaya a contento del dicho señor Ldo. Arboleda o de la persona que él
nombre, porque sino estuviese tal como conviene se vuelva a encargar a su
costa.
Los
tableros pintados representaban ” El Nacimiento de Jesucristo.”
-“la
Adoración de los Reyes”, y “La quinta Angustia” y cuatro figuras sueltas - San
Pedro mártir, la Magdalena, San Juan Bautista, y Santa Catalina de Sena- todo
había de ser bien dibujado y antes de meter color ver si está a contento del Ldo.Arboleda “la postura de
dichas figuras, y si ni lo estuviere” Bernardo de Oviedo se comprometía “ a tornallo a debuxar de
nuevo “ a su costa.
Se
ajustó la pintura y el dorado en 150 ducados, y en 6 de Septiembre de 1565 fue
firmada la obligación entre las partes contratantes.
De
esta época y de igual tipo con otras
pinturas de la iglesia de Santo Domingo acopladas en altares más modernos y de
los cuales citaré a “san Jerónimo”, ”San Cristóbal”, ”la huida de Egipto”, y el
bautismo de Jesús”; en uno de aquellos retablos y en otro lado, “Santa Ana”,
“la Virgen y el niño”, ”Santo Tomás palpando las llagas del Señor”, ” La
Anunciación”, Y “Santa Catalina”.
Abundan
en la Colegiata, las tallas policromadas, que no es aventurado atribuir a Pedro
Saceda. Entre ellas un altar coronado por un calvario y que integran nueve
tablas en alto relieve con “ La Muerte de la Virgen”,”La Ascensión con un Ángel”,
y “Santa Elena”: en otra fila inferior “La Virgen subiendo las escaleras del
templo”, ”Nacimiento de la Virgen” y
“Circuncisión”, y en una fila inferior ”San Joaquín y Santa Ana en la puerta de
oro”, ” La Anunciación” y “ la Visitación” con dorado de oro fino en las tallas
de molduras y figuras y remates y columnas y los campos de oro “toda de
buena color y bien terminado”.
Y
otro retablo en la capilla de Santiago que tiene en el ático “La Oración del
Huerto”, ”La Virgen con gloria de seis Ángeles”, y “el Prendimiento”: en el
centro “La Adoración de los Reyes”, ”Santiago” y “La Presentación”, y en la
predella ”La Anunciación”, ”El Bautismo de Jesús” Y “La sagrada Familia”, que son tableros más
pequeños, entre cuatro pilastras adornadas con las figuras de “San Pedro”, “San
Pablo” y dos religiosos, todo ello con estofados
esgrafiados y romanos, como decían en un “argot” o lenguaje “de germanía”
los artistas de aquel tiempo.
En
la capilla donde está la pila bautismal, hay un retablo gótico del mayor
interés; pero tan mal tratado por el tiempo que apenas si puede descifrarse los
asuntos que en el se figuran.
El
cuadro central de San Pedro ¿san Marcos?, en actitud de bendecir sedente y con
vestiduras pontificales del siglo XV, de admirable detalle. Característicos
guantes de puntiaguda manopla relazan el lujoso atuendo del gran sacerdote.
A
cada lado hay tres cuadros pequeños; a la Izquierda “ La Impresión de los estigmas de San
Francisco” y otros dos asuntos desconocidos, y a la derecha “San Bartolomé con
el diablo encadenado”, “La Misa de san Gregorio”, y “ San Jerónimo”.Todos ellos
necesitados de una reparación urgente.
En
la capilla continua de los Hinestrosas se encuentra un gran retablo de pintura
en peor estado todavía. En la parte superior figuran “La Anunciación”,” La
puerta de oro” y “La Coronación de la Virgen”; la segunda fila “ La Virgen
subiendo las escaleras del templo”, cuadro central con “ La Virgen rodeada de
los emblemas de sus advocaciones” y “ La misa de San Gregorio”. La “Predolla contiene nueve figuras formando tres grupos :
Uno de ellos “ Santa Catalina de Alejandría”, ”Santa Elena”, Y “Santa Catalina
de Siena”, en el centro “Santiago el Zebedeo” con red, “Jesús con el cordero
Pascual”, y “San Andrés” con cruz “decusata”. El tercer grupo lo forman “ San
Sebastián, San Pedro y San Roque”. Este retablo que apenas si pude iluminar, y
ver, me parece por cierto detalle de
Martín Gómez, acaso en colaboración con su suegro Gonzalo de Castro y sus dos
cuñados, todos pintores y vecinos de Cuenca.
También
tengo noticia que el pintor Conquense Bartolomé Matarana
–autor de los frescos de la iglesia del patriarca
de Valencia- hizo en 1588 “un retablo de pino de doce palmos de alto e de ancho dos varas e
un poquito más con una moldura alrededor, por encargo de D. Gaspar de
Hinestrosa, donde estaba pintada una imaxen de Ntra. Señora de la
Anunciación con un ángel e una paloma que es la historia de la Encarnación, e
por una parte, arriba en el cielo...medio san Francisco con sus llagas, e por
la otra parte abaxo un San Juan Bautista con un cordero e San Juan Evangelista
con un cáliz e una serpiente que sale de él un San Esteban”.
Retablo
que no encontré en la capilla de los Hinestrosas, donde también falta una de dos tumbas de
madera pintadas con emblemas heráldicos. La que queda tiene escudo de oro y dos
lobos pasantes de sable con orla azur cargada de ocho estrellas doradas. Armas
que se repiten mucho en las chapas repujadas por las habilísimas manos de
Hernando de Arenas y Esteban Lemosín.
Juan
Giménez de Aguilar y Cano
(Cuenca,
1876-1947). Escritor, profesor y periodista español. Catedrático en el
Instituto de Cuenca. Participó en diversas publicaciones, entre ellas Castilla, revista regional
ilustrada, []de
la que fue subdirector en Cuenca, []y
redactor del semanario socialista conquense Electra.
Fue uno de
los fundadores del PSOE en Cuenca. En el año 1936 llegó a enfrentarse, aun a riesgo de su
vida, con una banda de fanáticos, que intentaban saquear e incendiar la
Catedral de Cuenca. Nada puede justificar la destrucción de edificios
religiosos y obras de arte que se produjo por parte del bando republicano
durante el periodo de 1936-1939
De
Wikipedia, la enciclopedia libre.
Miguel Ángel Vellisco
Bueno
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