Don Quijote de la Mancha hoy - Cuento de Fabián Castillo Molina | Las Pedroñeras

viernes, 11 de enero de 2013

Don Quijote de la Mancha hoy - Cuento de Fabián Castillo Molina




El texto que nos regala hoy nuestro amigo y colaborador Fabián Castillo es un complemento y marco en el que se integra esa "Leyenda de ajos y cerezas" que publicamos hace unos días, también salida de la pluma de Fabián. Con su relato os dejo.


DON QUIJOTE DE LA MANCHA HOY

Tal como sucedió en el capítulo XXIV de Don Quijote de la Mancha “donde se cuentan mil zarandajas tan impertinentes como necesarias al verdadero entendimiento desta grande historia”, que así lo tituló su autor,  dice el narrador que “el que tradujo esta grande historia del original,  de la que escribió su primer autor Cide Hamete Benengeli, que llegando al capítulo de la aventura de la cueva de Montesinos, en el margen dél estaban escritas de mano del mesmo Hamete estas mismas razones”.

Después de lo anterior, Cervantes justifica con mucho humor y sorna las fantasías fuera de madre contadas por el propio don Quijote en el capítulo que precede. Asimismo siguen apareciendo textos y libros apócrifos 400 años después de publicarse la primera parte de esta obra que se mantiene como cumbre de la literatura universal. El que suscribe, revisando legajos y textos desechados y curiosos de la Biblioteca Nacional de Madrid, descubrió no hace un mes la siguiente historia relacionada con nuestro representante manchego universal:

“CAPITULO SIN NÚMERO”
           
“Donde se da cuenta de cómo Don Quijote y Sancho llegaron a la que fue Venta de Pedro Heras y les fue relatada la leyenda de ajos y cerezas.

            Como quiera que los personajes que no habiendo sido reales, a veces cobran tanta fuerza que perduran siglos y siglos,  de éstos que ahora les hablo que ya han cumplido cuatro (siglos) continúan tan frescos y con tantas ganas de viajar y hacer justicia como cuando su creador los echó a los caminos en sus orígenes allá por el año de 1605. Aparte de enfrentarse a cualquier desatino y la interminable lista de abusos, falta de justicia y ley e inhumanidad que había y sigue habiendo, a don Quijote le encantaba escuchar historias y leyendas, no solo de caballería, sino de cualquier otra índole, a condición de ser contadas por alguien con credibilidad. Así pues, a poco que rebasaron  El Pedernoso el sol ya iba cayendo y hacía frío.



─Prepárate Sancho amigo, que grandes son los toros que veo a la derecha de la carretera y muy finos y altos llevan los cuernos–. Y dicho esto, don Quijote dio una vuelta en redondo a Rocinante y, lanza en ristre, lo encaró hacia el enemigo.

─Mi señor, mire bien lo que hace y recuerde lo que le pasó con los molinos. Que yo veo un toro grande sí, pero es un cartel de los de propaganda, que vuesa merced recordará haber visto antes por esos caminos y llevaba un nombre escrito de bebida que más de una vez probamos en alguna venta─. Don quijote escuchó las palabras de Sancho y, en contra de lo que solía suceder, dijo:

─En tantos viajes que hemos hecho juntos alguna vez has tenido razón con tus advertencias, hijas de tus miedos, y fijándome bien, parecerme quiere que esta es una de ellas. Sigamos el camino, que anochece y creo que no está lejos la venta de la que tantas veces nos han hablado.

Continuaron camino, y rebasada que fue la que antes siempre llamaron la Cuesta Grande, divisaron la torre del pueblo que había ido uniendo el nombre al de  los ajos, y de cuya leyenda don Quijote había oído hablar, pero nunca por boca de alguien que bien la conociera. Antes de entrar al pueblo, con las primeros vientos de la noche, el frío arreciaba; vieron un gran edificio junto a la carretera con un rótulo luminoso donde podía leerse Residencia Venta de Pedro Heras.

─Sancho amigo, este debe de ser el mejor lugar para que alguien nos relate la famosa leyenda de los ajos tantas veces oída, pero nunca de boca de un natural de Pedroñeras.

─Dice bien, don Quijote; paréceme lo más atinado que lleva dicho en todo el día. Yo me encargo de Rocinante y el rucio  mientras vuesa merced va buscando acomodo.

Entró don Quijote en la Residencia, y fue tan bien recibido como el personaje manchego más famoso del mundo que todos conocían, y cuando supieron la curiosidad que traía de conocer la famosa leyenda, pronto el encargado hizo llamar al Pastor Sabio que era quien mejor conocía y sabía contar esta famosa historia.

En un santiamén ya les habían preparado buena cena y estaba allí el nuevo narrador. Presentado que fue a don Quijote se dieron un abrazo y al calorcillo de buena calefacción que allí había, cuando ya hubieron saciado el apetito, comenzó a contarles la


LEYENDA DE AJOS Y CEREZAS

Pues, señor Don Quijote, como le iba diciendo corre el año 1359. Esa mañana gélida de enero, en la estepa manchega, una fina capa de nieve cubre suelo y tejados de la aldea que llaman Martín Ovieco. La luz del amanecer nos deja ver a un hombre enjuto, de mediana estatura, pelo moreno y tez cetrina vestido pobremente…

Continúa leyendo esta leyenda AQUÍ.

©Fabián Castillo Molina

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