Noticias antiguas de Las Pedroñeras - Pedroñeras en la prensa histórica (2): El crimen de "el Jarico" | Las Pedroñeras

martes, 6 de noviembre de 2012

Noticias antiguas de Las Pedroñeras - Pedroñeras en la prensa histórica (2): El crimen de "el Jarico"

Pedroñeras 30 días, nº 115, mayo de 2011


La noticia de este vil y cruento crimen fue recogida en el periódico madrileño La correspondencia española, con fecha de 1 de enero de 1874. Dice así:

“Nos escriben que en el pueblo de Pedroñeras, provincia de Cuenca, partido judicial de Belmonte, acaba de cometerse un crimen que revela en alto grado la ferocidad de su autor.
            Un licenciado de presidio llamado Agustín Carrasco (a) Jarico, buscaba con insistencia a un tal Cosías, a quien quería matar, por el solo hecho de ser este uno de tantos valientes como hay en los pueblos. El Jarico supo que Cosías estaba en una taberna en unión de otros muchos amigos, y allí se dirigió. Llamó y no querían abrirle, presumiendo que haría alguna atrocidad. Un regidor que estaba dentro o cerca de allí, influyó para que abrieran la puerta de la casa. Entró Jarico, puñal en mano, y dio tantas y tan acertadas puñaladas que dejó dos muertos en el acto, y hasta diez y ocho heridos, la mayor parte muy graves, tanto que ya han muerto otros dos, y se cree que mueran algunos más, que se encuentran viaticados y oleados”.

El hecho ocurrió posiblemente, según me contó mi amigo José Mª, en la cueva de Manuelete Uña, sita en el callejón donde vivía la hermana "Chorrila", y permaneció durante años en la memoria colectiva.


Añadido en marzo de 2015:

Ofelia Guijarro Martínez me pasa estos días un texto que redactó hace años para un trabajo sobre el pueblo. Lo copio tal cual para que veáis:

"Cuentan también que Jarico, un enejenado mental, salió a la calle un día armado con cuchillos en pies y manos y mató a ocho personas en una mañana. Se escondió en una cueva, que todavía existe, pero la gente, atemorizada, no se atravía a prenderle.

Por fin, un señor al que que Jarico respetaba mucho, se acercó a la cueva y le mandó salir. Este, obediente, salió y se dejó prender sin resistencia. Lo encarcelaron y lo condenaron a morir en el patíbulo. Su familia, para evitar la vergüenza que esto producía, acordó envenenarle la comida.

Dicen que siempre que condenaban a un malhechor a morir en el patíbulo, al llevar a cabo la sentencia, las madres llevaban a sus hijos pequeños para que contemplasen tan horrible espectáculo, pegándoles al mismo tiempo. Hacían esto para que no olvidasen nunca lo que habían visto y no incurriesen nunca en estos delitos".


©Ángel Carrasco Sotos

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