LA COLEGIATA DE BELMONTE
ARTICULO
PUBLICADO EN LA VOZ DE CUENCA POR JUAN
JIMÉNEZ AGUILAR EL 10 DE AGOSTO DE 1931.
Capítulo
nº2
AQUÍ el capítulo anterior
por Miguel Ángel Vellisco Bueno

La
pequeña iglesia de aquella aldea que el dominio de los Pachecos convirtió en
“lugar insigne y populoso”, fue también objeto de atención de los Señores de Belmonte,
que la reedificaron casi desde sus cimientos, bajo la dirección de Marquina y
Bonifacio Martín, maestres de cantería venidos de Vizcaya.
Como
sucede con muchas obras de igual destino y análoga importancia que se costean
con donativos, el entusiasmo que despiertan éstas, y la cuestión de los
primeros años, fue cediendo después, y los trabajos avanzaban tampoco, que dio
lugar a que el arte inicial fuera modificando sus tendencias y gustos en el
transcurso del tiempo que las obras duraron: Así la cabecera de la iglesia- de
esbelta traza y rasgados ventanales ojivales- contrasta con las naves menos
apuntadas y sostenidas por robustos pilares cuyo lustre abarcan, de trecho en
trecho, bocelados collarines de piedra.
La
torre cuadrada y lisa -acaso único resto de la iglesia primitiva- tiene
tapiados unos arcaicos y pequeños ajimeces, mientras las portadas - con
guarnición “conopial” en la puerta del perdón, y “trileba” en la puerta de San
Bartolomé- acusan la agonía del arte ojival y los albores del gusto plateresco.
Bajo
el arquito canópeo, adornado de gruesa macoya, de la puerta del Perdón, se ven
dos escudos de varios y cualificados cuarteles. El que ocupa el lugar más
honorífico, contiene las armas de Pacheco, Acuña, Portocarrero y Enríquez; y el otro blasón – partido en pal
– las de Enríquez y Velasco, cuyo detalle nos
sirve par fijar la fecha de esta portada entre 1480 y 1494. No es cosa
difícil hacer esta deducción. Las armas del primer blasón corresponden la
segundo marqués de Villena, D. Diego López Pacheco, hijo del Maestre de
Santiago -Pacheco alias Acuña- y de su segunda mujer Doña María
Portocarrero y Enríquez, señora de
Moguer, y el otro escudo a la esposa de D.Diego, su prima Dña.Juana “Enríquez” y
Fernández de Velasco, cuyo matrimonio duró el tiempo comprendido entre aquellas
fechas.
Esta
portada es de un tipo que se repite –con pequeñas variantes- en Cuenca; con dos
puertas gemelas de arco rebajadas y separadas tan solo por estrecho pilar o mainel
y envueltas por un arco gótico, amplio y flanqueado por pináculos.
La
puerta de S. Bartolomé no difiere gran cosa de su compañera, ni es su adorno
mucho mayor, aunque la dan otro aspecto la adición de una estatuilla del apóstol que “encadenó al diablo” y dos
medallones con los bustos de S. Pedro y S. Pablo. Pero tiene aquella un solo
hueco y el arco envolvente es triobado; diríase que el de la magnífica
portada de la catedral nueva de
Salamanca, despojada de todas sus galas, repartió sus líneas y elementos entre
las dos puertas de la Colegiata de Belmonte. En ambas las materias lisas están
guarnecidas de interesantísimos y originales herrajes. Las alguazas, de
primitivo y complicado dibujo, de hierros toscos que rematan en cabezas de
bichas de fauces abiertas y sacando la lengua.
Desproporcionados
resucitan los gruesos clavos del siglo XVI, que sujetan tales alguazas, pero en
cambio es de gran electo el conjunto de los numerosos chatones iguales de que
están sembradas aquellas puertas. La voluminosa cabeza de chapa repujada, forma
un rosetón convexo de ocho festones con radio que van a los encuentros de los arcos.
No recuerdo fuera de Belmonte, haber visto chatones de igual forma, sino en
ejemplares sueltos de la colección de don José Lázaro y don Adolfo Herrera.
