CUENTOS AL FRESCO 2: EL HERMANO JUANANTES Y SU PERRO LUCERO (capítulo 70) | Las Pedroñeras

martes, 1 de octubre de 2024

CUENTOS AL FRESCO 2: EL HERMANO JUANANTES Y SU PERRO LUCERO (capítulo 70)

 

por Vicente Sotos Parra



[Este capítulo viene a ser continuación del número 57, donde también se trató el asunto de los cuentos al fresco; y a él remito].

Qué nostalgia la de aquella sana costumbre de salir a tomar el fresco y escuchar a los sabios del barrio contar los cuentos como lo hacía el hermano Juanantes sin haber ido a la escuela, pero con la sencillez de sus historias que a su vez fueron de la misma forma trasmitidas por otros sabios.

Si tenemos en cuenta que la mayoría de los presentes rondaban los setenta años nos puede dar idea de que nacieron en los últimos años del siglo XIX y tenían a sus espaldas dos guerras mundiales, la dictadura de Primo de Rivera, allá por septiembre de 1923, con el beneplácito del rey Alfonso XIII que tuvo que salir por pies y exiliarse en Italia. Luego la II República. Luego el alzamiento con la Guerra Civil que a mi entender es de lo que peor le puede pasar a  un país. Ellos solo estaban para dar sangre a la guerra. Y sudores para regar los campos secos y malditos de Dios, Todo eso por un mendrugo de pan duro.

Esta vez era un lunes de los últimos días del mes julio, con la luna llena que parecía de día a las diez y media de la noche. El día fue de calor extremo por lo que acudieron al rodal haciendo el correte, un poco más tarde de lo que era habitual. Siendo las primeras filas para los de mayor edad, con silleja y garrota. Luego los chiquetees se sentaban en el suelo entre silla y silla en respetuoso silencio. También las mujeres hacían su correte para cascar de su chismes.

Así que Felipón lo escuchó en la segunda fila de oyentes que no eran pocos lo que formaban el correte. De todas formas, aquí os lo cuento lo que contó el hermano Juanantes que como siempre elocuente y sin ser interrumpido empezó el cuento, llenando de veracidad cada palabra y cada gesto como si lo estuviera  viviendo en aquel momento. 

Contaba que tuvo un perro de raza callejera, cogido de cachorro enseñándolo cómo cazar liebres, conejos, torcaces, perdices, avutardas, palomas. Lo que se diría hoy en día un perro todo terreno… ¡Esa fue su perdición!

De forma triste y melancólica lo contaba.

 -- Se me fue un día solo al monte, y en el fresco de la noche fue trayéndome sus ladridos dispersos. Ha encontrado rastro pensaba yo, y seguí adormeciéndome en la banca e imaginándome ver a mi perro Lucero tras la liebre o el conejo, y  el perro del demonio mordiéndole las patas. 

Pero en la mañana y con los quehaceres se me olvidó de pensar. Cuando llegó el mediodía me dio un vuelco el corazón recordándome que el perro no lo vide en toa la mañana, me dije ¡la hostia santa y adorá, a mi perro le ha pasado algo! Cuando levemente escuché unos gruñidos en la puerta del corral. Me levanto y vide al probecico que tenía, siete liebres, ocho conejos, cuatro torcaces, nueve perdices, que tenía en la puerta del corral, sin quedarle las fuerzas, exhausto para menear el rabo. Y por más que lo llamé no se pudo poner en pie.

A lo que el hermano Marcelino le interrumpió en el relato diciendo:

--¡Ea!  ¡Muchas plumas, y mucho pelo me paicen!

-- ¡Ea! ¡Qué le vamos hacer!

No dejándolo seguir el hermano Juanantes le interrumpió diciéndole:

--¡No me jodas, Marcelino, que en todavía sé contar!

--¡Copón!... ¡Copón!... ¡Dios bendito y adorao… que tienes un cuajo, Marcelino!

--Mi perro era el mejor del lugar…, si te lo quieres creer te lo crees, y si no haber estado tú allí para contar la caza, zanguango. 

Se levantó de su silleja y con voz amenazante y con la garrota en alto… les dijo:

¡Sois un atajo de incrédulos mal pensaos que no valís lo que le costó a vuestros padres en cristianar!

Ayúdame, Felipón, hermosó,n con la silleja  hasta la casa.


  (CHASCARRILLO)

El perro se murió cazando

liebres y conejos.

En su corral lo enterró,

el hermano Juanantes a su perro.

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Cuatro son las etapas del hombre:

Niñez, juventud, madurez y vejez.

Esopo

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