Heliodoro
Cordente Martínez se atrevió a escribir un soneto sobre el ajo, incluyéndolo en
el artículo que le valió el segundo premio del concurso periodístico que
anualmente se hacía sobre él antaño (el suyo fue de 1986) para promocionar el
ajo pedroñero[1].
Este artículo se publicaría en el Libro de las Fiestas de Las Pedroñeras del
año siguiente, con el título “Las Pedroñeras y sus ajos”. El mismo año de 1986
publica otro soneto al final del Libro de las Fiestas de ese año, titulado “Las
Pedroñeras” en el que vuelve a mentar el ajo como nuestro producto más
emblemático[2].
Así que los pedroñeros a Don Heliodoro le tendríamos que estar doblemente
agradecidos (como mínimo). Quisiera iniciar este apartado con ellos, pues son
los únicos que conozco en su género. El primero dice así:
EL AJO
Noble
planta, tu fruto fue alimento
del
hombre, desde tiempos ancestrales,
remedio
y medicina de sus males
que
alivió su dolor y sufrimiento.
Formó
parte esencial de su sustento,
fue
fármaco de tiempos medievales,
y
hoy, con tu fruto, se hacen especiales
recetas
de sabroso condimento.
De
tal forma es así, por fortuna,
el
ajo es inmortal; por tal motivo,
coséchase
en La Mancha y no hay ninguna
comarca
que aventaje en su cultivo,
y
es obvio: Pedroñeras es la cuna
del
ajo, de la vid y del olivo.
Y de esta otra manera el segundo:
LAS PEDROÑERAS
Quijotesco
paisaje cervantino
de
extensa e interminable tierra llana,
pedazo
de la Mancha Castellana,
laboriosa
cual noble campesino.
Pedroñeras,
la tierra del buen vino
en
su origen aldea provinciana
y
luego noble villa castellana,
labora en
la distancia su destino.
Prestas
sus gentes siembran las hileras
en
las largas jornadas a destajo,
que
marcan las agudas vertederas.
Por
ello y como fruto a su trabajo,
con
acierto se llama Pedroñeras
la
noble capital que siembra el ajo.
[1] Hablando
de premios, es de reseñar cómo cada año el día 31 de agosto se otorga en Las
Pedroñeras -en su famosa Feria Internacional del Ajo- el Ajo de Plata a una
persona destacada en la promoción de este producto o del pueblo. Por cierto, me
pareció curiosa esta referencia que tomo de Emilia González: “En primavera, en
la antigua India se celebraba el Festival del Ajo o Festival de Svalpovanna,
durante el cual todos los hogares se adornaban con grandes ristras de ajos y
sus habitantes con guirnaldas hechas con trenzas del bulbo”. Añado que también
en Vitoria, como prefacio a la fiesta de la Virgen Blanca, la gente lleva
ristras de ajos alrededor del cuello (leo esto en el libro de Gary Bedell, Los viajes del Guiri. España en mi alma,
p. 137). Ferias del Ajo existen, por otro lado, muchas en España: en Montalbán
(Córdoba), en Zamora, en Vitoria, en Aceuchal (Badajoz), en Portillo
(Valladolid), en Arandiga (Zaragoza), en Caronellá de Terri (Gerona),
Castrojeriz (Burgos), etc.
A título también de curiosidad, quiero señalar también el hecho
de que la Asociación de la Prensa de Pamplona concede los premios “Más tieso
que un Ajo” y “Más capas que una cebolla” (en 2004 a un director de hotel y a
un empresario, respectivamente).
Nos cuenta Patrica Yohai en una página de Internet: “En los
Estados Unidos, a pocos kilómetros de San Francisco, se encuentra un pequeño
pueblo, Gilroy, de no más de 30.000 habitantes que todos los años, a finales de
julio realiza el Festival Anual del Ajo. Esta fiesta se organiza desde hace más
de quince años y congrega a miles de turistas de aliento balsámico. Durante los
tres días de fiesta en Gilroy se consumen alrededor de 672.000 toneladas [en
esta cifra creo que doña Patricia se excede y no un poco] de la olorosa
herbácea de la familia de las liliáceas. De más está decir que allí se
congregan cocineros profesionales y aficionados que despliegan sus artes de las
maneras más insólitas; hay un primer premio de mil dólares a la receta más
creativa. Así es como se prepara vino, dulce, chicle de... ajo; ajo cubierto de
chocolate... parece que el helado de ajo con vainilla causa furor.”
Por cierto, parece ser que la cabeza de ajo más grande del
mundo se pesó precisamente en Estados Unidos, y alcanzó los 1,353 kilos, siendo
su perímetro de 40,64 cms. Eso sí, la ristra que figura en el Libro Guinness es
pedroñera, de 70 metros de longitud, y fue elaborada por Agustina Ramírez.
[2] Años
más tarde (el 25 de noviembre de 2004) vuelve a verse publicado este mismo
soneto en El Día de Cuenca.
[El texto anterior pertenece a mi libro Jardín de curiosidades sobre el ajo, publicado en 2006].
©Ángel Carrasco Sotos
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