Pero
nadie sospecha, al salvar la puerta donde están dichos herrajes de menor
cuantía, lo que la iglesia Colegial encierra en cuanto a cerrajería artística,
ya que puede competir con ventaja con muchas catedrales, y que en sus canceles trabajaron
los más famosos maestros rejeros de Cuenca, capital de la provincia.
Por
si no bastara para convencerse de esta afirmación el contemplara las rejas de
las capillas de Santiago de la Mayorazga, de la Asunción y de Sta.Catalina,
cuyos ritmos, frisos y repujados nos son familiares, mis cuadernos de notas
contienen esa curiosa referencia:
“Yo Hernando de Arenas rexero, vecino que soy
de esta noble ciudad de Cuenca que estoi ausente,…para que por mi y en mi
nombre e como yo mismo podéis pedir y demandar y rescebir, aver y cobrar de Gerónimo
Guedexa racionero de la iglesia Colegial de la villa de Belmonte, ciento e
cincuenta ducados del segundo tercio de la obra y rreja que estoy haciendo… a 14de julio de
1566…”
Presumo
que esta reja -ajustada en 450 ducados- sea la que llamaremos de “la
Presentación”, que tiene en el friso que separa el cuerpo de la reja de su
remate, diminutos escudos relavados entre dragones, cuyas colas terminan en
pequeña voluta.
Los dos escuditos laterales, tienen por blasón
“una rosa” y en el centro, que es un cuartelado, tiene la misma “empresa” en el
primer cuartel; luego “un águila pasmada”, una “flor de lis” y, por último, “tres
bastones”.
Falta en la reja el montante que en sus
hermanas las rejas del arcipreste Barba y del Deán Barreda- hoy capilla de Doña
Martina Lasso, en la Catedral de Cuenca, y reja del Obispo D. Fernando Niño de
Guevara en la “Capilla de la Reliquias de la iglesia de Sigüenza…forma un
segundo cuerpo rectangular alargado, con adorno de cariátides y escudos de
chapa repujada. Por lo demás cualquier detalle decorativo o de traza revela el
indudable parentesco. Filas de querubes que alternan con festones de frutas o
descarnadas calaveras, son como la firma y rúbrica de aquel admirable Arenas
“que no sabía firmar” pero se complacía en poner fechas y letreros en casi
todas sus obras de alguna importancia.
En
la reja de Anaya y las de Constantino del Castillo y Martín de Huélamo, hay
menos de una fecha; en esta de Belmonte,
a parte de un letrero todo lo largo del friso superior – del que sólo cogí la
palabra MISERICORDAE- tiene alrededor
del medallón central del coronamiento de la reja, otra leyenda con caracteres
repujados.
Dicho
remate no es ninguna novedad para quien conozca como rematan las rejas del
mismo artista que he citado antes, con figuras de más o menos graciosa silueta
trepando por espiras que se ramifican
para sostener tarjetones, escudos y otros motivos decorativos en torno
de una parte principal, que suele ser un templete con alguna imagen, un escudo
o como esta reja de Belmonte, un medallón con un grupo de figuras en relieve.
Representa
en la reja de la “Presentación” la ceremonia de la Circuncisión del Señor, con
Jesús niño sobre el Ara, la Virgen y el Pontífice, y allá, en el último
término, una canéfora que recuerda mucho a la leonardesca figura que para igual
asunto pintó Fernando Llanos en el altar mayor de la Catedral de Valencia y
repite Fernando Yánez de la Almadina en un cuadro de la Catedral de Cuenca y
luego copian Martín Gómez, Bernardo de Oviedo y Gonzalo de Castro en diferentes
retablos.
No
es esta la única ocasión en que he visto trasladadas al hierro otras típicas
creaciones del arte pictórico. Sin ir más lejos en la capilla del Dr. Muñoz la
reja ostenta los ángeles músicos que el herrero vio quizás en las portezuelas
de un tríptico flamenco.
Y por otra parte, rara vez los rejeros hacían
la traza de sus obras, la cual solía encomendarse a otros artistas
especializados en el dibujo, y nos costa que para la mayoría de las rejas de
Hernando de Arenas fue el estaliador francés Estaban Jamete – el célebre y
misterioso Xamete de cuantos escribieron sobre esta materia- el encargado de
hacer los proyectos o prospecciones correspondientes.
