Pregones de la calle: El mielero
Por Fabián Castillo Molina
Al compás del animal, sin prisa, andando parsimoniosamente como quien da un paseo, el hombre de blusa a rayas, pantalón pardo de pana desgastada, zapatillas negras de loneta atadas con cinta a la espinilla y con suela de cáñamo, camina junto a su macho tordo cogido del ramal, unido éste a la cabezada de material escaso y sobre el lomo, pellejo de cabra curtido hinchado, lleno de miel, atada su boca con un cordel de esparto, pegajoso, dulce y lleno de moscas.
En consonancia con su producto, el hombre pregona dulce y suavemente:
¡ M i e l e e r o o o o M i i e e e l l l... !
Para el macho, acuden las mujeres con jarra de cristal o de barro claro. También, alguna lleva un puchero de loza decorada. Los chiquetes que juegan al gua, al hito y otros a la pídola, dejan el juego y se acercan, y como el hombre de la blusa desata el cordel de la boca del pellejo y atentos ven caer el dorado y denso líquido hasta llenar las jarras y pucheros. A veces, sobra algún chorreón y alguno tiene la suerte de poder chupar con gusto aquel dulce manjar fruto de la abejas.
©Fabián Castillo Molina
Fabián, tu prosa hermosa, llena de ecos, nos traslada mágicamente, en apenas dos párrafos, a unos tiempos que solo viven en la memoria (seguramente, la forma más poderosa y definitiva de existencia), a una época muy cercana en realidad en el calendario pero lejanísima ya en la materialidad, y que no debiera perderse ni vivir solo en los museos... con tus palabras les das vida otra vez, y saboreamos esa miel.
ResponderEliminarMuchas gracias a quien anónimamente dice estas cosas que sin duda siente al escribirlas pero que yo las percibo como si se las estuviera dedicando a otra persona. Un saludo y un fuerte abrazo.
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