Esgorollando ajos a mano (foto cedida por Emiliana Azabarte)
Este repaso sobre las labores esenciales en el cultivo del ajo en Pedroñeras lo comenzamos en una entrada anterior referente a la preparación de la tierra, antes de llevar a cabo en ella el cultivo de la liliácea. Pero hemos de ponernos a hincar dientes, me referiré al esgorolle o desgrane del ajo. Es sabido que los ajos se siembran por dientes, los cuales constituyen la cabeza, que, por tanto, habrá que abrir y de ahí extraer tales dientes, que servirán como simiente. Veamos cómo se ha realizado esta labor tradicionalmente.
Esgorollando con máquina (foto cedida por Rafael Ramírez)
El esgorolle
Los ajos habían estado en la cámara de la casa, guardados entre la paja, y unos días antes de ir a sembrarlos se bajaban al atardecer. Por la noche, después de cenar, la familia se reunía en la cocinilla (donde se tenía preparada una lumbre o estufa) para llevar a cabo esta labor de separar los dientes de las cabezas. Acudían también los amigos del chico, el novio de la chica y algún vecino con el fin de ayudar en la tarea. Ésta se realizaba de la manera que sigue.
Hecho un corro de personas sentadas, se colocaban una o dos espuertas de esparto en medio, en cuyo interior se irían tirando los dientes de ajo. Cada persona va cogiendo un manojo de ajos y éste se coloca sobre la pierna sujetándolo con el brazo izquierdo, pues con la mano derecha (a no ser que se fuese zurdo) se irán extrayendo los ajos cabeza a cabeza del manojo. Se sujeta la cabeza con la mano izquierda con la ricia hacia arriba (también se le llama al tallo rabo o palote), se arranca el rabo con la derecha tirando hacia un lado y queda, así, la cabeza abierta por un lateral; luego se presionará ésta entre las dos manos, que se deslizan al mismo tiempo sobre ella, de modo que los dientes quedan separados y se tiran dentro de la espuerta. Claro, esto que puede costar tanto explicar se realizaba en un par de segundos. También caen en el recipiente los culos del ajo, por lo que habrá que ir limpiando los dientes sueltos de estos residuos inservibles. Una vez llena la espuerta, se limpiará de nuevo un poco de la brocilla y culos del ajo y se verterá su contenido en un capacho o en un saco.
Al terminar de esgranar el dueño de los ajos solía sacar un repastillo o pequeña invitación a los que habían venido a ayudar: se asaban unas patatas, se comían cacahuetes y la redoma con vino viajaba sin descanso de mano en mano.
[El texto y las fotografías han sido extraídas de mi libro Jardín de curiosidades sobre el ajo].
©Ángel Carrasco Sotos
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