Ya sabéis los que estáis disfrutando ya de este libro del Folclore Infantil de Las Pedroñeras (y si no, os lo digo yo) que en un apartado del mismo se recogen más de 100 cuentos y chascarrillos populares que en nuestro pueblo han pasado de generación, unos con una amplia andadura y otros de más reciente factura, hasta llegar a esta edad nuestra en que todo se empeña en desaparecer de repente.
Es el caso que, pese al propósito impenitente de querer recogerlos todos, hay algunos que, en fin, se escaparon de los cepos repartidos por el monte. Y anoche mismo, mi padre recordaba y ponía en mi conocimiento otro chascarrillo del Lugar que, como el resto, son breves, pues los tales no son otra cosa (en muchos casos) que lo que ahora se ha dado en llamar chistes, pequeñas narraciones con un toque gracioso a modo de pequeñas anécdotas ficticias convertidas en literatura. Allá va.
Y se acabó
Estaban dos labriegos comiendo de un rancho común y uno de ellos quería entretener al otro para zamparse la mayor parte. Así, tendió las redes a partir de la siguiente estrategia: Empezó a preguntarle por su padre, que había muerto hacía poco, al otro. Que si esto, que si lo otro, que si lo de más allá; una pregunta tras otra, y todo para que el otro hablase y él, mientras, no parara de meter el tenedor o la cuchara en la comida preparada que, supuestamente, iban a compartir generosamente.
En fin, es el caso que el requerido ya se estaba cansando de la conversación y de ese cuestionario interminable. De modo que cuando el listillo le preguntó "¿Entonces cómo dices que se murió tu padre?", la respuesta fue tajante: "¡De repente y se acabó!". Y desde ese momento los dos siguieron comiendo; eso sí, en silencio.
ÁCS
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