Adivinanzas de Las Pedroñeras - Folclore infantil | Las Pedroñeras

sábado, 10 de noviembre de 2012

Adivinanzas de Las Pedroñeras - Folclore infantil


Pedroñeras 30 días, nº 122, diciembre de 2011

Un centenar largo de adivinanzas tradicionales he recogido en nuestra localidad, número que sobrepasa las 200 si sumo las anotadas también de otras localidades de la zona. Todas se recogerán en ese voluminoso libro prácticamente terminado sobre el Folclore Infantil de Las Pedroñeras. Quiero referirme aquí a dos de estas adivinanzas que tienen sabor añejo -de otras muchas que existen- por recogerse desde antiguo en diversos textos de los que daré cuenta.


            La primera es aquella que dice así:

                        Una tenajilla de bote en bote,
                        no tiene tapa ni capirote.

            La solución, como muchos sabrán, es “el huevo”: el huevo se asemeja a una pequeña tinaja cerrada. Pues bien, ya en el Vocabulario de refranes, escrito por Gonzalo Correas durante los siglos XVI y XVII, se recogen dos muy semejantes con solución idéntica. Una es esta:

                        Tinajita de buen vino,
                        ni tiene tapón ni tiene
                        tapón ni taponcillo”.

            Y la otra:

                        Tinajita de zombodombón,
                        que no tiene boca ni tapón,
                        ni taponcillo.

            La adivinanza seguro que ya sería antigua por aquel entonces, pero siguió pasando de generación en generación hasta llegar transformada hasta nuestros días. De hecho, Francisco Rodríguez Marín, en ese gran libro recopilatorio de coplillas, publicado en 1882, titulado Cantos populares españoles registraba otras dos versiones. La primera:

                        Un barrilito de pon pon,
                        que no tiene bujero ni tapón.

            Y la segunda:

                        Una arquita muy chiquita,
                        blanquita como la cal;
                        todos la saber abrir,
                        nadie la sabe cerrar”.

            La solución, por supuesto, siempre es el huevo.

            La segunda adivinanza pedroñera a la quiero referirme es incluso más conocida. Es la que dice:

                        Entre dos piedras feroces,
                        sale un cura dando voces.

            La solución, claro, es el pedo saliendo entre las nalgas. La he anotado también en nuestro pueblo con otras variantes que aseguran que lo que salió entre tales piedras fue un “hombre” o un “fraile”. Pues bien, es de nuevo el maestro Correas en el citado libro quien recogió la siguiente versión:

                        Entre peña y peña,
                        albaricoque suena”.

            Una adivinanza, por cierto, que también recogía Quevedo (¡cómo no!) en aquella obra que tituló Gracias y desgracias del ojo del culo. Correas, en la glosa que hace a tal adagio, añade la variante, más cercana a la nuestra:

                        Entre dos peñas feroces
                        sale un fraile dando voces.

            Autores actuales se han hecho eco de la adivinanza en distintos lugares de nuestra geografía nacional. Así José Luis González en su más que digno Dichos y proverbios populares apunta:

                        Entre dos piedras feroces,
                        salió un hombre dando voces.

            Y López y Ortiz (en ese centón titulado Etno-Escatologicón) anotan los siguientes:

                        Entre dos piedras feroces
                        sale mi tía dando voces:
                        me oirás, no me verás,
                        pero por el olor me conocerás”.

            Pero también otras variantes del nuestro con un hombre, un fraile o un dómine como protagonistas:
                       
                        Entre dos peñas feroces
                        un dómine daba voces.

            ¡Cuántos tesoros no habrá aún por descubrir en todo lo que integra la cultura tradicional de nuestro pueblo! Cantares, romances, adivinanzas, juegos, cuentos... suelen tener unos parentescos antiguos que vale la pena desvelar para otorgarles el valor histórico que sin duda tienen en el diverso y variado entramado la historia general de nuestra cultura nacional; una pátina intelectual que les añade un singular brillo, del que inmerecidamente carecen sin esos brochazos eruditos tan necesarios para encarecer definitivamente la cultura de nuestro pueblo. Y en ello andamos.

                                                                                                          ©Ángel Carrasco Sotos

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