La
primera noticia que de esto tuve, la debo a D. Manuel Pérez-Villamil, del Museo
Arqueológico Nacional que encontró una referencia en estos términos:
“…Cuatro ducados que pagó al dicho Hernando de
Arenas por su trabajo cuando vino al concierto de la rexa y traer la traza”.
“Item tres ducados que pagó a Jaime entallador,
por las traza de la rexa que hizo”.
Esteban
Jamete y Hernando de Arenas alquilan en común una casa en Cuenca y trabajan
juntos; y entre las trazas de rejas que su camarada hizo al maestro Arenas
están las del tipo de cancel de Belmonte.
Sin
embargo de su notoria belleza, no es esta reja la mejor. La más famosa es sin
duda, la de la capilla de Santiago. Se asegura que llegaron a ofrecer por ella
“sesenta mil pesetas”.
Es de mayores dimensiones que la reja ya
descrita, y de a sencillez si se juzga de la escasa diferencia de grueso que
hay entre los barrotes que integran este cancel monumental. Pero bien pronto se
echa de ver la profunda labra de algunos barrotes que dividen los diferentes
tramos de la reja en varios tramos. También los frisos resultan más complicados
por la adición de mascarones, ánforas y tarjetas, amén de numerosos escuditos.
Las armas de estos son en campo apartido en parte un árbol con oso empinante y
dos llaves y el otro cuartel con dos lobos.
Lo más notable es el copete con un medallón
trepado donde aparece la figura de Santiago Matamoros a caballo con casco,
bandera y espada, y dos infieles vencidos a sus pies. Dos niños de admirable
trabajo sostienen el medallón y el resto del adorno con motivos florales
interpretando con varillas y chapas de hierro.
De más elegante factura es todavía la reja
dela capilla de la Anunciación o de la Encarnación, cuyo montaje aparece
adornado de un modo original con guirnaldas o festones sobre cada uno de las
cuales hace volatines una bella silueta infantil.
Un
semicírculo en hierro grueso y labrado, cuyo diámetro es igual al ancho de la
puerta y cuerpo central de la reja, divide el medio cuerpo del copete en dos
campos concéntricos: el inerior ocupado por las figuras sagradas de la Virgen
María de rodillas y volviendo el cuerpo y cabeza con gracioso escorzo hacia el
puerto donde aparece el arcángel con su vara florida, quedando fuera todos los
monstruos que crearon la superstición y
la mitología.
En
las otras verjas que hemos citado, el campo inferior lo ocupa un blasón o un
motivo ornamental muy barroco; y el resto del copete lo forme un conjunto de
barrotes abalaustrados, los cuales
dividen el copete en tres partes, siguiendo las líneas marcadas en los cuerpos
inferiores por cuatro pilastras de profusa ornamentación.
En
los frisos predominan los camafeos, delicadamente trabajados; y en los ritmos
de motivos florales, amorcillos y otros detalles me parece ver la mano de
esteban lemosín, rejero francés, que se avecindó y contrajo matrimonio en
Cuenca, donde dejó espléndidas muestras de su arte.
Pero
la reja de más calidad de todas las de Belmonte, es sin duda, el plateresco
cancel de la “Asunción”, sobre un cuerpo sencillo y elegante cuyo principal
adorno y casi único es un friso trepado en la parte superior ostenta “la gloria
de la Virgen”, entre seis ángeles. La decoración d e este copete se ha logrado
con delgaditas varillas de hierro y ligeras aplicaciones de chapa repujada, que
forman dos ramas simétricas de una estilizada enredadera que deja en medio un
espacio en “Almendra mística”, donde se aloja la dicha grfídia de la virgen y
su cortejo de ángeles.
Esta
obra es del primer tercio del siglo XVI, y del estilo de Sancho Muñoz, única
que reproducen – pero no describen- algunas monografías recientes, “Los Hieros”
de Artiñano, y “Spanish Ironwrk”, de A. Byne.
Diferentes
escudos ilustran esta reja, donde hemos reconocer las ramas de Hinestrosa, en
sitio preferente, y luego las de Alarcón creído y Saavedra…
En
el fondo de la capilla se ve una imagen sedente bizantina.
Ver PRIMER CAPÍTULO
Miguel Ángel Vellisco Bueno
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