por Fabián Castillo Molina
Breve introducción
Lo que vivió Isidora durante los nueve largos años de cárceles y castigos que sufrió su padre, Julián Pérez Izquierdo, más lo que vino después de su regreso de cumplir esas condenas, solo ella puede contarlo y constituye un largo relato pendiente. Lo que pretendíamos con estos fragmentos de memorias aquí publicados, como lo hemos venido llamando, solo eran destellos, anécdotas de momentos puntuales que ella vivió y ha venido repasando mentalmente y contándoselo a hijos, nietos y familiares, a lo largo de toda su vida.
Naturalmente, son otras muchas experiencias complejas, difíciles, más crudas y largas de relatar las que se guarda. El objetivo era dejar patente su reiterada y sentida pregunta: ¿Qué culpa tienen los hijos? ¿Por qué los hijos, inocentes criaturas, tienen que pagar las consecuencias de las decisiones y los hechos de los padres, si ellos ya han pagado el castigo que los jueces les impusieron? Jueces de un régimen impuesto por la fuerza a sangre y fuego.
A sus preguntas
sin respuesta hay mucho que responder y mucho que mejorar para que la realidad
se ajuste a la declaración universal de los derechos humanos. Sus memorias, su numerosos
recuerdos detallados, pormenorizados, merecen dedicarles el tiempo necesario
para intentar en lo posible aportar un grano de arena, y con ello ayudar a evitar
que algo como lo que ella y los suyos sufrieron vuelva a repetirse.
Las cárceles y servicio militar que
sufrió el padre de Isidora
Capítulo IX
“Mi hermano Julián nació en el 37, y mi padre se fue en el 38 a la guerra. No es
que se fuera, es que se lo llevaron. A
esta quinta del 26 la llamaron la quinta del saco. Entonces tenía mi padre
33 años; había nacido en el 1905. El 26 de julio nació mi hermano Julián, del
37, sí, es el que te conté que primero le pusieron por nombre Negrín, nació en plena república y
ya en guerra. Y me acuerdo que cuando estaba mi padre en Belmonte, cuando se lo
llevaban a la guerra, pos el chico tenía poco más de un año. Entonces mi
hermano mayor, José, tenía doce años, yo ocho casi a punto de cumplir los
nueve; cuatro que me lleva. Pero es que mi padre cuando se fue al servicio
militar le pasó casi igual, ya dejó a mi hermano José con seis meses, y se fue a África, que le tocó allí cuando
todavía estaba en guerra con España, la guerra de África, o del Rif la
llamaban. Eso lo cuenta bien Arturo Barea en La forja de
un rebelde. Entonces sorteaban en Tarancón, en vez de en Cuenca, sí
el sorteo lo hacían en Tarancón. Y se fue el día primero de noviembre del 26 y
vino a los dos años, el mismo día, a los dos años; y tenía el chico dos años y
medio…, que mi hermano José nació en mayo.
Allí en África tuvo mi padre un percance grave que
otro día te contaré. Esa es otra historia que aquí se sale un poco de lo que
estamos contando.
El medio de comunicarse eran las cartas. Mi madre no
sabía leer ni escribir, y a mi padre los dos años que estuvo allí, en el
servicio, las cartas se las escribía Jesús Ramírez, que entonces era un chico de
diez u once años (que luego fue conocido como el maestro Pilas). La madre de
Jesús tenía muy buena amistad con mi abuela Martina, eran como familia y el
chiquete entonces iba a la escuela con don Adolfo y sabía ya bien de letra. Mi
madre nunca escribió. Las cartas siempre iban dirigías de mi abuela, a mi padre
“porque el chico está así, la Wenceslá está asá…”, le decía lo que quería que
pusiera y el lo ponía. Pero muchas cosas no las podían poner, porque te las
leían y las censuraban. Es que de toas maneras, muchas cosas, para sabelas…,
es que ojo lo que se pasó. Mucho, mucho.
El parte de fin de la guerra civil lo dieron en abril
por la radio, en Burgos, pero poco antes, el 28 de marzo a mi padre ya lo
cogieron prisionero en Miraflores. Y lo cogieron prisionero, porque ya
vieron que la guerra la tenían perdía. En Miraflores de la Sierra, de
Madrid, ya preso allí, que los tenían a
todos en un campo de concentración, con una alambrada, que decía mi padre que era eléctrica, claro que
en el momento que eso…, que intentaran escapar…, allí se electrocutaban. Y
había junto a la valla un pino de estos…, grande y, esta es la valla…, y mi padre se subió al
pino…, y pensaba, si me pegan un tiro ya he terminao de sufrir. Porque los
trabajos eran de castigo, tenían que estar picando, y con un saco de arena encima, a las costillas, y un guardia alante
y otro atrás. Él se saltó como si fuéramos a decir… como el que cruza un río.
