EL BARRIO DEL PALOMAR EN LAS PEDROÑERAS: La vida en él y el juego del RESTO | Las Pedroñeras

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domingo, 12 de junio de 2022

EL BARRIO DEL PALOMAR EN LAS PEDROÑERAS: La vida en él y el juego del RESTO


por Pedro Sotos Gabaldón

Este barrio estaba vigilado por la casa del Palomar, que hacía de guarda y custodia de los juegos que allí se realizaban; por consiguiente, por ese motivo y razón, le llamaban "el barrio del Palomar." En los años cuarenta y cincuenta, el vecindario se reunían en este rincón, que era muy soleado y al mismo tiempo abrigado del cierzo. Era muy renombrado y popular ya que estaba muy iluminado. Los domingos y días de fiesta eran de guardar, ya que el sábado nos comunicaba el pregonero, por medio de un bando del Señor Alcalde, que quedaba prohibido salir a trabajar al campo bajo multa para aquel que no lo respetara. Junto con los temporales de lluvias, la gente no podía salir al campo a realizar sus trabajos y aprovechaban para reunirse, no solo los del vecindario, sino también de otros barrios, como eran: el del Santo Sepulcro, el barrio del Aragón o el de la Plaza. Esta barriada tenía mucha vida y animación de tanta gente que se reunía en ella ya que por ser un sitio muy radiante y poderse  "coger el solsticio" al mismo tiempo, aprovechaban al estar al abrigo del céfiro, haciendo de mentidero de la villa.




Los más mayores arreglaban el mundo con sus "mañas" (manojos de esparto) bajo el brazo, haciendo cordeta para arreglar las espuertas, capachos (capazos), esteras para la vendimia... Otros hacían pleita para baleos, alfombras, aguaderas... Los más habilidosos hacían pleita fina para forrar bombonas (garrafas) y utensilios decorativos para ponerlos en los rincones del portal, pasillo o cocinas. Para ello escogían los espartos más finos, todos con el mismo grosor y largura para evitar defectos y compostura. Así, de este modo, entre esparto y esparto contaban sus batallitas; pero nunca llegaban a un acuerdo porque todos tenían razón. 

Los más chicos nos dedicábamos a cosas más sencillas como eran al "pilla pilla," al esconder correa, al guá etc. Al final nos adentrabamos en el huerto de Zapata, que era un espacio grande atajado con un muro dedos metros de altura, que estaba enfrente de la casa del Palomar. Este muro abrazaba la calle de las Cruces, la calle del Santo Cristo y la calle de Fray Luis de León junto con las casas que estaban de tras de la Iglesia. Se pasaba a él por un portón derruido y destartalado con más agujeros que la puerta de una cuadra. Dentro de él jugábamos al fútbol, con un balón que forjábamos de trapos viejos, papeles y lo estábamos con una cuerda. ¡Lo pasábamos de fábula! También allí perseguíamos a las lagartijas que entre las grietas del muro "cogían el hado" y les hacíamos sufrir.!eramos unos chicos muy malos! El huerto era muy famoso tanto por el día como por la noche, ya que estaba en el centro del pueblo y en aquel tiempo las casas que no rendían las condiciones necesarias para realizar el desahogo intestinal al caer la noche pues era muy visitado. Otro tanto sucedía antes de despertar la mañana, para desocupar la mochila para todo el día. El huerto fue desapareciendo según pasaba el tiempo ya que se lo iba comiendo el ladrillo y el cemento. (En la parte izquierda de la foto que aporto en blanco y negro se ve parte del huerto de Zapata).



Mientras tanto, los juegos seguían en la calle del Palomar, allí seguían los juegos más fuertes como el juego "del hito" (el chito), "el tiro de barra, al estira garrote", etc. A la calle del Palomar le llamábamos a todo lo largo de la casa del Palomar y de la Cañá Vieja (hoy calle de Moreno Lázaro).



Volviendo a la calle del Santo Cristo allí estaba el meollo de los juegos, como era el trompo, el francis, al marro, etc. El juego más vistoso era el de los naipes: este era el plato fuerte y el de mayor interés que despertaba al que jugaban los mayores de edad, realizando juegos más dignos de los casinos que se realizaban en los salones de las películas Wester del lejano oeste, ya que era muy parecido al póquer. Este se llamaba "el resto" y en lo único que se diferenciaba era en que solo recibían tres cartas cada jugador y los del póquer tenían mesas, sillas y tapetes verdes;, "el resto" carecía de mesas, sillas y tapetes verdes ya que se sentaban en el suelo haciendo corrillos. Se empezaba poniendo un dinero acordado por todos los jugadores que servía para dar paso a la partida. La máxima puntuación a la que se podía llegar era nueve y media, y para juntar nueve y media había que unir tres ases, ¡con lo difícil que era! Se repartían las cartas del mismo modo que se hacía en el póquer, se distribuían las cartas y se  descartaban los naipes (que no interesaban y se volvían a pedir la misma cantidad que había dado por malas) podía ser una carta, dos o tres según te habías descartado. Se seguía el juego: el que llevaba buenos naipes apostaba un dinero, el jugador siguiente, si no le interesaba, pasaba y tiraba las cartas y perdía la partida, el siguiente jugador pensando que tenía buenas cartas decía "quiero o voy" y ponía el dinero que había apostado el anterior; los demás jugadores podían no seguir en el juego o por el contrario decir "envido el resto". Esto quería decir que apostaba todo el dinero que tenía sobre la mesa, siempre tenía que sobrepasar el dinero que había apostado el jugador anterior, los demás jugadores; si no aceptaban "el resto"  tiraban la cartas. El que había apostado "el resto" en este caso no estaba obligado a enseñar las cartas para comprar los naipes correctos, pero en el caso de que algún jugador dijera quiero a lo que había apostado, el de "el resto" tenía que enseñar las cartas para comprobar la puntuación de cada jugador. No era obligatorio sacar las nueve y media en todas las partidas, solo había que tener más puntos que los demás, o el que más se acercara a esa puntuación de nueve y media. También había jugadores que se arriesgaban y lanzaban un farol para intimidar a los demás jugadores, también pasaba que teniendo nueve y media se pasaba "de gata" para ver si algún jugador envidia y "lo cazaba, esto sucedía cuando el jugador que pasaba era de mano, es decir el jugador que está al lado por la derecha del que repartía las cartas, porque tenía la ventaja de ser de mano. Se jugaba fuerte con mucha pasta. La Guardia Civil, sabedora de los juegos que allí se realizaban, examinaba y visitaba el barrio muy a menudo, pero sin éxito, ya que siempre había alguien que daba la voz de alarma y los frustraba el intento de cogerlos con las manos en la masa.



Era un barrio con mucha vida, el único barrio en el lugar donde esto sucedía.

ASI ERA EL BARRIO DEL PALOMAR. 

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