Más sobre la Mata Hermosa (final del cuento) | Las Pedroñeras

viernes, 23 de marzo de 2012

Más sobre la Mata Hermosa (final del cuento)

Pedroñeras 30 Días, nº 61, abril de 2007

El descuido y desinterés por esta encina monumental ha propiciado prácticamente su desaparición.

Mirad. Hubo un tiempo en que en nuestro pueblo existió un árbol al que los expertos catalogaron de monumental (que es la más alta categoría que puede otorgarse a una especie arbórea), por su antigüedad y por sus dimensiones (que ahora me niego a repetir por ya comentadas hasta la saciedad). 


Y hubo también un tiempo en el que el autor de estas líneas acudió a las autoridades pertinentes para que esta encina centenaria se cuidase y se mimase para que perviviera al menos otros cientos de años (que en esto del desear no ha de pararse en barras), pues desde luego se trataba de un ejemplar digno de ello. Consistía la cosa en que algunos de sus pies, debido a su longitud y curvatura, presagiaban su desprendimiento. Y así ocurrió a finales de 2005: uno de esos pies gigantes caía abatido [quiero pensar que] por el peso. Más tarde fue serrado y una parte de esta Mata Grande quedó vacía en uno de sus flancos, como una tarta redonda de la que cortamos un trozo. Y yo lo denuncié en este medio. 

Los pies de esta mata forman un óvalo del que nacen los vástagos como en forma de fuente vegetal. Ahora, en febrero de 2007, un grupo de pies, como por arte de magia (y no quiero pensar mal, pero siempre son los del lado de la viña y no los del camino), se desprendió con sus raíces y todo y cayó desmoronado. Entre este grupo de fustes se encontraba el mayor de ellos, con más de 2 metros de perímetro. 

Quien ha visitado regularmente La Mata, como yo lo he hecho, y comprueba su desesperante aspecto actual prefiere, nada más llegar, no haber hecho nunca ese viaje, pues uno quisiera que perviviera en su memoria como la había conocido tan sólo hace unos años (cuando incluso la sequía era pertinaz y se había cebado con ella). 

Sólo la desidia, el desinterés por la naturaleza, la indiferencia por lo que es importante de verdad, o la indolencia por lo que estaba pidiendo a voces que se conservase, que se apuntalase y se tratase, ha permitido que este árbol centenario, monumental, hermosísimo, sorprendente, que se ha sobrepuesto a los embates del tiempo y de las hachas, haya quedado reducido a la mitad. Eso sí, la viña de al lado estará más lustrosa y los kilos de madera que proporcionan estos infinitos vástagos darán su dinero a quien los aproveche. 

Ya no es ni tan grande ni tan hermosa esta mata desde la que nos deseaba feliz Navidad la Asociación de la Mujer en 2006. Y la culpa, por supuesto, es de todos. 

 ©Ángel Carrasco Sotos

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