Saltó y cayó fuera… y ya estuvo me meto aquí me escondo allí. Y ya se vio.., dice,
de toas maneras estoy perdío. Si no me cogen preso aquí…, y se vino hasta Socuéllamos en trenes, y
desde Socuéllamos se vino andando… hasta… el pueblo, y cuando llegó a Pedroñeras, serían las dos y
media u así… con un calor que hacía, aquel día. Creo que era el quince
de abril del 39 y estuvo dando vueltas por ahí… aquí me acuesto… pos como
to…Yo tenía
nueve años, iba a cumplir diez. Porque yo nací en el 29, y esto fue en el 39,
pos diez años cumpliría en noviembre. Así que no te quiero ni decir, y to eso
lo tengo grabao en la cabeza. Na más que cosas…, me acuerdo que traía una
calentura así…, (Isidora señala entre el labio superior y la nariz) que paice
que lo estoy viendo… y llamó a la puerta. Apenas había entrado en mi casa,
volvieron a llamar y fue mi madre a abrir. Era el tío Tomás…, que no era mi
tío, en vez de el hermano le decían el tío. Bueno, me guardo los apellidos y el
apodo por ahora, pero en fin, venía ese y un acompañante, Juan (otro que me
callo los apellidos y el mote, total ya hace tiempo que murieron los dos)
venían a por él y se ve que no quisieron cogerlo por la calle, y mi madre dijo:
—Espere que le haga una yema —. Y le dijo el tío Tomás:
—No, si no le va a hacer falta…, no le
va ha hacer falta na.
Y me acuerdo como si fuera ahora mismo, que echaba
sangre mi madre así…
Y ya esa noche no lo
encerraron a mi padre con tos los presos, a mi padre ya lo encerraron solo. Los
presos estaban en el corral de Mendizábal, en los porches que había allí, y a
mi padre lo encerraron anca la Condesa. En una habitación. Y lo estaba
guardando, de guardia, otro de los que ganaron la guerra, que estaba casau con
una… otra que me callo. Es que parece que aunque han pasao tantos años, decir
los nombres de algunas personas que vivían
y estaban allí molesta a la familia. Y… voy a otro día por la mañana,
porque mi madre no iba a ninguna parte, pobrecita mía, era mu joven y a tos los
sitios me mandaba a mí. Como entonces hacían tantas cosas con las mujeres…, y
dice, tú vas hija y le llevas a padre la comida.
Y voy a llevale a mi padre el desayuno, y me dice uno
que estaba de guardia, un “B”., que estaba así repantigau, paice que lo estoy
viendo…, con una pelliza, así repantigao, en la paré, de donde vivían antes los
gitanos, pegau anca la condesa, al lau del cuartel de la guardia civil que
estaba allí entonces. Y coge y dice:
—¿A donde vas, hermosa?
—A traele el desayuno a mi padre.
Y dice:
Y dice:
—A tu padre ya no le hace falta na.
Me volví llorando a mi casa…,
Y es que se lo habían llevao, lo supimos luego, entre
cuatro de los más metíos en política, se lo habían llevao en un carro, por el
camino de San Clemente, para pasar por el Santiaguillo…, y le habían hecho ya
la primera. Lo contaba él luego “…se
levanta uno de los cuatro, coge la escopeta…,
y al velo, me incorporo, le echo
las manos… y el otro aparta la escopeta con el cañón en alto y dice:
—No tengas miedo, Julián, si no te
vi´hacer na, si es que vamos a tirales a las avetardas".
Creo que lo llevaron a San Clemente, pero luego estuvo
quince o veinte días en Pedroñeras preso…, hasta el seis de mayo.
Y mi padre, como no estaba delante. Pos tos los que
sacaban a declarar, to lo había hecho “Pecherre”. To lo había hecho “Pecherre”.
Y mi padre tenía la memoria como yo. Dice, tal día fulano de tal… eso. Y empezaron
a encerrar mucho más. Y luego otra vez estuvo en San Clemente, desde el día seis de…, de mayo
de ese año. Y desde entonces hasta
cuando lo juzgaron, que lo juzgaron en Belmonte, el día seis de enero, el día
de los reyes, que ya les echaron la pena de muerte. A mi padre le echaron pena
de muerte. Nadie sabe lo que es eso, na más que a quien le toca. Luego a los
nueve meses se la conmutaron por treinta
años y un día. Pero to esto ya fue en Uclés, después de pasar allí nueve meses
en condiciones inhumanas como ya te conté en otra ocasión.
Allí los metieron a unos a un sitio y a otros a otro,
según la condena que tenían. Si unos mal otros peor, ya te dije. (Allí en esos
meses fusilaron a cinco de Pedroñeras). Y entonces, mi padre estuvo de enero hasta
septiembre que lo trasladaron a La Coruña. Nueve meses. Y allí, en La Coruña,
tamién muy mal. Así enganchaus…, nosotros sí, había un pasillo, así como si
dejáramos así esto, y aquí había una alambrada, ahí estaban los presos, y aquí
en medio estaba el guardia, ande estábamos los familiares. Y los presos así con
las uñas enganchás. Que ahora cuando veo eso que se tiran desde las vallas de
Melilla y to eso, digo, si to eso lo ha vivío mi padre.
Continuará...
Capítulos anteriores:
Capítulo 1: De coger bellota
Capítulo 2: Sin bautizo no hay cartilla
Capítulo 3: Las injusticias de entonces
Capítulo 4: Por un puñado de espárragosCapítulo 1: De coger bellota
Capítulo 2: Sin bautizo no hay cartilla
Capítulo 3: Las injusticias de entonces
Que lastima, tantos años de silencio........
ResponderEliminarSaludos desde cerro navia
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