
Medialeche y nosotras dos
Verano de mis 14 años. Volvíamos Manuela y yo de segar, andando. Medialeche nos seguía y se ponía más serio cuanto nosotras más nos reíamos. Nos subimos un rato a su lomo a ver si se sentía importante y cambiaba el gesto. Era un burro ya muy viejo. Al rato resbaló en un charco de la reciente tormenta que nos cortó ese día la labor. Nos caímos las dos al suelo pero nos levantamos como un rayo. Cuando el tío Topete que nos seguía a media distancia nos alcanzó con su burra Castaña, nos espetó:
–He visto un culo, bien hermoso.
–El de Gloria ha sido, tío Topete.
–El mío no, el de Manuela, seguro, que yo llevo un calzón de mi madre.
–¡Que va a llevar calzón!
–No discutáis, hijas mías. Enseñármelo las dos y os digo cuál es el que he visto.
Cruzamos un segundo las miradas y nos estalló la risa como siempre en mi pueblo estalla: alegre, larga, libre, encantada.
–¡Que se lo enseñe Medialeche, tío Topete!
–He visto un culo, bien hermoso.
–El de Gloria ha sido, tío Topete.
–El mío no, el de Manuela, seguro, que yo llevo un calzón de mi madre.
–¡Que va a llevar calzón!
–No discutáis, hijas mías. Enseñármelo las dos y os digo cuál es el que he visto.
Cruzamos un segundo las miradas y nos estalló la risa como siempre en mi pueblo estalla: alegre, larga, libre, encantada.
–¡Que se lo enseñe Medialeche, tío Topete!
©María Pacheco Iniesta
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