Los conejos de Las Pedroñeras - Usos y costumbres pedroñeras | Las Pedroñeras

lunes, 4 de marzo de 2013

Los conejos de Las Pedroñeras - Usos y costumbres pedroñeras



Ya os dejé dicho en una entrada anterior que os iba a traer algunos retazos de ese libro en marcha que he titulado Usos y costumbres rurales de Las Pedroñeras para recordar todas las fiestas que aquí se celebran, la vida del pedroñero de antaño desde que era concebido hasta su muerte, la vida en el pueblo en las décadas de posguerra, los productos que aquí se han sembrado tradicionalmente o los animales que servían al hombre por aquella época que, pese a parecer lejana, es de hace apenas unas décadas y muchos (los viejos, claro) la recuerdan como si de ayer mañana se tratase.

Hoy voy a dejaros el texto que escribí sobre esos animales llamados conejos, que tanto bien han hecho culinaria y alimenticiamente a este pueblo (y a España en general; ya sabréis que el nombre de nuestro país es fenicio y significaba entonces 'tierra de conejos'). Sin más os lo pongo por aquí porque es seguro que algunos tendrán algo que aportar.


Conejos 

Los conejos sí que eran comunes en los corrales pedroñeros. Ellos mismos hacían sus madrigueras en el suelo o en la basura, aunque a veces se les hacía alguna artificial con tejas, cuando no se metían entre la leña buscando su calor y su cobijo. Se tenían varios, y siempre al menos un conejo padre y unas conejas. Cada mes, las conejas de las –digamos– autóctonas parían sus seis o siete conejetes. Cuando tenían tres o cuatro meses se mataban para su consumo, para un pisto con conejo, por ejemplo, aunque frito para echar de merienda al campo tampoco estaba malo. 

Los conejos se matan cogiéndolos de las patas y dándoles un fuerte golpe con la mano detrás de las orejas y, así, desnucarlos. Después de muerto se le cortaban las orejas y se asaban estas en la lumbre (o se pelaban y se hacían fritas). Ahora, lo primero era sollarlo, es decir, quitarle la piel: para ello, una persona coge al conejo de las patas y otra le corta la piel desde esa zona para luego estirar de ella hacia abajo hasta dejarla colgando de la cabeza, que es la parte última que se despelleja. Luego se corta el conejo de arriba abajo, se le extraen las tripas y la hiel (que se tiran), se le sacan los ojos y se traslada al conejo a una fuente para después cortarlo en pedazos. 

Las pellicas se dejaban secar pegadas a la pared y abiertas, pues luego se vendían a los traperos o cacharreros a cambio de, normalmente, cubiertos (platos, cucharas...). Estos cacharreros (que venían de la Mota, Villarrobledo y otros lugares) adquirían las pellicas para su uso en peletería, y se anunciaban por la calle con voces como: “¡El cacharreroooo! ¡Por trapos, apargatas y pellicas de conejo y lieeeebre!” Iban insertándolas en un alambre por la parte de piel de la cabeza. El otro uso de las pellicas de conejo era la de servir para hacer zambombas. Se colocaban sobre la boca de un cántaro o bote estando tiernas, por haberlas tenido en remojo un tiempo, y se sujetaban a él con hilo pita o hilo de esparto, metiendo en su interior unos cantos que sirviesen de enganche para dejarlas tensas. Para quitarles el pelo era común meterlas en agua de cal. Otros usaban estas pieles para hacer pequeños posetes (asientos rústicos, redondos y sin respaldo). 

A veces, la coneja abandonaba las crías, es decir, las aborrecía e incluso algunas se las comían. 

Era frecuente, al menos, la enfermedad que aquí llamaban tomatosis (mixomatosis) que consistía en la inflamación de los ojos (parece ser que es enfermedad que apenas tiene unas décadas). La muerte la podían encontrar también con la llamada cagueta verde de la que podemos imaginar cuáles eran sus síntomas. 

La alimentación del conejo consistía en hierba del campo, que se solía coger en un saco: pajitos de margarita, tamarillas de flor amarilla, anapoles (amapolas rojas), escobilla amarga, ligueras, lechuguetas, corrolluela, collejones... y, en invierno, cebada, sarmientos verdes, ramas de oliva, grama, o raíces de cualquier cosa, y no tenías que descuidarte mucho pues a veces se comían el salvao de las gallinas. Decían que no era bueno darles hierba con rocío. Posteriormente se les alimentó con gránulos industriales. Los excrementos de los conejos (como los del ganado lanar y cabrío) se conocen con el nombre de cagarrutas

Para llamar al conejo se usaba la voz sancho

©Ángel Carrasco Sotos


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