Mientras que el primer tomo de mi Cancionero popular de la Mancha conquense está dedicado a poemas breves, en su mayoría coplillas (cuartetas asonantadas) y seguidillas (alrededor de 4.000 en total), en el segundo recojo todas las composiciones poéticas más amplias, entre las cuales se encuentran los mayos tradicionales que aún se cantan en nuestro pueblo en la noche del 30 de abril, a las 12 (24h). Junto a los más populares, dedicados a las doncellas, se encuentran también estos dedicados a la Virgen. Fijado el texto, os los dejo por aquí según aparecieron en ese libro (aún disponible).
Mayos a la Santísima Virgen
[Fuente: Lucía Sotos Gabaldón, Las
Pedroñeras. Los tenía escritos en un cuaderno escolar].
Principio en el nombre,
Jesús y María,
y San José al norte,
nuestro amparo y guía.
¡Oh!, Virgen María,
número de Apeles[1],
para dibujarte
no traigo pinceles.
Pinceles son plumas,
una me has de dar
de tus alas bellas,
águila imperial.
Águila imperial
que en sueño reposas,
despierta si duermes
y oirás la copla.
Por donde principio
a dibujaros, Señora,
es por lo más alto
de vuestra corona.
Coronada fuiste
con la santa gracia
de tu Hijo divino,
Virgen soberana.
Pues vuestra cabeza,
Virgen soberana,
de misericordia
la tenéis colmada.
Esos tus cabellos,
Virgen, tan hermosos,
que al Cordero inmenso
limpiasteis el rostro.
Virgen, tus orejas
alegran el coro,
sin más que adornarlas
con pendientes de oro.
Virgen, vuestra frente,
un espejo de oro
en donde se mira
vuestro dulce Esposo.
Virgen, vuestras cejas,
del cielo dos arcos,
con su santa gracia
Dios las ha formado.
Me quedo elevado,
Virgen soberana;
dibujar no puedo
tus santas pestañas.
Tus pestañas brillan
como el oro fino,
Virgen soberana,
lucero divino.
Tus hermosos ojos
dos estrellas claras,
que cuando los abres
se alegran las almas.
Virgen, tus mejillas,
rosas celestiales,
fueron acogidas
del eterno Padre.
Virgen, tu nariz,
del cielo un encanto,
que es la que adorna
tu rostro sagrado.
Virgen, vuestra boca,
cuando vino el ángel
con dulces palabras
os anunció el Ave.
Dios te salve, aurora,
Dios te salve, y madre,
que al Verbo Divino
os anunció el ángel.
Con tu santa boca,
Virgen, lo
tomaste:
fue para
lograr
ser Virgen y
Madre.
Ser Virgen y Madre
lograsteis, Señora;
ya estáis en
el cielo
colmada de
gloria.
Virgen, tu barbilla
tengo en la
memoria,
pues es una
flor
de azucena
hermosa.
Reina de los cielos,
tu hermosa
garganta
sola
resplandece
entre todas
cuantas.
Tienen cielo y tierra
a la hermosa
y blanca
que en los
altos cielos
los ángeles
cantan.
¡Viva nuestra Madre
de Dios
adorada,
que es el
resplandor
de la gloria santa!
Esos vuestros brazos,
qué dichosos fueron,
que en ellos tuvisteis
al Rey de los cielos.
Esas vuestras manos,
Virgen, tan hermosas,
son las que tomaron
al Rey de la gloria.
Virgen, vuestros pechos,
dos fuentes sagradas,
las que a Jesucristo
sustento le daban.
Dos fuentes sagradas,
Virgen, vuestros pechos,
los que a Jesucristo
sustento le dieron.
Virgen, vuestro talle,
árbol de ciprés,
que en el paraíso
escogido fue.
Virgen, vuestro vientre,
un templo sagrado
donde nueve meses
estuvo encerrado
el Rey de los reyes,
vuestro hijo amado
de la Trinidad,
pues fue visitado.
Virgen, vuestros muslos
¡qué derechos fueron!,
pues fueron las andas
del Rey de los cielos.
Virgen, tus rodillas
son las que adornaron
a la Santa Cruz
puesta en el calvario.
Virgen, vuestras piernas
que por obra y gracia
el Espíritu Santo
las formó en Santa Ana.
Esos vuestros pies,
Virgen, cuando andas;
bendita la tierra,
que en ella descansas.
Esos vuestros pies,
cuando vais andando
a los serafines
vais enamorando.
Que así se venera
a la Inmaculada,
pura Concepción,
Virgen soberana.
¡Oh!, Virgen María,
ya estáis dibujada,
y ahora, Señora,
el mayo os falta.
El mayo, Señora,
que os voy a dar
a mí me parece
que os va a agradar.
¡Oh!, Virgen María,
recibe por mayo
a Jesús Nazareno,
vuestro Hijo amado.
Que de Vos
nació,
quedando
doncella,
Jesús, Rey
supremo
de cielos y
tierra.
Pues en Vos,
Señora,
ya no hay
comparanza:
ser virgen y
madre,
ser doncella
y casta.
¡Oh, qué
gran misterio
que hay en
Vos, Señora:
ser virgen y
madre,
doncella y
esposa!
¡Glorioso
José,
qué dicha
has tenido:
la Virgen
María
vuestra
esposa ha sido!
¡Qué dicha
tuviste,
glorioso
José:
la Virgen María
vuestra
esposa fue!
En el alto
cielo
se cría una
rosa;
dichosa es
el alma
que vaya y
la coja.
En el alto
cielo
se cría un
clavel;
dichosa es
el alma
que lo vaya
a ver.
En la Santa
Gloria
hay una
alameda;
dichosa es
el alma
que vaya y
la vea.
De todos,
Señora,
ya nos
despedimos;
perdonad las
faltas
que el mayo
ha tenido.
¡Oh!, Virgen
María,
sed mi
intercesora
para que
gocemos
de la eterna
gloria.
Ya nos
despedimos,
Señora, de
Vos,
y así
repetimos:
quedaos con Dios.
©Ángel Carrasco Sotos
[1] Apeles fue pintor griego (s.
IV a. C.) considerado por los antiguos el más grande.
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