Es este uno de los juegos de cartas pedroñeros que dejé anotados y explicados en el libro Folclore infantil de Las Pedroñeras, en el que se recogen todos los juegos, cuentos, adivinanzas, trabalenguas, retahílas, chascarrillos y, en fin, todo lo tocante a lo que ha constituido nuestro folclore infantil durante el siglo XX.
El pilís, concretamente, es un juego de cartas en el cual pierde quien termina quedándose con el as de bastos ("el pilís" en este juego) según las suertes, azar o avatares del juego. Así se jugaba:
Se
repartirán entre los jugadores todas las cartas de la baraja sin los ases, a
excepción del basto. El asunto consiste en ir reuniendo cada jugador grupos de cuatro cartas
iguales (los cuatro reyes, los cuatro cincos, los cuatro caballos...).
Reiteradamente, y al mismo
tiempo, cada jugador pasará al de su derecha y boca abajo una carta que desestime.
Cuando un jugador reúne grupos de cuatro, se irá descartando de ellos,
dejándolos en el centro de la mesa.
Al final ganan aquellos que se quedan sin
cartas, siendo el perdedor el que termina con el pilís en su poder.
Los dos últimos competidores en juego irán, alternadamente,
robándose una carta (imaginaos que solo queda un grupo de cuatro cartas con las
que formar grupo más el dichoso basto).
Cuando uno perdía no se terminaba ahí la cosa y se empezaban a dar cartas para la siguiente partida. De eso nada, el perdedor tenía que pagar con un castigo, el cual consistía en agachar al final para recibir pequeños golpes del resto de los jugadores sobre su espalda, al ritmo de la cancioncilla cuya letra decía así:
Pilís, pilís,
chúpate el anís; [1]
una, dos y tres,
que has perdío otra vez. [2]
Y así es como se jugaba al PILÍS, juego que creo prácticamente desaparecido entre nuestros jóvenes. Bueno es recordar por aquí las reglas e intentar recuperarlo, ¿cómo?, pues jugando. Eso sí, a los de menos edad, creo que serán los más viejos los que tengan que recordaros la melodía que acompañaba a la letra de la cancioncilla del final.
Ángel Carrasco Sotos
[1] En otra versión: “fúmate el anís”.
[2] Había quien añadía: “Había
una mona / comiendo arroz; / cayó una teja / y la escalabró”.
Y no te olvides de estos
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Y si me dais una dirección, os lo puedo acercar a casa.
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Ángel Carrasco Sotos
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