El habla de Las Pedroñeras - Vientos pedroñeros | Las Pedroñeras

jueves, 5 de abril de 2012

El habla de Las Pedroñeras - Vientos pedroñeros



En el artículo se exponen diversos aspectos relacionados con el viento muy propios del nuestro lugar y dignos de ser recogidos por escrito.



Cada pueblo, lugar o comarca tiene sus propios vientos; quiero decir que, si bien algunas denominaciones son generales, otras cambian según las zonas. Baste con echarle un ojo a la entrada viento (y su “catálogo”) del Diccionario de Uso del Español de María Moliner para que se hagan una idea aproximada de la riqueza de voces empleadas en el español para designar a los distintos vientos, que soplan viniendo de allá o de acá y dando la vuelta no se sabe dónde (quizá Juan Sarmiento nos lo podría aclarar). Viento que –todo hay que decirlo–, aquí, común o popularmente, llamamos “aire”, cosa, por otro lado, común en el registro coloquial de todo el territorio nacional.

            El vocabulario y refranero del viento en Pedroñeras es amplio y de seguro algo más podría decirse de él, pero tan solo apuntaré alguna referencia para no alargar en exceso la cosa. De igual manera, se podría hablar de la importancia del viento para realizar determinadas labores. Por poner algún ejemplo, era habitual, como es sabido, ablentar el grano del cereal por la mañana de solano (más seguro y continuo) y por la siesta, de ábrego. En fin, de lo perjudicial del viento para los sembrados, para los tronchos tiernos de las viñas, etc. saben más que yo los agricultores lugareños.




 El anuncio del viento

 Había algunas situaciones que se entendían como índices o señales de que el viento iba a soplar, como el hecho de que se alborotasen las ovejas. También la voz del chorlito (con su chorli, chorli) era anunciadora de fuertes vientos. Y, más aún: si desde Pedroñeras se veía con claridad el humo que salía de los hornos donde cocían sus cántaros los moteños, se entendía que el viento vendría ábrego al día siguiente. Como habréis oído, se dice que hay levante cuando aparece nubosidad en el horizonte por la parte oriental, lo que indica que pronto cambiará el viento a solano.

            Por otro lado, el viento puede anunciarnos cosas. Si, como se dice, el aire viene de la nube, es decir, si procede del lugar donde una nube está descargando su agua, implica que pronto lloverá en el lugar en que nos encontramos (algo que parece evidente, todo hay que decirlo).





Un poco de vocabulario del viento

Si no corre un pelo de aire se dice que el día está suspenso, sobre todo cuando todo presagia que lloverá pronto. Cuando el viento comienza a moverse, a rebullir, se dice que pinta (o que se ha levantao) y si se trata de una brisa leve y fresquita se le llama a ésta remujillo. A ese estado del tiempo fresquito y húmedo, con acompañamiento de leve viento, se le denomina marea (es habitual sentirlo en la zona de La cañá Vieja). El viento, cuando suena en el oído o al chocar con las aristas de los objetos, se dice que zurre. Si se produce súbitamente una ráfaga de viento se dice que ha dado una rebolá. Y si sopla a golpes, racheado, lo hace a ventregás. Pero, si embiste con fuerza, eso ya es una vendisca (ventisca) o airetón (y se habla de que hace un aire tonto), y no es raro escuchar que andan tos los diablos sueltos cuando sopla y sopla con violencia llevándose los cenizos para uno u otro lado. También se utiliza la palabra boria para designar a esos chubascos de nieve o granizo acompañados de viento helado. Cuando el viento sopla así, helado, se dice que viene que siega y te deja entelerío. Y cuando deja de soplar, se dice que se ha echao. Si cambia su dirección viniendo de una zona más al sur se dice que se ha bajao, y si, por el contrario, lo hace desde un lugar más al norte, pues se ha subío. El aire revoca cuando cambia su dirección por chocar contra algo, y quiebra cuando suaviza su intensidad en el lugar que nos resguarda de él.





El nombre de los vientos. El cierzo

Dependiendo del lugar de donde proceden, que es hacia donde se dirige la punta de la veleta, tendrá en Pedroñeras un nombre u otro, como dijimos.


