La postal que os traigo hoy es sencillamente impresionante, poco conocida y de las de enmarcar. La fotografía está realizada sobre 1965-1966 y en el reverso figura la leyenda "Las Pedroñeras. Iglesia de Los Ángeles. Ediciones París. J. M. Zaragoza". Me ha llegado de los amigos Laura y Paco (por aquí puedes leer unas palabras sobre su colección).
Si os fijáis, está coloreada, pero con unos tonos que le otorgan prestancia, como de estampa. La iglesia se erige imponente y pueden señalarse en ella algunos elementos significativos porque hoy en día sencillamente ya no existen. Para empezar, el tejado es el plateado de mi juventud, un tejado que en años anteriores era de teja coloreada. En la parte del ábside, en la pared del cabecero, puede verse una cruz a cuyo pie recuerdo de muy pequeño jugar la gua. Era una cruz de madera clavada a la pared sobre un fondo blanqueado. En el lateral interior de la torre también puede observarse otra cruz que ya ha desaparecido. En la zona del "toril" tampoco están las "portás" posteriores (bueno, ahora, y desde hace unos años, tal pared no existe pues la iglesia está exenta: sin edificios adosados). Otro de esos elementos significativos, quizá el más señalable, es la ausencia del portal de entrada al templo, que se levantó unos años después (en 1969). Antes se entraba por el arco principal y uno se topaba con la cancela, también desaparecida.
Ya fuera de la iglesia, fijaos, más detalles: la cruz de los caídos (por Franco solamente) desapareció con la democracia. Como lo hizo el quiosco (con su tienda) en el que recuerdo que jugábamos al taratatí. Sobre él tocaba la banda de música, y la parte baja servía de tienda de frutas y de otras cosas según épocas. Este kiosko vino a sustituir a otro, el viejo, hecho de piedra y macizo que estaba situado frente al mal llamado palacio de los jesuitas, frente al bar Cecil, en la otra parte de la plaza. También vemos la estatua del aviador laureado Félix Martínez en su sitio original y rodeado de su verja.
La plaza, la antigua, no llevaba muchos años hecha, apenas una década, con esos bancos de cemento en el que se sentaban los viejos a echar la cascaílla, y en ella se celebraba el mercado de los sábados. Las calles aún están sin asfaltar si os fijáis. El coche (el cuatro latas amarillo), por cierto, que aparece en primer plano, mucho me temo que era propiedad del fotógrafo (aparece en alguna otras postales de la misma serie). Al fondo "entre capillas" el palomar de la casa-palacio de los Molina (o de los Orea). En definitiva, una maravillosa postal para el recuerdo y una de mis favoritas.
©Ángel Carrasco Sotos
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