José Mª Álvarez-Mendizábal y Bonilla
[Con este sexto artículo damos
por finalizada la reproducción del reportaje que Vicente Sánchez-Ocaña hizo
público en el periódico El Heraldo de
Madrid de noviembre de 1927. Creo que ha valido la pena, dada la calidad
literaria del mismo y porque conocer la historia de esta familia significa
también conocer parte de nuestra historia como pueblo. Yo solo me limité a
transcribir. En esta última entrega el autor nos habla de la muerte de don Juan
y nos ofrece una breve semblanza de su hijo José María].
El hombre acabado
¿A
qué revolverse contra el destino? Sagasta y Cánovas, y los caciques, y los
delegados, son el ineludible Destino. ¡Nada se puede contra ello! ¡Qué le vamos
a hacer!
Don
Juan Álvarez Mendizábal se encoge de hombros y se mete en su casa, a vivir
tranquilamente con su mujer y sus hijos.
Lee
mucho: Literatura, Filosofía, Historia... Escribe algunas veces en los
periódicos, en “El Globo”... Va a las tertulias de la “Cacharrería” de Ateneo y
a la que tiene en su casa su viejo maestro Salmerón...
Los
electores de San Clemente, para desagraviarle de la sucia derrota que no
pudieron evitarle, lo eligen diputado provincial casi por aclamación; en el
primer lugar. Pero apenas si va alguna vez que otra a las sesiones de la
Diputación de Cuenca... No quiere ser político.
Retirado
en su casa entre su familia y sus amigos, cuidando de sus fincas, pasa
apaciblemente la vida. Y procura ir olvidándose de las ambiciones románticas de
la juventud, cuando soñaba con la libertad y la justicia para su pueblo y con
seguir la obra del abuelo...
¡Delirios!...
Don
Juan Álvarez Mendizábal los va enterrando poco a poco.
Y
ya sin ninguno; ya bien cierto de que no hay esperanzas, lo entierran a él en
julio de 1893.
El Mendizábal de 1921
Por
entonces empezaba la carrera política de su hijo José María, hombre de la
generación que en el porvenir se llamará del 1921.
(1921
es el año en que principian a dominar la política –no desde los puestos
eminentes, sino desde abajo– hombres sinceros y resueltos. Tras ese largo
tiempo que han presidido Cánovas, Sagasta, Montero Ríos, Castelar... –¡esa
época tan miserable de genios torpes, mansas, cansadas, borrosas, con sombrero
hongo y un destino “fijo” de doce mil reales!– empiezan a resucitar los tipos
de los buenos tiempos; los tipos como Mendizábal, como Estévanez, como Olózaga,
como Riego y como el Empecinado. Ya no se trata de instaurar la libertad, la
democracia y la justicia. Se trata de hacerlas efectivas).
José
María Álvarez-Mendizábal y Bonilla ha conseguido vencer dentro de sí la abulia
que le ha legado el padre. Nada de esa negra desesperanza, en la que se han
hundido como en un pantano el entendimiento y la voluntad de D. Juan, queda en
él... ¡Hay que pelear! “La vida es milicia”.
El
distrito de San Clemente le elige, como al padre, diputado provincial. Pero él
no se encoge de hombros como el padre. Va a la capital; interviene activamente
en los debates de la Diputación; fiscaliza; hace atender las necesidades de los
pueblos; organiza a sus amigos; defiende y propaga sus ideas...
Al
llegar al Poder el general Primo de Rivera, Mendizábal era todavía diputado
provincial.
Otra vez en el pueblo
Ahora
está retirado en Pedroñeras, como su abuelo y como su padre.
Allí
hemos pasado unos días con él y le hemos visto haciendo una vida sosegada de
propietario rural, en el gran caserón solariego, al lado de su mujer –una mujer
muy bella y muy agradable– y de sus dos chiquitines: Juanito y Rafaelito.
Se
levanta con el alba; recorre sus tierras, vigila las labores; “echa” un cigarro
con los labriegos, y a la noche, concluidos los cuidados del día, charla
apaciblemente con la familia, al amor de la lumbre, y atendiendo a los
campesinos que llegan, el aire encogido, el paso torpe, el sombrero entre las
manos, a pedirle ayuda o consejo.
–“Venimos”...
don José María..., “al tanto” de que..., como hogaño, la tierra...
Mendizábal
los hace sentar; los escucha en sus interminables explicaciones, les habla con
dulzura.
Y
mientras tanto, Juanito y Rafaelito, que corretean y saltan por allí, se le
suben encima, lo abrazan, le tiran de los bigotes, le estrujan las orejas...
Así
estarían hace treinta años su padre; y hace sesenta su abuelo; recluidos en
esta casona, lejos de ruidos y tumultos, jugando con los chicos junto al hogar.
¡Estará,
como ellos, ya para siempre allí, nuestro amigo José María Álvarez-Mendizábal!
[El artículo finaliza aquí. Viene
ilustrado profusamente, con fotografías de la casona, de la zona de la Viñuela
(en el Monte), de un medallón con la cara de D. Juan Álvarez Mendizábal, un
busto de Rafael Álvarez-Mendizábal y Alfaro, y numerosas fotos familiares:
Juanito Álvarez-Mendizábal y de la Vega, Rafaelito Álvarez Mendizábal y de la
Vega, Don Juan Álvarez-Mendizábal y Cañavate, Don Juan Álvarez-Mendizábal y
Bonilla (también de sus hermanos Rafael y José María) y una última foto en la
que aparece el comandante Borrajo y Álvarez-Mendizábal, bisnieto de D. Juan e
hijo de Teresa Álvarez-Mendizábal y del general Borrajo, ayudante que fue de
Prim y uno de los autores de la Revolución de septiembre].
©Ángel Carrasco Sotos
Hola,Angel....
ResponderEliminarme a gustado un monton....
el primer,mendizabal,un caballero,de novela..
me encanto leer,algo que no sabriamos,si no fuera por tí..
historia de nuestro hermoso y añorado pueblo...Maria jose....