El CIERZO es el viento, frío, que viene del Norte (“de arriba”, dicen). Algunos lo llaman también matacabras, y, tradicionalmente, era conocido aquí como la escobilla del cielo, pues lo suele dejar limpio de nubes.

            Las edificaciones del campo (casillas, chozos, pedrizas) siempre han encarado su entrada al mediodía para evitar este viento. Incluso existe la expresión está la luna respaldá a cierzo para indicar que sus cuernos se dirigen al Sur. Cierzo corre el viento cuando lo hace Entre Capillas, viniendo por la calle Fray Luis de León (antes, de la Feria (por la de Belmonte)) para desembocar en esta zona de nuestra toponimia urbana situada entre la iglesia y el llamado palacio de los jesuitas; por eso hace aquí tantismo frío. Y por tal razón se le llama también a este viento belmonteño, población situada al norte de la nuestra. Cuentan de uno de Belmonte que se casó en Pedroñeras y se vino a vivir aquí, siendo que su malvada madre se quedó en su pueblo; así, cuando soplaba el viento desde esta zona, se refería a él diciendo: “viene el viento del lugar de madre” (es decir, cierzo y, por lo tanto, helado y “malo como su madre”).

            De todos es sabido que el día del Domingo de Resurrección la gente miraba hacia dónde llevaba el viento el humo de los cohetes que se tiraban ese día de celebración, pues se decía que según viniese el viento ese día lo haría del mismo modo en los cuarenta siguientes (y desde luego miraban esperando que no fuese cierzo).

            Existe un refrán que asegura que Cuando Dios quiere, de cierzo llueve, que viene a significar que la omnipotencia de Dios logra cosas inesperadas y, en definitiva,  que todo es posible.       


El solano

El viento que sopla desde el saliente (el este), o desde Levante, como también se dice, se conoce como SOLANO. Tampoco es muy querido, según los casos, pues de sobra es sabido que cuando arreaba con gana (cuando había buena solanera, vamos) provocaba que el trigo se corriese o pasmase (esto es, que se secase antes de tiempo y no granase). También se aconsejaba, cuando este viento soplaba, tapar la basura, pues se decía que se volvía cagá de rata, es decir, que se formaban en ella gorullos o grumos poco convenientes.

            Se hace la distinción entre solano alto y solano hondo. El primero llega desde el Noreste y el segundo desde el Sureste. Pues el alto proviene de la zona de La Alberca hay quien se refiere a él como alberqueño.

            Hay un refrán pedroñero que dice que El solano las remueve y el ábrego las llueve o, en una segunda versión, El solano las levanta y el ábrego las mata, refiriéndose a las nubes, pues es el viento solano el que las forma y el ábrego el que provoca la lluvia.


El ábrego

El ÁBREGO es el viento que procede de poniente (o puniente, como dicen los mayores), es decir, del oeste (distintamente a lo que expone el diccionario de la Academia, que habla de “viento del sur”, del latín afrĭcus ‘viento del suroeste’).

            Como en el caso del solano, se distingue entre ábrego alto (del Noroeste) y ábrego hondo (del Suroeste). Por proceder de la zona de El Pedernoso, algunos lo llaman pernoseño. Es viento que cesa al ocultarse el Sol.

            Cuando el viento sopla del Sur (“de abajo”, dicen), del mediodía, cosa que rara vez ocurre, se le llama simplemente HONDO, aunque hay quien se refiere a él como regañón (hola, Ino), si bien en los diccionarios generales este nombre remite al viento del Noroeste.


Yo me voy con el viento a otra parte, esperando que este articulillo no os haya defraudado pues no otra cosa pretendía. Ya sabéis que todo lo hago con el ánimo de que nuestro patrimonio lingüístico y etnológico no caiga en el olvido, de modo que todos, con nuestra pequeña aportación y positiva valoración, podamos contribuir a que ello no suceda. No debemos olvidar que existe un patrimonio que no es físico y que requiere de unos cuidados de restauración urgentes.

[Este artículo fue publicado por primera vez en el periódico local Pedroñeras 20 Días, número 91, mayo de 2009].

©Ángel Carrasco Sotos.

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Ángel Carrasco Sotos

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